Tras los pasos del Estado Isl¨¢mico
El yihadismo constituye todav¨ªa una grave amenaza, pese a sus derrotas en Mosul y Raqqa. Una nueva generaci¨®n, cada vez m¨¢s radical, se hace fuerte en el Sahel africano
El pasado 17 de octubre, un escueto y optimista comunicado castrense propag¨® una sensaci¨®n de ansiado alivio en la opini¨®n p¨²blica mundial. Apenas cuatro meses despu¨¦s de la cruenta victoria en Mosul (Irak), las milicias kurdas enroladas por Estados Unidos como unidades de vanguardia celebraban la expulsi¨®n del Estado Isl¨¢mico de Raqqa, su capital en Siria, y con ello el anhelado (y supuesto) ep¨ªlogo del turbador califato salafista proclamado tres a?os antes por Abu Bakr al Baghdadi desde el p¨²lpito de la Gran Mezquita de la citada ciudad iraqu¨ª, hoy reducida a escombros. Una impresi¨®n de misi¨®n cumplida, de sortilegio colectivo, que contribuy¨® a desviar el inter¨¦s medi¨¢tico y condujo en Occidente a la falaz idea de que aquella maldad que aterrorizaba sus propias calles hab¨ªa sido finalmente conjurada.
Sin embargo, el pasado mayo una nueva ofensiva militar devolvi¨® el foco a la zona e hizo aflorar las sospechas latentes en torno a la pretendida contundencia y eficacia del triunfo aliado sobre el enemigo yihadista. Lanzada por el Pent¨¢gono desde el portaaviones Harry S. Truman ¡ªanclado en aguas del Mediterr¨¢neo, a escasas millas de la principal base rusa en la costa siria¡ª, a ella se sumaron tanto comandos de ¨¦lite del Ej¨¦rcito franc¨¦s como agentes de inteligencia de ambos pa¨ªses; adem¨¢s del vecino Irak, y las citadas mesnadas kurdas (de regreso tras haber abandonado Raqqa en enero para concentrarse en los conflictos b¨¦licos que sacud¨ªan los territorios pr¨®ximos a la frontera con Turqu¨ªa, Siria e Ir¨¢n, que reclaman como propios).
El objetivo declarado era perseguir a los yihadistas que hab¨ªan huido de los n¨²cleos urbanos reconquistados, limpiar esas amplias bolsas de resistencia radical que todav¨ªa hoy controlan numerosas poblaciones rurales a ambas orillas del r¨ªo ?ufrates y contener el da?o que inflig¨ªan las guerrillas del Estado Isl¨¢mico (ISIS, en ingl¨¦s), cada vez m¨¢s activas y eficaces. La operaci¨®n pretend¨ªa, adem¨¢s, acallar el creciente debate p¨²blico sobre el destino futuro y el grado de amenaza que le resta a esta organizaci¨®n pol¨ªtica y militar que, como el propio yihadismo global, ha empezado a mutar y a recomponerse en busca de nuevos campos de batalla.
Investigadores locales y analistas internacionales coinciden en que el fracaso a la hora de capturar al propio Al Baghdadi y a su c¨²pula pol¨ªtica y militar, tanto en Siria como en Irak, as¨ª como el pr¨®digo n¨²mero de combatientes extranjeros que han conseguido retornar en los ¨²ltimos tres a?os a sus pa¨ªses de origen ¡ªtanto en Europa como en Asia, Oriente Pr¨®ximo y ?frica ¡ª son indicios suficientes para considerar que tanto el Estado Isl¨¢mico como el yihadismo en general constituyen a¨²n hoy una grave amenaza estructural, en especial para el devenir del Viejo Continente. E insisten en establecer de forma acertada un paralelismo con el desenlace de la guerra librada a principios de este siglo en Afganist¨¢n, donde tambi¨¦n se logr¨® expulsar por la fuerza de las armas a los talibanes de Kandahar y otras ¨¢reas urbanas menores, pero no desarraigarlos de las monta?as, valles y otras zonas rurales de compleja orograf¨ªa, como ocurre ahora en el este de Siria y el oeste de Irak.
La estrategia de EE UU y Europa ha trasladado al Sahel los mismos errores que marcaron la lucha en Afganist¨¢n, Siria e Irak
Tres lustros m¨¢s tarde, el antiguo protectorado sovi¨¦tico es todav¨ªa un polvor¨ªn y los estudiantes isl¨¢micos una de las principales fuerzas desestabilizadoras, con capacidad efectiva para atentar, recursos financieros sobrados para recuperarse y evolucionar, y una base popular s¨®lida, asida al nervudo rizoma que el salafismo radical conserva en el sur de Asia Central.
¡°No hemos solucionado el problema¡±, subraya el periodista tunecino Hedi Yahmed, uno de los mayores expertos en movimientos extremistas en el norte de ?frica. ¡°El yihadismo sigue enraizado de forma profunda en nuestras sociedades¡±, recalca. Autor de dos libros clave para entender las tendencias ideol¨®gicas en la regi¨®n, el escritor reitera que el numen del problema reside m¨¢s all¨¢ del campo de batalla, e insiste en que las eventuales soluciones ¡ªque pasan por apostar por el desarrollo educativo¡ª ni siquiera se han llegado a plantear.
¡°Somos testigos de una transformaci¨®n que va a seguir desarroll¨¢ndose a lo largo de los pr¨®ximos a?os. La pregunta es ?seguir¨¢ existiendo el ISIS? Y en verdad podemos decir que se le ha combatido, que se han liberado Mosul, Raqqa y otras ciudades ocupadas y que est¨¢ casi destruido. Pero no se trata ¨²nicamente una organizaci¨®n armada, es m¨¢s bien representa una ideolog¨ªa, una forma de pensar y de vivir, y contra esto no se ha hecho lo suficiente¡±, explica Yahmed en el estrecho sal¨®n de su casa, un min¨²sculo y discreto apartamento de la capital al que por motivos de seguridad hubo de mudarse tras publicar su ¨²ltima obra, Yo estuve en Raqqa, editada en ¨¢rabe y que narra el periplo vital de un joven combatiente tunecino que decidi¨® desertar del Estado Isl¨¢mico.
¡°Debemos hacer una reforma social profunda si lo que queremos es extirpar el Daesh. No solo combatirlo militarmente, sino tambi¨¦n culturalmente¡±, remarca el autor, convencido de que la esquizofrenia en la que viven las sociedades ¨¢rabe-musulmanas, incapaces de conciliar tradici¨®n y modernidad, es el alimento vital que nutre el yihadismo.
Esta reflexi¨®n es compartida por numerosos expertos. Pero es necesario a?adir otros dos aspectos que avanzan al margen del debate primordial, y que sin embargo son esenciales para ajustar el enfoque, aclarar en qu¨¦ momento y situaci¨®n se halla el Estado Isl¨¢mico y tratar de vaticinar el futuro.
El primero es el an¨¢lisis pormenorizado de la fragmentaci¨®n y disgregaci¨®n de las huestes de Al Baghdadi, factores clave para entender por qu¨¦ su derrota militar supone, en realidad, un inquietante par¨¦ntesis. Seg¨²n el centro privado de estudios e investigaci¨®n norteamericano The Soufian Group, integrado por antiguos miembros de la CIA y de los servicios secretos de pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes aliados, entre 2014 y 2015, en el c¨¦nit de su poder, el Estado Isl¨¢mico concit¨® a m¨¢s de 30.000 combatientes extranjeros, muchos de los cuales emigraron al territorio controlado por el califato en compa?¨ªa de sus familias. M¨¢s de 3.400 llegaron desde Rusia; 3.100 de Arabia Saud¨ª, 3.000 m¨¢s de Jordania y 2.900 de T¨²nez. Entre los Estados europeos, Francia, con m¨¢s de 1.900, fue el principal lugar de partida, seguida a gran distancia por Reino Unido, que apenas aport¨® un millar.
Por regiones, la mayor parte (m¨¢s de 8.000) proced¨ªa de diversas rep¨²blicas de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica, incluida Chechenia, cifra que explica por s¨ª sola, sin necesidad de a?adir razones geoestrat¨¦gicas m¨¢s complejas, por qu¨¦ en 2015 Vlad¨ªmir Putin decidi¨® involucrarse de forma abierta en la guerra en el este de Siria. En segundo lugar, de la Uni¨®n Europea, con m¨¢s de 5.000 ciudadanos con pasaporte comunitario enrolados en la facci¨®n yihadista.
La radiograf¨ªa de los retornados a?ade un elemento extra de preocupaci¨®n. El grueso de los que regresan lo hacen con su ideolog¨ªa casi intacta, incluso reforzada, a pesar de (o gracias a) los bombardeos de la coalici¨®n y a las penalidades sufridas en una tierra hostil que la propaganda yihadista promocionaba como una Arcadia isl¨¢mica, una ¨ªnsula Barataria gobernada de acuerdo a los designios de Al¨¢. Incluso entre aquellos que optaron por desertar y buscar refugio en Turqu¨ªa u otros pa¨ªses, como consigna Yahmed en su relato.
¡°No estamos frente a un arrepentido. Mohamad Fahem, como muchos que han huido, no est¨¢n arrepentidos, han dejado el ISIS porque piensan que ¨¦ste no representa la Umma (el Estado musulm¨¢n). Estamos frente a otro proceso¡±, explica en alusi¨®n al protagonista del libro. ¡°Es una generaci¨®n que cree en la yihad, en la necesidad de un califato y en que la Umma va a dominar el mundo, pero que no cree que ni el ISIS ni el propio Al Baghdadi practiquen el verdadero islam. Una corriente m¨¢s radical que est¨¢ dispersa por Turqu¨ªa, en Europa, por todas partes, pero que carece de estructura, de liderazgo, y por eso no hay acciones terroristas¡ todav¨ªa¡±, advierte.
La influencia en las generaciones m¨¢s j¨®venes de estos retornados, convertidos en h¨¦roes de la futura yihad, en imames guerreros m¨¢s radicalizados, se percibe ya en atentados como el de Barcelona el pasado 17 de agosto, que provoc¨® 16 muertos.
Muchos de ellos han encontrado una v¨ªa de escape a trav¨¦s de Libia, pa¨ªs sumido en el caos y la guerra civil desde que en 2011 la OTAN contribuyera a la victoria de los rebeldes sobre la larga dictadura de Muamar el Gadafi. Puerta de entrada al ?frica subsahariana, all¨ª se gesta desde hace varios a?os el que probablemente ser¨¢ el mayor reto de seguridad al que deber¨¢n hacer frente las sociedades del futuro: el alumbramiento de la quinta generaci¨®n yihadista, ahora en tierras del Sahel, la gran franja de desierto africano al sur del Magreb que la UE pretende convertir en su frontera meridional.
En el c¨¦nit de su poder hace tres a?os el Estado Isl¨¢mico concit¨® a m¨¢s de 30.000 combatientes extranjeros
Las ra¨ªces ideol¨®gicas de esta concepci¨®n her¨¦tica y violenta del islam se remontan a los escritos de Ibn Taymiyya, un cl¨¦rigo asentado en Siria en el siglo XIII, y al pensamiento de Mohamad Abdel Wahab, alma del wahabismo que hoy defiende y difunde la familia real saud¨ª. Y el terrorismo ya lo utilizaron como instrumento de resistencia los wahab¨ªes en la India colonial. Pero el yihadismo como lo conocemos en la actualidad naci¨® en 1979 al amparo de cuatro acontecimientos hist¨®ricos que se sucedieron ese mismo a?o: la revoluci¨®n isl¨¢mica de Ir¨¢n, el acuerdo de paz entre Egipto e Israel, el asalto a la Gran Mezquita de La Meca, y la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n. Aquellos fan¨¢ticos musulmanes que con ayuda de Estados Unidos, Arabia Saud¨ª y Pakist¨¢n viajaron a Islamabad para luchar contra el comunismo en la d¨¦cada de los ochenta inauguraron la primera generaci¨®n yihadista, una generaci¨®n que Occidente bendijo con el nombre de freedom fighters.
La segunda la formaron aquellos que, desplomado el muro de Berl¨ªn, regresaron a sus hogares crey¨¦ndose h¨¦roes y fueron repudiados por sus Gobiernos; los combatieron con sa?a y los encarcelaron a lo largo de la d¨¦cada de los noventa. La tercera arranca con la aparici¨®n de Al Qaeda, que introduce un salto evolutivo crucial al convertir la intransigencia islamista local en un fen¨®meno global. Y la cuarta es el propio Estado Isl¨¢mico, cuya innovaci¨®n fue considerar que lo que Osama Bin Laden y sus socios solo contemplaban como una idea plat¨®nica ¡ªla formaci¨®n de un califato universal¡ª era una realidad viable en el fracturado Irak.
La quinta se incuba ya en una vasta franja de territorio que se extiende desde el norte de Burkina Faso y N¨ªger al sur de Argelia y Libia, incluyendo grandes espacios de Mal¨ª, Nigeria y Chad. Un ¨¢rea marcada por la pobreza y la marginalidad, por el contrabando y la inmigraci¨®n irregular, en la que malviven millones de j¨®venes sin horizonte y donde seg¨²n las proyecciones demogr¨¢ficas la poblaci¨®n se duplicar¨¢ en las pr¨®ximas dos d¨¦cadas sin que se hayan levantado los cimientos para su desarrollo social y educativo. Una generaci¨®n yihadista 5.0 que impulsan grupos radicales tradicionales locales, como la Organizaci¨®n de Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico (AQMI), la rama tunecina de Ansar al Sharia o Boko Haram, y los miles de combatientes que desde 2015 han viajado a Libia desde Siria, Irak y la pen¨ªnsula ar¨¢biga a trav¨¦s de Turqu¨ªa, T¨²nez, Jordania y Egipto. En su mayor¨ªa, ide¨®logos y destacados l¨ªderes militares ¡ªfinanciados desde los pa¨ªses del Golfo P¨¦rsico¡ª que se han asentado en zonas rurales empobrecidas, donde han asumido el control de las escuelas y mezquitas.
¡°Los estudios nos sugieren que el yihadismo libio y magreb¨ª en general est¨¢ emigrando hacia el desierto, es decir, hacia zonas del ?frica subsahariana como el norte de Mal¨ª, convertido en un gran nudo yihadista en el que se cruzan numerosas facciones¡±, destaca Yahmed. En esa zona, Iyad Ag Gali, uno de los capos del yihadismo internacional, fund¨® el 2 de marzo de 2017 Jama¡¯a Nusrat ul-Islam wa al-Muslimin, una plataforma que agrupa a los principales movimientos fan¨¢ticos del norte de ?frica y el Sahel, y que ha declarado su alianza con los l¨ªderes de Al Qaeda en Afganist¨¢n. Y a la que se han acercado en los ¨²ltimos meses diversas ramas del Estado Isl¨¢mico, en particular la procedente de Libia. ¡°La guerra contra el yihadismo aqu¨ª es muy distinta¡±, contraviene un miembro de los servicios de Inteligencia europeos destacado en la regi¨®n. ¡°Han ganado en experiencia¡±, admite.
Una evoluci¨®n que contrasta con la estrategia norteamericana y europea, que parece haber trasladado al Sahel los mismos errores que marraron la lucha en Afganist¨¢n, Siria e Irak. Obstinados en la b¨²squeda de soluciones estrictamente militares ¡ªque por otra parte alimentan las poderosas industrias armament¨ªsticas que todos ellos explotan¡ª, los Gobiernos del bloque occidental han priorizado la cooperaci¨®n castrense y el env¨ªo de tropas a la zona, como la Operaci¨®n Barkhane, lanzada en agosto de 2014 por el Ej¨¦rcito franc¨¦s en Mal¨ª.
¡°El ISIS no es solo una organizaci¨®n armada, es una ideolog¨ªa, una forma de vivir¡±, dice Hedi Yahmed
Al igual que en combates anteriores, fuerzas locales y extranjeras ejercen un control f¨¦rreo en las principales ciudades, pero apenas tienen presencia en el campo, depauperado, analfabeto y proclive por tanto a la propaganda radical. Especialmente en el norte de Burkina Faso y el sur de Argelia, donde las fuerzas armadas afrontan serias dificultades para blindar las fronteras.
El Ej¨¦rcito de N¨ªger, por ejemplo, est¨¢ ausente de las ¨¢reas al norte de la ciudad de Dao, ¨²ltimo gran n¨²cleo urbano antes de la frontera con Libia. All¨ª, en una amplia franja de arenas rojas, confluyen todas las rutas tradicionales de contrabando de personas, combustible, alimentos y armas que enhebran el Sahel y el norte de ?frica desde tiempos inmemoriales. Las mismas que utiliza tambi¨¦n el yihadismo 5.0.
Un recorrido r¨¢pido por los foros radicales en la web profunda demuestra, asimismo, que Europa y Estados Unidos est¨¢n perdiendo de nuevo la guerra de la propaganda. El paradigma ha cambiado. Por encima de los llamamientos a la acci¨®n, tan copiosos en los ¨²ltimos tres a?os, abundan ahora los versos cor¨¢nicos que instan a la paciencia, a la resistencia y a la construcci¨®n de ¡°una nueva comunidad de Al¨¢ que alumbrar¨¢ el mundo desde las tierras de ?frica¡±.
Javier Mart¨ªn es corresponsal de la agencia Efe en el norte de ?frica y autor, entre otros, del libro ¡®Estado Isl¨¢mico, geopol¨ªtica del caos¡¯ (La Catarata, 2017).
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