Trump, como la lechera del cuento
Quer¨ªa el Nobel de la Paz, pero se ha visto obligado a anular la cumbre con Kim Jong-un para evitar el rid¨ªculo y el fracaso. Se incrementa el riesgo de guerra en la pen¨ªnsula de Corea
Como a la lechera del cuento, los sue?os de Donald Trump se han desvanecido cuando el c¨¢ntaro se ha roto y se ha derramado la leche que iba a vender al mercado a tan buen precio. El presidente de Estados Unidos ya se ve¨ªa recogiendo el Nobel de la Paz, hab¨ªa ordenado acu?ar una moneda conmemorativa del encuentro con Kim Jong-un previsto para el 12 de junio en Singapur y so?aba en su inscripci¨®n en los anales de la historia como el presidente que hab¨ªa conseguido la paz en Corea que le estuvo vetada a todos los presidentes desde Harry Truman, una proeza de tanta envergadura al menos como la apertura a China conseguida por Nixon con su entrevista con Mao en Pek¨ªn en 1972.
Trump quer¨ªa servirse de su experiencia como negociador inmobiliario, aplicada por primera vez a lo grande en la escena internacional ante la peligrosa escalada nuclear de Corea del Norte. Primero la amenaza, despu¨¦s la lisonja e incluso la promesa de un futuro pr¨®spero y feliz, y al final el acuerdo, el deal, que el presidente estadounidense hab¨ªa imaginado en su encuentro cara a cara con el joven dictador norcoreano.
Los c¨¢lculos de Trump fueron recibidos con escepticismo por los conocedores de los vericuetos de la diplomacia nuclear norcoreana. Ante todo, por las extra?as circunstancias que propiciaron un s¨²bito cambio de clima en las relaciones intercoreanas, con motivo de la celebraci¨®n de los juegos ol¨ªmpicos de invierno en la localidad surcoreana de Pyeongchang a finales de febrero, en los que un solo equipo ol¨ªmpico represent¨® a las dos rep¨²blicas separadas y sobre el papel todav¨ªa enfrentadas, en una remota guerra (1950-53) que termin¨® sin tratado de paz y con un mero armisticio.
La decisi¨®n que m¨¢s ha perjudicado el acuerdo con Corea del Norte ha sido la ruptura unilateral del pacto nuclear con Ir¨¢n del a?o 2015
Aquel fue el momento elegido por Kim Jong-un para dar por culminado su programa nuclear, tras efectuar las pruebas bal¨ªsticas que le permit¨ªan exhibir su capacidad de golpear territorio de Estados Unidos y de gozar as¨ª de un sistema de disuasi¨®n asim¨¦trica de potencia menor a mayor, una especie de p¨®liza de seguridad para su propia supervivencia. Contaba con la llegada al Gobierno de Se¨²l el pasado a?o de un pol¨ªtico moderado como Moon Jae-in, que llevaba en su programa el di¨¢logo, la desnuclearizaci¨®n y la unificaci¨®n de las dos Coreas.
Trump y Kim han desplegado estrategias paralelas y en muchos aspectos similares ante la cumbre. Primero se han insultado y amenazado a placer, compitiendo incluso respecto al tama?o de los botones nucleares que estaban dispuestos a accionar, y luego han pasado a las zalamer¨ªas para atraerse mutuamente a las bodas pol¨ªticas con las que pretend¨ªan inaugurar una nueva era.
En paralelo, Pyongyang ha intensificado sus relaciones con Pek¨ªn y Se¨²l. El supremo l¨ªder norcoreano se ha entrevistado en dos ocasiones con Xi Jinping, la primera en Pek¨ªn y la segunda en Dali¨¢n, tambi¨¦n en China, y dos con Moon, en la misma l¨ªnea de separaci¨®n en Panmunjom, la ¨²ltima ayer mismo para intentar salvar la celebraci¨®n de la cumbre in extremis. En se?al de buena voluntad ha destruido el campo de pruebas de Punggye-ri, probablemente una instalaci¨®n obsoleta, ante una selecta representaci¨®n de la prensa internacional, pero sin observadores ni inspectores de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica, y ha puesto en libertad a tres prisioneros de nacionalidad doble norcoreana y estadounidense. La entrega de estas bazas tiene su importancia para China y Corea del Sur, pa¨ªses que han mejorado ya en su actitud respecto a Corea del Norte, con independencia del rumbo futuro de las relaciones con Estados Unidos.
Nadie pod¨ªa esperar que de una pol¨ªtica exterior ca¨®tica surgiera un ¨¦xito que ning¨²n presidente ha logrado en ochenta a?os
Trump ha preparado la celebraci¨®n del encuentro con al menos dos decisiones, no solo controvertidas, sino directamente perjudiciales. En primer lugar, ha cambiado su equipo internacional m¨¢s directo, sustituyendo al secretario de Estado Rex Tillerson, exmagnate del petr¨®leo propenso al multilateralismo y a la prudencia, por un feroz gladiador del Tea Party como Mike Pompeo, partidario de derribar los reg¨ªmenes por la acci¨®n militar m¨¢s que de persuadirlos por la v¨ªa diplom¨¢tica; y al Consejero Nacional de Seguridad, Herbert McMaster, un militar sensato y moderado que defend¨ªa el acuerdo nuclear con Ir¨¢n, por uno de los halcones m¨¢s belicistas de la reciente historia diplom¨¢tica como John Bolton.
Pero la decisi¨®n que m¨¢s dificulta la celebraci¨®n de la cumbre es la ruptura unilateral del acuerdo nuclear con Ir¨¢n, firmado en 2015 por EE UU con cinco potencias m¨¢s (China, Rusia, Alemania, Francia y Reino Unido) y con la UE. La ruptura del acuerdo no solo pone en duda la credibilidad de la palabra del presidente, sino que abre serios interrogantes sobre la viabilidad de un acuerdo de desarme completo con Corea del Norte, pa¨ªs que ya posee un arsenal nuclear entero y a punto de uso, y que necesita tiempo e inspecciones mucho m¨¢s complejas e intensas que el programa de mero enriquecimiento de uranio iran¨ª.
Si Pyongyang quer¨ªa un acuerdo como el que obtuvo Teher¨¢n, Washington ya le ha dado la negativa con los hechos, y para mayor insulto ha a?adido, primero por boca de Bolton y luego del vicepresidente Mike Pence, que el acuerdo que quiere es como el de Libia, que fue s¨²bito, completo y asegurado, pero despoj¨® a Gadafi de su escudo protector y permiti¨® su liquidaci¨®n f¨ªsica. La respuesta de Pyongyang a la descarada propuesta del modelo libio ha sido la congelaci¨®n de los preparativos de la cumbre de Singapur.
Los sherpas norcoreanos no se presentaron a la cita con sus colegas estadounidenses en la ciudad-estado asi¨¢tica. Esta semana los tel¨¦fonos dejaron de responder en Pyongyang a las llamadas de Washington. El presidente surcoreano Moon todav¨ªa se entrevist¨® esperanzado con Trump el pasado martes para evitar la anulaci¨®n. Los asesores de Trump finalmente se dieron cuenta, el jueves, de que estaban meti¨¦ndose en una trampa, que terminar¨ªa en rid¨ªculo y en fracaso, y de ah¨ª la precipitada suspensi¨®n de la reuni¨®n.
Trump ha invertido el orden natural de los factores en un proceso de paz. Quiso empezar con la gloria del encuentro en la cumbre, dejando la dura tarea de cerrar el programa nuclear para despu¨¦s, como hacen los promotores inmobiliarios con los tratos cerrados entre magnates, que dejan en manos de los abogados el litigio sobre la letra peque?a. No tuvo en cuenta que en el mundo real se cierran primero los detalles, que es donde se hallan los peligros, tarea que corre a cargo de los sherpas de la diplomacia, y cuando todo est¨¢ listo se escenifica el acuerdo en la cumbre, con el apret¨®n de manos entre los l¨ªderes.
Aunque Trump quiere salvar todav¨ªa la cumbre, despu¨¦s de suspenderla con una carta melodram¨¢tica y a todas luces precipitada, ahora estamos de nuevo en el punto de partida, con dos crisis nucleares en ciernes, una en Ir¨¢n, elegida por Trump, y otra en la pen¨ªnsula coreana, alimentada por Trump. Del imperio del caos que es la actual Casa Blanca es dif¨ªcil que salga una pol¨ªtica internacional que no signifique m¨¢s caos y riesgo.
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