Los doce mandamientos (Iglesia del Voto Nacional, Bogot¨¢)
Nunca antes hab¨ªa habido tantos millones de votos dispuestos a cambiar de parecer
S¨®lo a Colombia se le ocurre elegir a su presidente en pleno Mundial de F¨²tbol. Pero as¨ª ha sucedido desde que la Constituci¨®n de 1991 cre¨®, para bien, la tr¨¢gica segunda vuelta presidencial. Desde 1994 el manique¨ªsmo peligroso de las campa?as, que reduce a villanos y a secuaces de villanos a todos los que vayan a votar por el otro o por ninguno, se ha transformado en el manique¨ªsmo c¨®modo de los partidos de f¨²tbol; la ficci¨®n futbolera le ha servido de cortina de humo o de alivio a la terca realidad colombiana, y todas las pruebas de la precariedad de nuestra democracia ¨Clas profec¨ªas del acabose si el rival resulta ser el m¨¢s votado, la convicci¨®n de que ganar las elecciones es imponerle un pa¨ªs a otro pa¨ªs, los odios in¨²tiles¨C han ido a dar a la primera ronda de la Copa como una carga de basura que se bota en el mar.
Seg¨²n se ve, este a?o m¨¢s gente debatir¨¢, votar¨¢, padecer¨¢ los resultados, a pesar del Mundial. Este a?o el electorado que ven¨ªa cambiando ha terminado de cambiar: las maquinarias de los decadentes partidos siguen siendo determinantes, por supuesto, pero nunca antes hab¨ªa habido tantos millones de votos dispuestos a cambiar de parecer. Este a?o es una curiosidad porque, ya que Santos arras¨® en 2010 con el respaldo del uribismo y gan¨® en 2014 con el respaldo del antiuribismo, ya que el plebiscito arraig¨® la idea de que en Colombia hay una gran zanja entre el ¡°s¨ª a la paz¡± y el ¡°no al acuerdo con las FARC¡±, ya que las alianzas para la segunda vuelta han desdibujado para bien y para mal tanto a Petro como a Duque, las dos campa?as que siguen en pie pueden ser llamadas ¡°el cambio¡± o ¡°el continuismo¡± sin temor a equivocarse.
Seg¨²n todas las encuestas, que s¨ª describieron lo que pas¨® en la primera vuelta, la derecha que rodea a Duque va a ganarle las elecciones a la centroizquierda reunida por Petro por unos dos millones de votos. Y sin embargo, por obra y gracia de una ceremonia consoladora que se llev¨® a cabo el viernes pasado en la llamada iglesia del Voto Nacional, en Bogot¨¢, puede ser que el domingo que viene sea un domingo inesperado: de espaldas a la bas¨ªlica, que fue construida de 1902 a 1916 frente a la plaza de Los M¨¢rtires para celebrar el fin de la Guerra de los Mil D¨ªas, Petro les firm¨® a los principales l¨ªderes de la Alianza Verde doce mandamientos que lo comprometen a poner en escena la Constituci¨®n del 91, a gobernar todas las Colombias que tenemos, a hacer un Gobierno de transici¨®n que no sea la derrota de ning¨²n colombiano.
S¨ª fue un momento hist¨®rico. Los l¨ªderes de la izquierda colombiana, que a algunos he podido conocer, vivieron durante demasiados a?os resignados a la paranoia, al martirio, a la prisi¨®n del pensamiento binario, a la desconfianza en las instituciones en este pa¨ªs particularmente cercado por su clase pol¨ªtica. Pero el viernes pasado en aquella plaza, cuando firm¨® esas tablas mitad simb¨®licas, mitad inveros¨ªmiles ¨Cpues no es usual que se le pida a un candidato que jure que respetar¨¢ el Estado de Derecho¨C, Petro no s¨®lo pareci¨® capaz de corregir su plana y de reunir a los rivales que le se?alaban los arrebatos mesi¨¢nicos y de sacudirse la tesis del antagonismo esencial en las sociedades ¨Cese f¨²tbol a muerte¨C, sino que adem¨¢s cambi¨® de expresi¨®n como si sentirse reconocido le hubiera devuelto cierta paz.
Si usted ve la foto de la ceremonia, de vuelta en la realidad, recuerda que el fantasma de la guerrilla est¨¢ cumpliendo veinte a?os de definir nuestras elecciones presidenciales, ve al voluble Petro rodeado por los defensores del controversial acuerdo de paz con las FARC y vuelve al domingo gris del plebiscito de 2016. Pero tiene que ser ciego para no ser testigo, tambi¨¦n, de un cap¨ªtulo mejor.
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