Tenemos que hablar de justicia
No parece buena idea buscar la paz social sin pensar en serio en los ¨®rganos que resuelven los litigios que en mucho la impiden
En el tema de la seguridad empatan bien percepci¨®n y realidad. Lo que pensamos se aproxima a lo que sucede. Sabemos que podemos ser v¨ªctimas porque hay altas probabilidades de serlo. Para contrarrestar los males de la inseguridad, hemos transformado nuestros patrones de vida. La convivencia ha disminuido, el disfrute de la cotidianidad tambi¨¦n. Los desplazamientos y la justicia por propia mano se suceden. La frustraci¨®n y el temor se generalizan. Se trata ya de formas de ser y de estar angustiantes y paralizantes. En expresi¨®n al uso, el tejido social est¨¢ quebrado y la condici¨®n individual afectada.
Por la gravedad de las cosas, pensar en la justicia debiera concentrar tiempo y talento
?Por qu¨¦, entonces, no se habla en serio de la justicia en estos d¨ªas de sue?os transformadores? ?Por qu¨¦ es tan poco y tan simple lo que se piensa sobre tan grave mal social? Sabemos que sin transformar la justicia no ser¨¢ posible ning¨²n cambio que nos lleve a la paz. Si quien delinque conoce de los pocos riesgos de ser castigado, no cambiar¨¢ su actividad. Los miles de pesos mensuales prometidos no ser¨¢n tan buenos como los ganados por realizar una actividad de suyo impune. En los planes no es claro qu¨¦ se piensa hacer para superar los males actuales, m¨¢s all¨¢ de los repetidos se?alamientos a los or¨ªgenes pol¨ªticos del pacto mafioso. Por la gravedad de las cosas, pensar en la justicia debiera concentrar tiempo y talento. Existen solo respuestas desarticuladas: o la resignaci¨®n al statu quo y el mantenimiento operativo de las fuerzas armadas sin un plan de salida, o las apuestas paralelas que posponen o evitan cambios de fondo. Estos ¨²ltimos son inquietantes.
As¨ª, se han propuesto dos cosas. Por una parte, el establecimiento de la ¡°justicia transicional¡±. El nombre suena bien. Evoca cambio y camino. Desafortunadamente, ese decir viene acompa?ado de componentes t¨¦cnicos para significar genocidio o grav¨ªsimos cr¨ªmenes de Estado. De actos que llevan a un Gobierno nacional a procesos internacionales sin diferenciar a los muertos y los desparecidos del 30 de noviembre o del 1 de diciembre de un 2012 o un 2018, por ejemplo. La justicia transicional comprende mecanismos constitutivos de la realidad con base en normatividades no nacionales. Tal vez eso se quiere. Propiciar de una vez un profundo juicio hist¨®rico-jur¨ªdico sobre nuestros gobernantes. Si es as¨ª, va a ser interesante encontrar las diferenciaciones entre un pasado y un futuro en el que pareciera habr¨¢ continuidades. M¨¢s de lo mismo, pero con otros nombres.
La otra soluci¨®n propuesta son las comisiones de la verdad. Tantas como sean necesarias para esclarecer tantas verdades como se requieran. La idea no suena mal. ?Qui¨¦n puede oponerse a la justicia pronta y rigurosa? Sin embargo, consideremos algunos peros. La primera es de magnitud. ?Cu¨¢ntas comisiones ser¨¢n necesarias? ?Habr¨¢ una por cada gran fosa, por cada acontecimiento o por cada geograf¨ªa? ?Cu¨¢l ser¨¢ el criterio no persecutorio ni clientelar de creaci¨®n? A lo decidido por las comisiones sobrevendr¨¢ otro asunto. ?Qu¨¦ car¨¢cter tendr¨¢n las determinaciones tomadas? La Constituci¨®n dispone que los delitos se investigan por el ministerio p¨²blico y la privaci¨®n a la libertad y a los derechos se determinan por jueces mediante el debido proceso. As¨ª, ?lo decidido por las comisiones ser¨¢n recomendaciones o se crear¨¢n estructuras paraconstitucionales?
En el primer caso, no es sensato generar expectativas en instrumentos tan poco eficaces; en el segundo, no es aconsejable establecer comit¨¦s de salud p¨²blica disfrazados. Lo que tal vez s¨ª convenga hacer, es echar mano de la serenidad que propicia la reflexi¨®n para as¨ª identificar bien y con calma lo que s¨ª debe y puede hacerse con el sistema de justicia. Si se piensa en todos los conflictos que ah¨ª se tratan de resolver y en las personas lastimadas por lo que se hace y no se hace, habr¨ªa motivos para tratar de mejorar el sistema. No parece buena idea buscar la paz social sin pensar en serio en los ¨®rganos encargados de resolver, cotidiana y constantemente, los litigios que en mucho la impiden.
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