Los dem¨®cratas de EE UU responden a Trump con nuevas caras y un giro a la izquierda
Mujeres, j¨®venes y pertenecientes a minor¨ªas ¨¦tnicas protagonizan esta oleada de insurgentes en un partido que busca revulsivo a Trump tras el trauma electoral de 2016
Ayanna Pressley dio la campanada la semana pasada en Boston, el viejo distrito de JFK, tierra santa de los dem¨®cratas. Afroamericana y de 44 a?os, gan¨® las primarias al veterano Mike Capuano, lo jubil¨® del Congreso despu¨¦s de 20 a?os en el esca?o y se convirti¨® en la primera negra electa para representar a Massachusetts en la C¨¢mara de Representantes. La victoria recordaba a la de unos d¨ªas antes en Florida, donde Andrew Gillum, de 39 a?os, se alz¨® contra pron¨®stico como el aspirante dem¨®crata a gobernador del Estado, tambi¨¦n el primer afroamericano candidato al puesto. Gillum, con una campa?a de corte muy progresista y bajo presupuesto, evocaba la haza?a de Alexandria Ocasio-Cortez, esa joven de 28 a?os y origen latino que en julio arrebat¨® la candidatura a Joseph Crowley, de 56, un peso pesado del partido. Pero m¨¢s a¨²n puede sacudir Washington Rashida Tlaib, que en agosto gan¨® a su rival dem¨®crata en Michigan y ahora lucha por ser la primera musulmana del Congreso estadounidense.
Las primarias dem¨®cratas est¨¢n exhibiendo el pulso por el liderazgo entre la electricidad de los nuevos candidatos y la mala salud de hierro del establishment. Una cantidad de mujeres sin precedentes, j¨®venes y pol¨ªticos pertenecientes a minor¨ªas ¨¦tnicas est¨¢n protagonizando esta oleada de insurgentes que se sit¨²a principalmente en el ala izquierda del partido y emergen en parte como reacci¨®n a Donald Trump.
Brookings Institution, un prestigioso laboratorio de ideas independiente en Washington, ha evaluado cerca de 1.900 candidatos a distintos puestos del Congreso de unas 600 primarias de todo el pa¨ªs. Con los datos hasta mediados de julio, el n¨²mero de aspirantes nuevos que busca arrebatar la plaza a un legislador ya electo se hab¨ªa elevado a 280, frente a los 60 en la misma fecha 2014. Pese a este empuje, con cifras absolutas, el establishment sigue cosechando m¨¢s victorias. La derrota de la actriz progresista Cynthia Nixon esta semana en Nueva York frente al gobernador de Estado, Andrew Cuomo, es un ejemplo elocuente.
Los insurgentes de la izquierda no han asaltado el partido, pero su participaci¨®n creciente env¨ªa una se?al clara de partido pol¨ªtico que busca su revulsivo despu¨¦s del trauma electoral de hace dos a?os, cuando Hillary Clinton, una candidata que parec¨ªa sacada de manual, perdi¨® la presidencia contra uno de los aspirantes m¨¢s contestados que se recuerdan en el Partido Republicano.
El viraje a la izquierda del Partido Dem¨®crata viene gest¨¢ndose desde al menos 2016, result¨® evidente en la ola de entusiasmo que la precandidatura de Bernie Sanders levant¨® y tambi¨¦n en el tono m¨¢s progresista de la propia Clinton. ¡°Es un desarrollo de largo plazo, no un cambio abrupto de 2018¡±, coincide Geoffrey Skelley, de la Universidad de Virginia, para quien ¡°la campa?a de Sanders fue parte de este cambio, y la reacci¨®n a Donald Trump tambi¨¦n, pero hay factores adicionales en cada una de esas victorias progresistas que no pueden vincularse por completo a su posici¨®n ideol¨®gica [m¨¢s a la izquierda]¡±. Por ejemplo, en el caso de Ocasio-Cortez, el triunfo se enmarca en? un distrito rabiosamente progresista y diverso (Queens-Bronx) y su inesperada victoria combina, para Skelley, ¡°ideolog¨ªa pero tambi¨¦n pol¨ªtica de identidad¡±.
No hay, en efecto, revoluci¨®n, pero las placas tect¨®nicas se mueven. La llegada a escena de estos nuevos pol¨ªticos ha incorporado a la conversaci¨®n cuestiones hasta ahora ajenas al dem¨®crata moderado o tradicional: de mejorar la protecci¨®n sanitaria de Obamacare a plantearse una cobertura universal; de reformar la fuerza de seguridad de inmigraci¨®n y aduanas de la frontera (el ICE, en sus siglas en ingl¨¦s) o abolirlo; o de reclamar una salario m¨ªnimo de 15 d¨®lares la hora e ir avanzando m¨¢s gradualmente en la mejora del poder adquisitivo de los trabajadores. Entre los inclinados por la primera postura y los defensores de la segunda se puede trazar esa l¨ªnea difusa que separa al dem¨®crata moderado (muchas veces preferido tambi¨¦n por el establishment) del llamado izquierdista.
Aunque Gillum, por ejemplo, no se considera socialista y fue delegado de Hillary Clinton en las primarias dem¨®cratas para las presidenciales, pero s¨ª aboga por avanzar hacia la sanidad universal. Ocasio-Cortez s¨ª se considera socialista, como Bernie Sanders (que rivaliz¨® con Clinton en 2016), alimentando una tendencia a seguir de cerca. Se ha disparado el n¨²mero de miembros de la organizaci¨®n de Socialistas Democr¨¢ticos de Am¨¦rica, que desde su fundaci¨®n en 1982 sol¨ªa mantenerse estable sobre los 6.000 miembros (y nunca m¨¢s de 10.000). Tras la victoria de Trump, el n¨²mero ha ido escalando hasta superar los 40.000, lo que sigue siendo testimonial en un pa¨ªs que hasta hace poco asociaba el t¨¦rmino socialista al comunismo sovi¨¦tico, pero representa un salto de p¨¦rtiga.
¡°No es infrecuente, en tiempos de polarizaci¨®n, como lo fue tambi¨¦n 1968, que se produzca una tensi¨®n en el partido entre los pragm¨¢ticos que quieren ganar apelando al centro y los izquierdistas que buscan el m¨¢ximo contraste con los republicanos¡±, seg¨²n George Edwards de la Universidad de Texas. A su juicio, ambas facciones tender¨¢n a fusionarse para las presidenciales de 2020, ¡°sobre todo si los nominados m¨¢s a la izquierda no logran ganar este noviembre¡±.
La divergencia entre moderados e izquierdistas tampoco debe leerse como una fractura, ya que, en la fase de primarias, como ocurre con todos los partidos y en todas las elecciones, las diferencias de los discursos se hacen m¨¢s evidente porque el aspirante a la candidatura compite por los votos de la misma base. Y no todos los vencedores en esta fase, en la que se eligen los nombres que pugnar¨¢n el 6 de noviembre, van a llegar a los esca?os. Mientras Ayanna Pressley, de Massachusetts, y Ocasio-Cortez, de Nueva York, tienen todas las papeletas para ganar, la victoria de Gillum ser¨ªa una proeza: los dem¨®cratas no gobiernan Florida desde 1999.
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