El pueblo de los ni?os soldado
En Yambio, un pueblo devastado por la guerra, el 60% de sus ni?os ha sido reclutado por grupos armados. En Sud¨¢n del Sur, en conflicto civil desde 2013, se estima que hay 19.000 ni?os y ni?as soldado
En un claro del bosque a las afueras de Yambio (Sud¨¢n del Sur), se celebra hoy una ceremonia. De desmovilizaci¨®n. Se trata de un acto simb¨®lico organizado por el Gobierno en el que una docena de ex ni?os soldados, uniformados y armados, dejan sus fusiles y se llevan unos cuadernos y unos l¨¢pices. A la representaci¨®n, repleta de p¨²blico, asisten todos los l¨ªderes locales, miembros del Gobierno y hasta el embajador de Estados Unidos.
Los ni?os se cuadran para la ocasi¨®n. En primera fila est¨¢ Matthew (nombre ficticio). No sabe su edad, pero es dif¨ªcil que supere los 10 a?os. Durante meses estuvo reclutado por la milicia local de Yambio, durante meses opuesta al Gobierno. Sus antiguos comandantes est¨¢n tambi¨¦n ah¨ª, en la ceremonia, ya que hoy son parte integrada en el Ej¨¦rcito. Matthew calza unas botas marrones que le quedan varias tallas grande, una gorra de camuflaje por la que asoman sus ojos infantiles y porta un rifle que apenas puede levantar.
"A m¨ª no me mandaban a las misiones", cuenta antes de que arranque la ceremonia. "Me pon¨ªan a lavar ropa, a recoger cosas y tambi¨¦n a vigilar el campamento. Un d¨ªa estaba vigilando y vi a un hombre. Le dispar¨¦ y ¨¦l levant¨® los brazos. Lo llev¨¦ al campamento. El comandante dijo que era un ladr¨®n, as¨ª que le cort¨® los dedos de los pies. Despu¨¦s me dijo a m¨ª y a otros ni?os que nos los ten¨ªamos que comer". "?Ese comandante est¨¢ hoy aqu¨ª?". "S¨ª, es ese". Matthew se?ala con la barbilla. Al fondo se ve a un hombre uniformado, sonriente. Impune.
"Uno de los grandes retos de estos ni?os es reintegrarse", dice el reverendo Elinama Jacob Bisi, l¨ªder religioso de la comunidad. ¡°Muchos vecinos les insultan o los desprecian. Tienen un gran estigma. Algunos siguen dependiendo de sus comandantes, que ahora tambi¨¦n viven en el pueblo. Tambi¨¦n emocionalmente".
M¨¢s all¨¢ de los sociales, la mayor¨ªa de los ni?os arrastran problemas psicol¨®gicos. "Estr¨¦s postraum¨¢tico, flashbacks, ansiedad... Lo que m¨¢s les ayuda es recuperar la vida normal", explica Rayan Fattouch, coordinadora de Salud Mental de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) en Yambio. Seg¨²n datos de Unicef, el 85% de los ex ni?os soldados tiene secuelas, un 15% consecuencias patol¨®gicas y un 5% problemas psiqui¨¢tricos graves. Se estima que, a d¨ªa de hoy, hay 19.000 ni?os y ni?as soldado en Sud¨¢n del Sur. Son datos de Unicef, la agencia que ha apoyado este viaje. Solo en lo que va de a?o, en Yambio, se han liberado 600 menores. Y se esperan unos 400 m¨¢s. Suelen tener entre 14 y 17 a?os, pero los hay de 10 y 11 a?os.
El peque?o Matthew completa la ceremonia. Deja su arma, recoge los cuadernos y los lapiceros y sale de escena observando al p¨²blico con los ojos muy abiertos. "Cuando estaba en el campamento ped¨ªa permiso para ir a hacer los ex¨¢menes al colegio, pero como no pod¨ªa estudiar, no me sal¨ªan muy bien. Ahora podr¨¦ ir a clase".
En 2011, Sud¨¢n del Sur se independiz¨® de Sud¨¢n, convirti¨¦ndose en el pa¨ªs m¨¢s joven del mundo. Dos a?os despu¨¦s estall¨® una guerra civil que alimentada por un mosaico armado de guerrillas de 35 etnias distintas, casi cada una con su milicia, ha matado ya a 300.000 personas y obligado a desplazarse a un cuarto de sus 12 millones de habitantes. La pasada semana se firm¨® un acuerdo entre el Gobierno de Salva Kiir y el principal grupo rebelde, liderado por Riek Machar. Un fr¨¢gil acuerdo del que nadie se f¨ªa del todo.
En realidad, el espanto lleg¨® a Yambio, en el sur de Sud¨¢n del Sur, mucho antes de 2011. En 2005 el Ej¨¦rcito de Resistencia del Se?or (ERS) ¡ªuna violent¨ªsima milicia cristiana llegada de Rep¨²blica Centroafricana¡ª cruz¨® la frontera y atac¨® a los vecinos. "Fue como el apocalipsis", resume Bingo Maureen, una periodista de Radio Anisa, una emisora evang¨¦lica local y vecina del pueblo. "Fue terrible. Quemaron las casas. Violaban a las mujeres y obligaban a los ni?os a matar a sus padres. A mucha gente le cortaron la boca y las orejas", explica Bingo. "Se llevaron a much¨ªsima gente, a ni?os y mujeres, que nunca hemos vuelto a ver desde aquel a?o".
Los vecinos de Yambio organizaron una defensa en forma de milicia. Ellos mismos constru¨ªan sus armas, en su mayor parte flechas, de ah¨ª el nombre que adopt¨® la guerrilla, los Arrow Boys, Chicos de la Flecha. Su comandante en jefe era un militar local llamado Abel Dominic. El propio Dominic nos recibe en su casa de Yambio para recordar aquel episodio. Habla sentado y rodeado de soldados que ejercen de guardaespaldas, con rifles de asalto en la mano y chanclas de pl¨¢stico en los pies. "No ten¨ªamos casi armas ni entrenamiento. Pero aqu¨ª en Sud¨¢n del Sur todo el mundo sabe luchar. As¨ª que logramos expulsar al ERS", dice con una mueca de sonrisa contenida.
La guerra devast¨® la localidad: lo que hace no tanto era una ciudad llena de vida, con 8.000 vecinos, en su mayor¨ªa comerciantes conectados por carretera con la capital, Yuba, es hoy un lugar con la mayor¨ªa de casas abandonadas, camiones oxidados en las cunetas con plantas creciendo en su interior y apenas 2.000 vecinos caminando por sus calles de tierra rojiza. El antiguo mercado es hoy el esqueleto de un edificio; la sede del gobierno estatal se cae a trozos y solo el ir y venir de la boda-boda, las motos que hacen de taxi, genera algo de ruido. "La gente huy¨®", cuenta Bingo. "Est¨¢n volviendo poco a poco, pero a¨²n tienen miedo". Yambio est¨¢ hoy custodiado por la milicia local, integrada oficialmente en el Ej¨¦rcito. Alrededor del pueblo, la guerrilla enemiga lleva a cabo violentas incursiones de vez en cuando. Por eso Yambio permanece aislado. "No te puedes alejar m¨¢s de 10 kil¨®metros. Solo se puede salir de aqu¨ª en avi¨®n, y casi nadie puede permit¨ªrselo. Esto es como una isla", dice el reverendo, que a?ade: "Aqu¨ª tenemos una generaci¨®n entera de ni?os soldado". Es otra de las caracter¨ªsticas de este pueblo. "Cuando te cruces un ni?o por la calle, probablemente haya sido hace poco un soldado". El 60% de los menores que habitan esta localidad sursudanesa ha participado en la lucha armada.
Una de ellas es Lucie (nombre ficticio). Ten¨ªa 14 a?os cuando a mediados de 2016 fue secuestrada cerca de su aldea, muy pr¨®xima a Yambio, por un grupo de 15 j¨®venes armados, miembros de una milicia rebelde, cuando regresaba de cultivar las tierras de su padre. Se la llevaron. "Caminamos durante dos d¨ªas. Yo iba llorando porque pensaba que me iban a matar", cuenta Lucie. "Por el camino fueron secuestrando a m¨¢s ni?os que nos ¨ªbamos cruzando". Todos fueron conducidos al campamento de una milicia entonces rebelde y ahora af¨ªn al Gobierno, ubicada en Yambio. Recibi¨® un entrenamiento b¨¢sico y violento para ser soldado. Inclu¨ªa palizas por cada error. Le entregaron un arma y comenz¨® a formar parte de diferentes misiones. "El lugar donde est¨¢bamos era muy sucio. Dorm¨ªamos en el suelo de una barraca y muchos ni?os se pon¨ªan enfermos porque no hab¨ªa medicinas. Hab¨ªa muy poca comida y ten¨ªamos que caminar varias horas cada d¨ªa para ir a coger agua. Las chicas sab¨ªamos que, si nos tocaba ir a por agua, alg¨²n soldado nos iba a atacar o a violar. Siempre ocurr¨ªa en ese momento, en el bosque". Pas¨® de vivir en su casa a hacerlo en un campamento en pleno bosque; del colegio a atacar las localidades de los alrededores con un arma autom¨¢tica colgada al cuello "Los ni?os m¨¢s peque?os vigilaban el campamento y nosotros atac¨¢bamos lugares. Rob¨¢bamos y dispar¨¢bamos a gente. Antes de salir a las misiones muchos ni?os fumaban una droga que nos daban. No s¨¦ qu¨¦ era. Yo no fumaba, pero s¨ª beb¨ªa. Beb¨ªa alcohol antes de salir".
¡°Cuando estoy sola me vienen las im¨¢genes de lo que hice. Y cuando estoy triste. Cuando estoy triste tambi¨¦n¡±
"Ten¨ªamos que llevar a cabo misiones", cuenta. "Asalt¨¢bamos los veh¨ªculos que pasaban por un camino o entr¨¢bamos en casas para robar comida o dinero". Sentada en una silla, se inclina hacia adelante para rascarse el tobillo mientras habla. Se queda as¨ª, mirando al suelo, encogida sobre s¨ª misma mientras toca su sandalia gastada. Y su voz es un susurro. "En una de esas misiones, cuando llevaba seis meses en la guerrilla, me di cuenta de que est¨¢bamos llegando a mi aldea, donde no sab¨ªa si todav¨ªa estaba mi familia. Otros ni?os empezaron a disparar a la gente que corr¨ªa. Yo no vi a nadie que conociese, a nadie de mi familia. Tambi¨¦n dispar¨¦. Luego quemamos las casas. Una casa la quemamos con la gente dentro". Lucie guarda silencio, con los ojos a¨²n clavados en el suelo. "Yo en ese momento no sent¨ªa nada. Solo que estaba cumpliendo con lo que me hab¨ªan ordenado. Es ahora cuando siento... Es ahora cuando me doy cuenta". Lucie se apaga. Ya no quiere hablar m¨¢s.
Fue liberada hace menos de un a?o, cuando la guerrilla local firm¨® un acuerdo con el Gobierno. Ha regresado a casa, a la aldea pegada a Yambio que atac¨® siendo soldada, desde donde ahora habla inclinada sobre una silla. Su padre dice que ha cambiado: "Las primeras semanas, cuando regres¨®, no hablaba. No pod¨ªa. Ahora est¨¢ mejor. Desde que comenz¨® a ir al colegio otra vez ha mejorado much¨ªsimo. Pero sigue sin ser la persona de antes. Es otra".
Dice Lucie, asintiendo, que muchos vecinos no quieren hablar con ella por los ataques en los que particip¨®. Y que tiene miedo de que puedan hacerle algo como represalia. "Cuando estoy sola me vienen las im¨¢genes de lo que hice. Y cuando estoy triste. Cuando estoy triste tambi¨¦n".
El de Yambio es un escenario que se replica en gran parte de Sud¨¢n del Sur. La mayor¨ªa de regiones del pa¨ªs est¨¢n controladas por milicias, lo que convierte el territorio en un puzle de grupos armados. Muchos de ellos reclutan ni?os y ni?as.
"Muchas veces los ni?os son secuestrados", explica un responsable de Unicef encargado de la atenci¨®n a estos menores. "Otras veces secuestran a la familia entera. Las milicias se llevan a familias al completo a vivir con ellos". En ocasiones los milicianos obligan a los ni?os a matar a su propia familia o a presenciar c¨®mo tiene lugar la ejecuci¨®n. "Es una forma de adoctrinarlos, de anularlos. Y tambi¨¦n de dejarlos solos y sin otra alternativa que irse con la milicia".
No siempre resulta tan convulso. En no pocas ocasiones los ni?os se unen voluntariamente a la guerrilla. "Aunque esa palabra, voluntariamente, hay que ponerla entre comillas", se?ala el trabajador de Unicef. "Los ni?os que se unen lo hacen como una salida, en busca de un futuro. Se han quedado solos o no tienen medios para comer y se ven obligados a ejercer de soldados para una milicia".
Algunos ni?os y ni?as encuentran en la milicia su ¨²nica forma de vida. Una trabajadora social de la ONG World Vision?en Yambio explica que "a veces ni siquiera nosotros mismos sabemos si un ni?o es soldado o no. Los hay que viven en el campamento de la milicia, pero acuden de vez en cuando al colegio o al pueblo. Aqu¨ª ha llegado a haber una normalidad en cuanto a los ni?os soldado".
A Peter ¡ªnombre ficticio de un menor de Yambio¡ª le convencieron unos amigos. "Mis padres murieron y me qued¨¦ solo con 14 a?os. Cada vez que regresaba del colegio me encontraba con unos chicos que conozco y me hablaban de que con los rebeldes pod¨ªa ganar dinero y tener comida. Un d¨ªa me fui con ellos".
La primera paliza se la llev¨® porque cuando el comandante orden¨® dar media vuelta a la izquierda, ¨¦l se equivoc¨® y lo hizo a la derecha. "Eso fue lo que no me hab¨ªan contado, que te pegaban. Tambi¨¦n mataban ni?os. Cuando vi que era as¨ª me dije: 'sigue las instrucciones y obedece todo'.
Peter sonr¨ªe cuando se le pregunta si mat¨® a alguien. Es una mueca defensiva. "Dispar¨¦ a mucha gente, pero no quiero hablar de eso. Me siento muy mal por las personas a las que ataqu¨¦. En ese momento no era consciente, solo pensaba: o mato o me matan. La mayor¨ªa de los ni?os nos sent¨ªamos orgullosos, porque cumpl¨ªamos con nuestra misi¨®n. Ahora tengo pesadillas casi todos los d¨ªas con lo que hice".
En total estuvo dos a?os en el campamento, hasta que la facci¨®n rebelde a la que ¨¦l pertenec¨ªa, se rindi¨®. "Durante ese tiempo piensas en escapar, ?pero a d¨®nde? La mayor¨ªa de ni?os no tienen a d¨®nde ir y, aunque se fuesen, los arrestar¨ªan o matar¨ªan por ser rebeldes. No hay escapatoria cuando est¨¢s all¨ª".
Lucie tiene 14 a?os: "Ten¨ªa que participar en misiones. Me obligaron a atacar mi propia aldea. Tuve que disparar a gente y quem¨¦ casas con gente dentro"
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