Bolsonaro es el favorito de las muchas razas de Brasil, menos de los negros
Una visita a la ciudad en la que creci¨® el candidato ultra y a una colonia cercana fundada por descendientes de esclavos refleja la enorme brecha racial y social
Desde la plaza central de Eldorado, una ciudad rural de 15.000 vecinos, se ve la escuela de paredes desconchadas donde Jair Messias Bolsonaro estudi¨® Secundaria. Y las calles, llenas de peque?os negocios de letreros pintados a mano hoy descoloridos, en las que jugaba. El populista de ultraderecha que, si se confirman los sondeos, presidir¨¢ Brasil tras las elecciones del domingo sigue presente en Eldorado, a 190 kil¨®metros al sur de S?o Paulo, pero de otra forma. Muchos coches lucen pegatinas con su retrato. Y su nombre se oye una y otra vez en boca de quienes crecieron con ¨¦l, que compiten por ver qui¨¦n lo canoniza antes.
Sonia Brisola, 54 a?os, amiga de Bolsonaro, hace pausas al borde de las l¨¢grimas mientras recuerda al padre del pol¨ªtico, dentista: ¡°Un hombre generoso, atento, muy querido en la ciudad, si no ten¨ªas dinero para que te quitase una muela te la quitaba gratis. Y Jair, bueno. Es imposible que te hablen mal de ¨¦l. Y no lo digo porque vaya a ser presidente¡±. En efecto, la opini¨®n parece un¨¢nime entre los vecinos blancos. Pero es una imagen enga?osa.
Tir?o, un enorme empleado negro de una de las dos gasolineras de Eldorado, advierte: ¡°De aqu¨ª para all¨¢, nadie te va a decir nada malo de Bolsonaro¡±, se?alando el centro. ¡°Pero de all¨¢ para ac¨¢, nadie te dir¨¢ nada bueno¡±, indicando otro barrio, mucho m¨¢s birrioso y alejado, Vila Nova Esperan?a, de mayor¨ªa negra.
En este pa¨ªs tan desigual y multirracial (el 8% de los brasile?os se declaran negros), el apoyo a uno u otro candidato var¨ªa notablemente en funci¨®n de la raza en la que el elector se encuadra. Bolsonaro triunfa entre los blancos; el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, entre los negros. A medida que la piel del elector se oscurece el militar retirado pierde apoyo (del 59% entre los blancos al 37% entre los negros), mientras el progresista lo gana (de 28% al 45%) como muestra una encuesta realizada por Datafolha tras la primera vuelta que divide el electorado en blancos, amarillos, mestizos, ind¨ªgenas y negros. Pese al rechazo de los gais y el recelo de las mujeres, en t¨¦rminos raciales todos prefieren a Bolsonaro salvo el ¨²ltimo grupo.
Ernesto, un vecino Vila Nova Esperan?a que camufla su identidad tras ese nombre, resopla ante la menci¨®n a Bolsonaro padre y relata un recuerdo casi sin pesta?ear: ¡°Una vez, en los ochenta, mi mujer ten¨ªa un dolor de muelas horrible. Horrible. Le pedimos que le arrancase la que ten¨ªa mal. Vino y, al poco, desisti¨®. ¡®A los negros no se les pueden arrancar los dientes. Est¨¢n demasiado duros¡¯, dijo. Nunca se me olvidar¨¢ eso. La dej¨® con la muela medio arrancada, tuvimos que ir a la ciudad a que la curasen¡±.
Su relato es tan dif¨ªcil de contrastar como las hagiograf¨ªas de las amigas de infancia del l¨ªder del Partido Social Liberal pero ambas ayudan a entender una brecha racial y pol¨ªtica que las actitudes y declaraciones racistas de Bolsonaro han acentuado.
En Eldorado hubo clubes sociales solo para blancos hasta bien entrados los sesenta, una vecina dice abiertamente que ¡°los negros son vagos dependientes de las ayudas del Estado¡±. Hay, adem¨¢s, otra condici¨®n: aqu¨ª hubo muchos esclavos hasta el XIX y ahora hay docenas de quilombos, las comunidades que estos fundaron tras ser liberados. Son poblachos en mitad del bosque que reciben discretas subvenciones del Gobierno y se dedican a cultivos artesanales; tambi¨¦n son la obsesi¨®n de la cultura racista brasile?a, que no ve su utilidad. Tras visitar uno en 2017, Bolsonaro cont¨® que ¡°el afrodescendiente m¨¢s delgado¡± pesaba unos ¡°105 kilos¡± y ¡°ni para procrear sirve ya¡±.
Dit?o, de 63 a?os, canoso de ojos grises por las cataratas, l¨ªder del mayor quilombo de la zona, el de Ivaporunduva, recibe en su platanera con las chancletas Hawaianas bien hundidas en el barro. ¡°Eldorado sigue la mentalidad colonial: t¨² mandas, yo obedezco¡±. Muchos creen que la gente de los quilombos no puede pensar, no puede llevar un negocio, no puede entrar en pol¨ªtica. Solo estamos para obedecer. O¨ªr y obedecer¡±.
La brecha racial es menos brutal en una ciudad como S?o Paulo. Y un paseo por un centro comercial de un barrio mixto muestra que el rechazo a Bolsonaro disminuye entre los mestizos que han prosperado. Celia Reis, 72 a?os, y su hija incluso lo van a votar con tal de echar al Partido de los Trabajadores del encarcelado Lula. Los temores que despierta la probable presidencia de Bolsonaro son distintos en funci¨®n de la raza como muestran la asesora jur¨ªdica en derechos humanos Flavia Juli?o, 39, y su amiga. El mayor temor de la activista, de color, es ¡°un regreso al 64, a la dictadura¡±. La profesora Patricia Alonso, 40, blanca, apunta a otra ¨¦poca: ¡°Yo, de volver a Collor (Fernando Collor de Mello)¡±, es decir, a la hiperinflaci¨®n.
La abogada Juliao est¨¢ convencida de que el ampl¨ªsimo apoyo a Bolsonaro obedece, aunque no se explicite, a un rechazo a los logros izquierdistas de los ¨²ltimos a?os para reducir la abismal desigualdad. ¡°Le votan no porque les guste Bolsonaro, sino para frenar esa mejora o incluso revertirla¡±, sostiene. Elisana Santos es una muestra de c¨®mo han prosperado millones de brasile?os de color en los ¨²ltimos a?os. Hija de una empleada del hogar y de un herrero, a sus 19 a?os acaba de terminar la escuela. Quiere ir a la universidad, as¨ª que est¨¢ mirando cursos mientras hace presupuestos. Probablemente pueda beneficiarse de las cuotas que tanto aborrece Bolsonaro pero, recalca, ¡°para esas plazas tambi¨¦n hay mucha competencia¡±. Est¨¢ entre las tres personas que m¨¢s ha estudiado en su familia.
Pero la universidad y S?o Paulo est¨¢n muy lejos de Dit?o y su plantaci¨®n de pl¨¢tanos, donde vive con preocupaci¨®n el devenir del pa¨ªs. No tiene la menor duda de que con Bolsonaro la dictadura volver¨¢ de una forma u otra, impl¨ªcita o expl¨ªcitamente. ¡°Libertad es que cuando un polic¨ªa choca su coche contra el de un negro, la culpa es el del polic¨ªa; dictadura es cuando pasa lo mismo y el negro acaba en la c¨¢rcel¡±, dicta. ¡°Y ese es un problema que no queremos que vuelva¡±.