¡°El Chapo Guzm¨¢n es la mayor ficci¨®n de la supuesta guerra del narco¡±
El acad¨¦mico Oswaldo Zavala presenta estos d¨ªas en M¨¦xico ¡®Los c¨¢rteles no existen¡¯, un libro que dinamita el discurso oficial sobre la criminalidad en el pa¨ªs
?De qu¨¦ hablamos cuando hablamos del narco en M¨¦xico? ?Qu¨¦ significa que los c¨¢rteles ponen en jaque al estado, que la guerra arrecia en Guerrero, Tamaulipas, Jalisco o Michoac¨¢n? ?Qu¨¦ es un sicario, una plaza, un halc¨®n, qu¨¦ es esta mataz¨®n que desangra al pa¨ªs desde hace a?os?
Son palabras, expresiones, que aparecen en informes oficiales, en la prensa, las revistas, las novelas, las series de televisi¨®n... Y sin embargo, ?qu¨¦ significan? ?Hacemos bien al usarlos, al decir "guerra del narco", al asegurar que El Chapo, Los Zetas o Jalisco Nueva Generaci¨®n "controlan una plaza"? Oswaldo Zavala (Ciudad Ju¨¢rez, 1975) dice que no. Un rotundo no.
Los C¨¢rteles No Existen (Malpaso, 2018), su ¨²ltimo ensayo, cuestiona la narrativa oficial construida en torno a la violencia en el pa¨ªs. Porque no hay guerra entre c¨¢rteles, dice Zavala, porque la guerra entre c¨¢rteles es una explicaci¨®n entendible, digerible, de las decenas de miles de muertos y desaparecidos que deja el conflicto, carnaza de tuit. Por eso dice supuesta: supuesta guerra, supuestos c¨¢rteles, supuestos l¨ªderes criminales. Supuesto todo: "Mi inter¨¦s es mostrar que hay un discurso que construye un enemigo que est¨¢ por todas partes y que es el principal actor de la violencia. Y luego comprender qu¨¦ hay detr¨¢s de ¨¦l, un sistema pol¨ªtico que echa mano del lenguaje para avanzar en estrategias que de otro modo resultar¨ªan inaceptables."
Pregunta: Y si lo c¨¢rteles no existen entonces, ?qu¨¦ existe?
Respuesta: Los carteles no existen pero la violencia de estado s¨ª. Tenemos que comprender que estos tiempos violentos tienen relaci¨®n con la historia del sistema pol¨ªtico. El sistema pol¨ªtico es la mayor condici¨®n de posibilidad de violencia en el pa¨ªs. A partir de la historia del estado podemos comprender qu¨¦ es eso que llamamos narcotr¨¢fico. La idea de cartel es una idea recibida, creada por el discurso securitario de Estados Unidos en los 80, para hablar de los traficantes colombianos. Y que en M¨¦xico se volvi¨® ¨²til a la par de otra narrativa, que permite muy r¨¢pidamente, muy simplemente, darnos una idea concisa sobre la violencia. Y que permite justificar estrategias estatales.
La verdadera colombianizaci¨®n no es el Chapo, o los narcos atacando a la sociedad civil, sino la respuesta del estado
P: Distingue tres fases en las relaciones entre los grupos delictivos y el estado. Una primera, primitiva, que corresponde al M¨¦xico previo al poderoso despliegue de la Direcci¨®n Federal de Seguridad -el temible ¨®rgano contrainsurgente del estado priista. La segunda que nace con la Operaci¨®n C¨®ndor en los 70 y la organizaci¨®n de los traficantes sinaloenses en Guadalajara y luego el desmantelamiento de la DFS y la p¨¦rdida de poder del PRI ?Y ahora qu¨¦?
R: Yo empezar¨ªa con la Operaci¨®n C¨®ndor. En el 75 es la primera acci¨®n militarizada concertada entre EE UU y M¨¦xico para atacar el tri¨¢ngulo dorado -una regi¨®n de cultivos de amapola y marihuana entre Sinaloa, Chihuahua y Durango. 10.000 efectivos llegan al tri¨¢ngulo dorado, quemando, despoblando. Hay un ¨¦xodo masivo de campesinos a Culiac¨¢n, Sinaloa... Eso no se vuelve a repetir hasta el Gobierno de Calder¨®n. Al menos con esa gravedad. A partir de ah¨ª, el sistema pol¨ªtico concibe una estrategia nacional de gesti¨®n del tr¨¢fico. Marginan a los traficantes del poder pol¨ªtico y producen la Federaci¨®n, disciplinada por la DFS y el Ej¨¦rcito.
La segunda etapa inicia cuando se agota la amenaza comunista global y EE UU se queda sin enemigo securitario. Se cae la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el presidente Reagan recodifica los objetivos securitarios para pensar ahora en el narcotr¨¢fico como la nueva agenda de seguridad nacional. Y se hace de un d¨ªa para otro. Hasta entonces el narco era una cuesti¨®n policiaca (...) Aunque la agenda securitaria empieza en 1989 con CISEN -el servicio secreto, que sustituye a la DFS-, es con Calder¨®n que se colombianiza M¨¦xico. Es decir, la verdadera colombianizaci¨®n no es el Chapo, o los narcos atacando a la sociedad civil, sino la respuesta del estado.
P: ?C¨®mo casan sus argumentos con situaciones como las vividas en Jalisco estos meses, la desaparici¨®n de los estudiantes de cine y su asesinato; el atentado contra el exfiscal en pleno centro de Guadalajara? Si los c¨¢rteles no existen, entonces, ?qu¨¦ es todo eso?
R: Parte del problema es este. Queremos respuestas r¨¢pidas a lo que necesita trabajo period¨ªstico. Estamos acostumbrados a recibir una explicaci¨®n que nos tranquilice, que nos haga entender la l¨®gica de la violencia. Y eso es parte de la manera en la que el discurso oficial se ha instalado en la esfera p¨²blica con tanto poder. Hay un tiroteo, la gente sale muerta e inmediatamente se significa para nosotros por medio de voceros oficiales: 'Es que est¨¢ el Cartel Jalisco, que adem¨¢s tumb¨® un helic¨®ptero y hay un operativo para detenerlos'. Y entonces todos los periodistas anotan todo, fue el cartel y se acab¨®. En un pa¨ªs con un ¨ªndice de impunidad extraordinario, me sorprende la facilidad con que aceptamos el relato oficial.
Estamos acostumbrados a recibir una explicaci¨®n que nos tranquilice, que nos haga entender la l¨®gica de la violencia
P: Supongo entonces que El Chapo y su historia le parecen la mayor de las ficciones
R: Totalmente, cuando lo detienen en Sinaloa en el departamento (en febrero de 2014), est¨¢ solo con su mujer. Y un reportero de The New York Times, azorado, dice, '?qu¨¦ loco, no hay t¨²neles, soldados, no est¨¢ su ej¨¦rcito y lo capturan ah¨ª como si nada, incre¨ªble!'... ?No, posiblemente es su realidad! Lo incre¨ªble es que creas que tiene 300 soldados. ?Qui¨¦n los ha visto? Nadie.
P: S¨ª. El Chapo es el actor principal de esta comedia que usted llama guerra del narco, supongo que la fuga del t¨²nel es su historia favorita -en julio de 2015, las autoridades informaron de la fuga de El Chapo de una c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad a trav¨¦s de un t¨²nel.
R: No solo es inveros¨ªmil, sino que presenta un reto period¨ªstico. ?Qui¨¦n produjo ese t¨²nel? A m¨ª me fascin¨® que todo el mundo se esmer¨® en describir el t¨²nel, c¨®mo estaba ventilado, pero nadie cuestion¨® que si lo hab¨ªa hecho o no la gente de El Chapo. S¨ª, se dijo que le ayud¨® gente de la prisi¨®n, que ¨¦l corrompi¨®. Pero fue de ¨¦l la idea y gracias a sobornos lo logr¨®. Es decir, nunca nada fuera de la narrativa oficial. Se sigue creyendo que ¨¦l es factor de origen de estos eventos. Y me parece incre¨ªble que se obvie que hay intereses pol¨ªticos en su fuga.
P: Entonces, ?esta construcci¨®n te¨®rica que usted denuncia sirve para tapar casos de corrupci¨®n? ?O cu¨¢l es la intenci¨®n? ?Hay una, varias?
R: Hay una enorme discontinuidad en c¨®mo se utilizan esas narrativas del narco. A veces hay recursos naturales de por medio, a veces una disputas entre grupos de poder. Tomemos el caso de Chihuahua. All¨ª son grupos de poder poderos¨ªsimos aliados con empresarios que est¨¢n dilapidando la sierra, hay enorme extractivismo en la sierra, cosa que reporte¨® Miroslava Breach (asesinada hace poco m¨¢s de un a?o). Esto que llamamos narcopoder en realidad son estos grupos de rapi?a que est¨¢n en la tala de ¨¢rboles, haciendo chingadera y media y que se al¨ªan con empresarios y pol¨ªticos, priistas en el caso de Chihuahua, que en la transici¨®n -el PAN alcanz¨® la gubernatura poco antes del asesinato de Miroslavas- estaban siendo amenazados. ?Qu¨¦ mejor idea que desestabilizar de entrada el estado, crear una nueva guerra y desviar la atenci¨®n?
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