Censura a la colombiana (Las Aguas, Bogot¨¢)
Fuera de la capital los periodistas colombianos s¨ª que se juegan la vida
Doy por sentada mi libertad. Escribo lo que quiero decir como lo quiero decir sin reparar en mi suerte ¨Cy mucho m¨¢s preocupado por cumplir con mi trabajo que por las consecuencias de opinar¨C hasta que alg¨²n lector me trata de valiente y me pregunta c¨®mo lidian los periodistas el acoso de los violentos. Me quedo mudo entonces. Porque no es que yo tenga valor, sino que debo entregar un par de textos por semana. Y no es que el lector me note el coraje, sino que sabe bien que en Colombia han matado 155 periodistas por la espalda, han ametrallado marchas de estudiantes, han ejecutado a miles de l¨ªderes sociales y han aniquilado reputaciones de cr¨ªticos con facilidad pasmosa. Y hoy, cuando las redes sociales se han vuelto un pelot¨®n de fusilamiento y los poderosos son m¨¢s tuiteros que poderosos, parece una locura trabajar para la prensa.
Por estos d¨ªas se ha hablado de amenazas a periodistas, de estigmatizaci¨®n de reporteros en las regiones, de excesos de pauta oficial en los medios, de robos de informaci¨®n period¨ªstica. La admirada columnista Mar¨ªa Jimena Duz¨¢n fue denunciada por cuestionar al fiscal del caso de Odebrecht. Y, a pesar de que hace un a?o la Corte Suprema llam¨® al expresidente Uribe a entregar el arma de la calumnia, el humorista pol¨ªtico Daniel Samper Ospina volvi¨® a ser el blanco favorito del partido uribista que en la teor¨ªa es el partido de gobierno y en la pr¨¢ctica es un culto de una sola mente, un ca¨®tico grupo de chat: Samper tuite¨® que si el alcalde de Bogot¨¢ quer¨ªa ¡°hacer frente a las palomas m¨¢s da?inas de la plaza de Bol¨ªvar¡± deber¨ªa empezar por la senadora Paloma Valencia, y el uribismo trat¨® en vano de acusarlo de ¡°maltratar a la mujer¡±.
Digo ¡°en vano¡± porque, luego de una breve lapidaci¨®n en las redes, Samper prob¨® el absurdo en un comunicado par¨®dico a la opini¨®n p¨²blica: su trino ¨Cescribi¨®¨C ¡°a lo sumo podr¨ªa ser interpretado como una invitaci¨®n a que el alcalde no ofrezca ma¨ªz a Paloma Valencia cuando se la encuentre en la plaza de Bol¨ªvar¡±, y aprovech¨® para dejar claro que en realidad estaba criticando a los pol¨ªticos que en una misma semana piden el retorno de la fumigaci¨®n con glifosato, rezan al Dios de la doble moral por el regreso de la fallida estrategia prohibicionista contra las drogas, proponen el fin para las cortes e inmunidad para los congresistas, olvidan que una guerra con Venezuela es una guerra entre pobres y entre ruinas, y dilapidan una semana colombiana de trabajo en proponer reformas que no van a suceder y en apedrear en vano a un humorista.
Digo ¡°en vano¡± porque el episodio sali¨® a favor de la libertad de expresi¨®n: hasta para los contradictores de Samper fue obvio que los politiqueros estaban refugi¨¢ndose en ese pensamiento de manada que anhela un ¨²nico partido, que obedece antes de que sea dada la orden, que es incapaz de defender los discursos ajenos, que amordaza. Algo as¨ª dije en el seminario de ¡°Libertad de expresi¨®n y estado de derecho¡± en la Universidad de los Andes, en el viejo barrio de Las Aguas, pero me falt¨® agregar que fuera de Bogot¨¢ los periodistas colombianos s¨ª que se juegan la vida, que si se quiere silenciar a alguien es porque el poder ha quedado reducido a la fuerza, que el triunfo de la censura ¨Cy de la comprensible autocensura¨C es la frustraci¨®n de lo humano, la derrota del derecho a la salud mental que suelen conservar quienes pueden expresar lo suyo.
Podr¨¢n decir que reclamo la libertad de los humoristas pol¨ªticos porque soy amigo de algunos, de Samper, de Vladdo, de Matador, pero no me podr¨¢n negar la gravedad del hecho de que los tres hayan tenido que andar por ah¨ª con escoltas.
Periodistas sat¨ªricos con guardaespaldas: para m¨ª esa es la medida de estos tiempos.
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