La llave de Colombia
Fajardo ha perdido las elecciones, pero de sus votantes depende la victoria en segunda vuelta
El uribismo, unido. El progresismo, dividido. Esa es, en una frase, la imagen que nos ha dejado el (rapid¨ªsimo) recuento de los votos en la primera vuelta de las presidenciales colombianas. Iv¨¢n Duque, el candidato del Centro Democr¨¢tico, ha rozado el 40%. Diez puntos m¨¢s que su hom¨®logo en 2014, demostrando que ha funcionado bien la doble estrategia de poner un candidato aparentemente joven y moderado y agitar el miedo a terminar como Venezuela.
Pero, en el otro lado, la suma de Sergio Fajardo y Gustavo Petro ha rozado el 48%. Alcanzando el 50% incluso con los votos de Humberto De La Calle. Pero claro, se trata de un bloque s¨®lo aparente, pues est¨¢ dividido en dos mitades casi iguales. De un lado tenemos una haza?a inusitada en Colombia: una plataforma de izquierda que lleg¨® desde fuera del sistema suma casi cinco millones de votos, leyendo como nadie el giro ideol¨®gico que est¨¢ teniendo lugar en el pa¨ªs. Lo hace movilizando a los j¨®venes y a las personas de estrato bajo. De otro, tenemos otro logro casi parejo: una propuesta centrista igualmente ajena al establecimiento llega a los 4,5 millones, pero con un voto sociol¨®gicamente distinto. M¨¢s urbano, de estrato socioecon¨®mico m¨¢s alto, y sobre todo con una posici¨®n ideol¨®gica m¨¢s moderada. Si la de Petro ha sido una carrera de fondo que empez¨® cuando sali¨® al balc¨®n de la alcald¨ªa de Bogot¨¢ en el momento de su destituci¨®n, Fajardo ha realizado un sprint de ¨²ltima semana que ha absorbido apoyos entre indecisos, y posiblemente algunos del petrismo: mientras en las ¨²ltimas encuestas publicadas (hace diez d¨ªas, en virtud de la prohibici¨®n legal de difundir sondeos la ¨²ltima semana antes de los comicios) el voto en blanco estaba sobre el 6%, hoy ha sido del 1,7%. Duque ha quedado algo por encima de la foto fija del fin de semana pasado, y Petro, algo por debajo.
Ambos llegaron a este casi empate tras una campa?a trillada de peleas entre ambos frentes. De que logren combinar esa oposici¨®n aparentemente irreconciliable depende la suerte del progresismo en la segunda vuelta.
Duque, por su lado, conf¨ªa en que eso no suceda. Su estrategia tambi¨¦n est¨¢ pensada para quedarse con el irrisorio 7,3% de Vargas Lleras. Candidato de la maquinaria que no logr¨® mover, fue probablemente Duque quien se qued¨® con una parte importante de la misma: si no, ?c¨®mo se explica que haya ganado en ciertas ¨¢reas que fueron de Juan Manuel Santos Santos en 2014? Otros, seguramente, se fueron con Petro, esperando que su promesa de vuelco al sistema sea m¨¢s beneficiosa para ellos que las promesas que vienen del clientelismo. Esos son irrecuperables. Pero los que se quedaron con el viejo centro vargasllerista llegar¨¢n m¨¢s f¨¢cilmente a juntarse con un candidato moderado de Uribe que con la primera plataforma de izquierda con posibilidades de llegar a la Casa de Nari?o. As¨ª que la segunda vuelta se jugar¨¢ en el otro lado.
De entre todos los datos que nos ha dejado la larga campa?a de la primera vuelta, hay uno particularmente revelador. Se trata de este gr¨¢fico del miedo obtenido por la ¨²ltima encuesta de Cifras & Conceptos.
Es en estos par¨¢metros que hay que entender la votaci¨®n de esta noche. Y, sobre todo, en los que se mover¨¢ la intenci¨®n de voto para el 17 de junio. El techo de Duque est¨¢, seg¨²n esto, en el 56%: el porcentaje de votantes que no teme a su padrino. Petro lo tiene en el 48%.
La manera m¨¢s obvia de mover estos porcentajes es buscar el centro. Tanto Duque como Petro llevan semanas tanteando esa moderaci¨®n. Pero, al mismo tiempo, ambos pueden optar por movilizar votantes no convencionales, normalmente, abstencionistas. En particular, Gustavo Petro, quien cuenta con una base fuerte en colectivos normalmente excluidos del (o no interesados en el) sistema. Ya ha demostrado que puede lograrlo. No en vano, el porcentaje de votantes sobre el censo ha subido sustancialmente con respecto a la primera vuelta de 2014. Pero no est¨¢ claro que esa estrategia, esencialmente populista, siga funcionando: hay l¨ªmites estructurales a la participaci¨®n pol¨ªtica en Colombia que no pueden superarse en dos o tres semanas.
En el juego de absorber desde el centro, resulta dif¨ªcil imaginar una reedici¨®n de las grandes mayor¨ªas que consegu¨ªa el uribismo hasta 2010, que se corresponder¨ªan esencialmente a la suma de votos de Duque y Fajardo. Hoy por hoy, el pa¨ªs est¨¢ partido en dos bloques diferenciados ideol¨®gicamente, pero tambi¨¦n territorialmente: el ¡°s¨ª¡± y el ¡°no¡± a los acuerdos de paz, la periferia coste?a y el interior andino, el conservadurismo y el progresismo. Pero es igualmente complicado imaginar que todo el voto de Fajardo se vaya con Petro por las buenas tras diferencias tan profundas en el discurso, en la manera de concebir la democracia (la una, liberal; la otra, populista), y en la extracci¨®n socioecon¨®mica de sus apoyos. Se trata, en definitiva, de un juego en los m¨¢rgenes que pasa por convencer a los votantes m¨¢s moderados de Sergio Fajardo, y sobre todo por leer bien la coalici¨®n de progresismo moderado que el exgobernador antioque?o ha logrado consagrar. As¨ª, se produce a paradoja de que Fajardo ha perdido las elecciones, pero tiene la llave de la victoria en el bolsillo. O, m¨¢s bien, la tienen sus votantes.
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