La Turqu¨ªa de Erdogan se aferra a su legado social
Los partidarios del presidente islamista destacan los avances en seguridad y servicios para explicar el apoyo a su continuidad al frente del pa¨ªs

En 1984 el padre de Sebnem Doga enferm¨® de c¨¢ncer. ¡°A las siete de la ma?ana ¨ªbamos a la farmacia a hacer fila para conseguir sus medicamentos. Pero a veces, tras horas de espera, se terminaban y ten¨ªa que regresar al d¨ªa siguiente. En cambio, ahora voy con mi carn¨¦ a la farmacia y ya saben lo que me ha recetado el m¨¦dico. Y el Estado se hace cargo del coste de las medicinas¡±, relata esta mujer de unos 50 a?os que trabaja de empleada en una tienda de cortinas en el barrio estambul¨ª de Kasimpasa, del que es originario el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. A ¨¦l ir¨¢ el voto de la se?ora Doga en las elecciones del pr¨®ximo domingo.

Barrios populares como Kasimpasa han vivido una gran transformaci¨®n durante los m¨¢s de tres lustros que Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) han dirigido el tim¨®n de Turqu¨ªa. La seguridad ha mejorado, las basuras ya no pueblan sus calles, los servicios p¨²blicos son accesibles y la atenci¨®n sanitaria se ha extendido a todo el mundo. ¡°Antes del AKP las calles estaban llenas de maleantes y no pod¨ªas dejar a los ni?os jugar fuera porque, con tanta suciedad, pod¨ªan coger una infecci¨®n¡±, prosigue Sebnem Doga: ¡°Pero ahora tienen centros sociales y campamentos de verano. Y nuestros j¨®venes pueden ir al extranjero a estudiar¡±.
La Administraci¨®n p¨²blica, anta?o ausente de los distritos m¨¢s desfavorecidos de Estambul, a los que el agua corriente y la recogida de basuras s¨®lo lleg¨® en la d¨¦cada de 1990 (con Erdogan como alcalde de la metr¨®polis turca), est¨¢ ¡°presente en todos lados y, por fin, sentimos que nos apoya¡±, a?ade Resmiye, un ama de casa de Kasimpasa: ¡°Si tenemos alguna necesidad, es f¨¢cil ponerse en contacto con el Estado¡±.
Con extensas redes y sus m¨¢s de 9 millones de miembros, el papel del AKP en este sistema es notable. ¡°Somos los que hacemos de puente entre los ciudadanos y el Estado¡±, explica Hakan Kili?, un programador inform¨¢tico que dirige la organizaci¨®n del partido en el barrio de Ku?uk Piyale, de unos 9.000 habitantes: ¡°Visitamos a los vecinos puerta a puerta y nos interesamos por su situaci¨®n. El otro d¨ªa, por ejemplo, estuve con un hombre que perdi¨® a su mujer por la adicci¨®n a las drogas y que ha podido sacar adelante a sus dos hijos gracias a la ayuda del Estado. Nos dijo que, por supuesto, votar¨¢ a Erdogan. No hay otro l¨ªder que d¨¦ tantos servicios al pueblo¡±. Kili?, que trabaja para el AKP de forma voluntaria, tiene a su disposici¨®n 40 militantes con los que cada d¨ªa recorre el barrio: ¡°Pero tenemos a cientos de simpatizantes entre los comerciantes que nos ayudan, inform¨¢ndonos de las necesidades de cada persona. Nuestra misi¨®n es resolver los problemas de la gente¡±.
Pese a que los partidos de oposici¨®n critican esta creciente imbricaci¨®n entre el Partido y el Estado, este es uno de los secretos del ¨¦xito de Erdogan. ¡°Es un hombre que naci¨® y creci¨® en este barrio, respir¨® el mismo aire que respiramos nosotros y por eso nos comprende¡±, asegura Resmiye: ¡°Gracias a ¨¦l puedo pensar en grande y so?ar con que mi hijo tambi¨¦n llegue lejos¡±. El l¨ªder islamista les ha ¡°devuelto el orgullo¡± a personas humildes y religiosas como esta ama de casa, que en el pasado eran vistas por encima del hombro por las elites laicas. ¡°Es dif¨ªcil explicar con palabras el amor que siento por ¨¦l, pero me gustar¨ªa que el mundo entero pudiese sentirlo¡±. Quiz¨¢s para explicar esta pasi¨®n habr¨ªa que remontarse a ejemplos como la Argentina de los a?os cincuenta. Erdogan es el general Juan Domingo Per¨®n y tambi¨¦n la Evita de muchos turcos: aquel a quien consideran su salvador y cuya marcha, temen, podr¨ªa hacerles perder todos los derechos conquistados gracias a una pol¨ªtica que ha combinado pol¨ªticas sociales y populismo con grandes dosis de nacionalismo y proselitismo religioso.
Pero ser¨ªa incorrecto ver al AKP como un partido de los desarrapados. Su voto est¨¢ muy repartido y es la ¨²nica formaci¨®n que logra buenos resultados en toda la geograf¨ªa turca (en la mayor¨ªa de provincias es el primer o segundo partido m¨¢s votado), mientras sus rivales han quedado casi relegados a partidos regionales. Los islamistas tambi¨¦n reciben el apoyo de muchos peque?os comerciantes y de la nueva clase empresarial que se ha enriquecido durante los m¨¢s de quince a?os de gobierno de Erdogan, as¨ª como de los sectores m¨¢s religiosos, sea cual sea su condici¨®n social.
Por ejemplo, de Mehmet Inkaya, propietario de una teter¨ªa en el conservador distrito de Fatih. Hace a?os le prohibieron asistir a la jura de bandera de su hijo a causa de su barba, que denota sus posturas islamistas, pero hoy la luce con orgullo. ¡°Erdogan nos ha tra¨ªdo la democracia y ahora cada cual puede vivir a su manera: el que quiere va a la mezquita, el que quiere a la taberna¡±, asegura: ¡°Adem¨¢s, es un hombre como Dios manda, que sabe cantarle las cuarenta a los europeos, los americanos o los israel¨ªes¡±. Mensaje que vende bien en un pa¨ªs tan celoso de su identidad como Turqu¨ªa.
?mit Yaldiz, director de la empresa demosc¨®pica Integral Arastirma, considera complicado que el mensaje de la oposici¨®n cale en este tipo de votantes de Erdogan pese a que algunos est¨¦n sufriendo de los recientes vaivenes de la econom¨ªa turca: ¡°Se han convertido en un segmento social cerrado, que sigue sus propios medios de comunicaci¨®n, tiene sus propios lugares de socializaci¨®n e incluso su propia forma de expresarse¡±. Tienen su Partido y tienen su l¨ªder, y no quieren o¨ªr ni hablar de otras opciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.