La diferencia sexual
Es hora de crear una nueva realidad en las relaciones entre los dos sexos
En la especie humana existen dos sexos: femenino y masculino. El ser humano es profundamente sexual; no somos cosas, somos personas. Ser hombre o mujer es el punto de partida de lo que percibimos, interpretamos y vivimos en nosotros, porque existimos siendo sexuados y sexuales. Y es as¨ª de rotundo y rico en la diferencia. Ninguno de los dos sexos es menos que el otro, los dos son igualmente v¨¢lidos y necesarios para el caminar humano. Ignorar y distorsionar esta verdad nos conduce a la injusticia y a la sinraz¨®n, a la p¨¦rdida de la dignidad humana. Lo racional y ¨¦tico es reconocer que los dos sexos tienen el mismo valor siendo diferentes. Sin embargo, todav¨ªa no nos manifestamos con el orgullo de ser hombres y mujeres que se relacionan de igual a igual, conscientes de su valor, con la dignidad de ser humanos.
Las personas no somos abstracciones mentales; somos reales y corp¨®reas, sexuadas y sexuales. Ser mujer o ser hombre es maravillosamente diferente y esta diferencia se acompa?a con el deseo, la b¨²squeda de entendimiento, dudas, perplejidades, encuentros y desencuentros con el que no es como uno, aprendizaje y transformaci¨®n... Tendemos a pensar que el otro es como nosotros y nos equivocamos: el otro es diferente, su mundo es diferente y sus vivencias tambi¨¦n lo son, m¨¢s a¨²n si el otro es de otro sexo, puesto que cada sexo vive su realidad de forma distinta. Es dif¨ªcil entender al otro en su piel, porque siente y piensa desde su profundidad real, que siempre es biogr¨¢fica, intransferible y dif¨ªcilmente comunicable. Adem¨¢s, estamos acostumbrados a ignorar nuestra condici¨®n humana sexual, a no entenderla y reducirla a lo que se hace genitalmente. De este modo, se sustituye el ser por el hacer y ese hacer sexual se reduce a su vez al hacer coital.
En el mundo vivo y real no existen polos absolutos y est¨¢ticos entre los sexos, que se relacionan entre s¨ª y manifiestan no solo su diferencia sino tambi¨¦n su semejanza, comparten cualidades, sue?os, deseos, miedos, creaciones... Las personas no somos unos estereotipos andantes y tampoco cada hombre y cada mujer se agotan en su identidad sexual. Entre la realidad o la lectura de esta y las definiciones existe una tensi¨®n constante. La diferencia entre los sexos es real, pero el significado que se le da a esta diferencia es hist¨®rico, cultural y social, coherente con el orden establecido.
El orden patriarcal da un valor diferente a ambos sexos, existiendo una relaci¨®n jer¨¢rquica entre uno supuestamente superior y otro inferior, entre uno que sustenta el poder y gobierna, y el otro que se subordina al primero, que le tiene que servir y obedecer a cambio de manutenci¨®n y protecci¨®n. Ambos sexos se degradan en esta realidad relacional, ambos salen perdiendo ignorando su inmensa riqueza diversificada, y luchan por el poder, la llamada "guerra" entre los sexos. Las mujeres reivindicamos nuestros derechos y algunos hombres se resisten a perder sus anticuados privilegios.
En la visi¨®n patriarcal, la mujer se define desde y por el var¨®n, que es el que sustenta el poder, da nombre a las cosas, gobierna y legisla. En tiempos pasados, los hombres eran los que acced¨ªan con mayor libertad al estudio y al saber; eran los que le¨ªan m¨¢s, los que escrib¨ªan, compon¨ªan m¨²sica y, en definitiva, constru¨ªan un mundo simb¨®lico con sus significados masculinos, no con los femeninos. Las historias narradas por los hombres en mitos, cuentos, versos y prosa ten¨ªan a ellos como h¨¦roes y protagonistas, e iban tejiendo el mundo. Tambi¨¦n eran hombres los cient¨ªficos, los fil¨®sofos, los pol¨ªticos... Los hombres, pretendi¨¦ndolo o no, creaban un mundo que trasluc¨ªa su poder y se autoperpetuaba casi por s¨ª solo.
Afortunadamente, siempre ha habido parejas reales que se escapaban de las asfixiantes trampas de la desigualdad valorativa de los sexos y creaban un mundo privado propio, de respeto mutuo, admiraci¨®n, afecto, amistad y colaboraci¨®n al margen de lo establecido; una realidad privada y p¨²blica diferente de la habitual y "normal", donde ambos ganaban viviendo experiencias muy enriquecedoras, pudiendo ser en libertad y en dependencia equitativa, pues todos dependemos de otros, m¨¢s cuando amamos y deseamos.
Las relaciones entre ambos sexos se vuelven conflictivas y problem¨¢ticas desde una base injusta. Actualmente, las mujeres cada vez m¨¢s somos independientes econ¨®micamente, no necesitamos que nadie nos asegure el sustento: estamos preparadas y queremos circular libremente por el espacio p¨²blico y privado, creando un mundo que tambi¨¦n nos incluya a nosotras como protagonistas de las historias narradas y de nuestras vidas. Este planteamiento es m¨¢s rico, m¨¢s interesante, m¨¢s realizador, pues proporciona una multitud de experiencias distintas.
Todos saldr¨ªamos ganando si aprendi¨¦ramos a relacionarnos mejor y apreciar al otro en su diferencia. Se trata de vivir desde la dignidad de ser hombre o de ser mujer, con respeto mutuo. Influir en el bienestar y la felicidad del otro deber¨ªa de ser la base de nuestras relaciones. Es hora de que las personas creemos una realidad relacional en la que no haya vencedores ni vencidos, en la que todos ganen. As¨ª podremos disfrutar al mirarnos en los ojos satisfechos del otro, que sientan la misma alegr¨ªa de vivir. Hoy en d¨ªa, los humanos podemos crear un mundo relacional en el que caben de igual a igual los dos sexos, maravillosamente diferentes y ambos v¨¢lidos. Podemos valorarnos, aprender unos de otros y convivir m¨¢s felices, orgullosos de ser mujeres y hombres. Es hora de crear una nueva realidad relacional entre los sexos.
Anna Arnaiz Kompanietz es m¨¦dico, sex¨®loga y escritora
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