El Brasil sin ley que arma los planes de Bolsonaro
La creciente inseguridad ha dado munici¨®n al discurso demag¨®gico del candidato ultraderechista. Muchos vecinos de las favelas temen que sus propuestas radicales empeoren la situaci¨®n
El Brasil del que alerta Jair Bolsonaro ya existe. Lo sufre Arthur Viana, que es negro y vive en una favela de R¨ªo de Janeiro. O por eso mismo. Hace unos 10 a?os, estaba con unos amigos, al salir de la escuela, cuando se desat¨® la locura. En la zona hab¨ªa grupos armados, ¡°como siempre¡±, y tambi¨¦n polic¨ªas de inc¨®gnito. Agentes que comenzaron el tiroteo. La calle estaba repleta. ¡°No pod¨ªa mirar si alguien se hab¨ªa quedado en el camino, fue un trauma¡±. Con 21 a?os, ha perdido amigos, familiares. A su t¨ªo, que era miembro de esos grupos criminales. ¡°Ya se hab¨ªa rendido y deb¨ªa ser detenido y procesado, pero dio igual, un polic¨ªa lo acuchill¨®. Hoy mi primo, de tres a?os, sigue con miedo porque sabe lo que ocurri¨®¡±.
Lo sufre Lucas Fordes, de 16 a?os, f¨ªsicamente un clon del futbolista MBappe, que se mueve inquieto en una silla con ruedas mientras escucha a Viana, antes de contar su caso. Sus historias: la del d¨ªa en que lo polic¨ªas entraron en la escuela a buscar a un atracador que hab¨ªa robado un m¨®vil y amenazaron con disparar. O el periodo en el que el Ej¨¦rcito tom¨® el control de la favela de Mar¨¦, donde vive, antes de los Juegos Ol¨ªmpicos de R¨ªo de 2016. ¡°No pod¨ªa andar con tranquilidad en la calle sin ser abordado o revisado¡±. La noche en que mataron a su padre: una madrugada, durante el periodo de ocupaci¨®n militar, estaba bailando funk, bebiendo con unos amigos, cuando los militares se acercaron y en un choque con ellos le propinaron unas descargas el¨¦ctricas. Hab¨ªa testigos, pero no pas¨® nada. El caso sigue pendiente de una decisi¨®n judicial. ¡°Se est¨¢ tramitando¡±, dice.
Tambi¨¦n, en otra medida, lo sufren en el selecto barrio de Ipanema, donde Fernanda Franco, de 35 a?os, frente a una librer¨ªa, asegura que ¡°todo esto es muy peligroso¡± y recuerda que le han intentado atracar en dos ocasiones con un arma en el ¨²ltimo a?o. Por eso, dice, votar¨¢ a Bolsonaro, aunque la mueca que hace esconde una suerte de petici¨®n de perd¨®n.
En el pa¨ªs m¨¢s grande de Am¨¦rica Latina los datos de las muertes violentas no han parado de subir en los ¨²ltimos a?os. En 2017 bati¨® un r¨¦cord, 63.880 homicidios, unos siete por hora. Indignados, los ciudadanos quieren respuestas r¨¢pidas. Y el candidato de extrema derecha, favorito para la victoria este domingo, se las da. La ola de inseguridad es munici¨®n para sus propuestas. Con un duro discurso que refleja toda esa indignaci¨®n, acompa?ado por su caracter¨ªstico gesto en el que simula una pistola con el pulgar y el ¨ªndice, Bolsonaro propone facilitar el acceso a las armas de la gente; estimular que los polic¨ªas maten, al decir que m¨¢s que ser procesado, quien ejecute a un criminal deber¨¢ ser condecorado; y endurecer el c¨®digo penal, para incrementar de presos las ya superpobladas c¨¢rceles. M¨¢s que un ant¨ªdoto, muchos temen que esto propicie un incremento de la violencia y que su puesta en marcha le convierta en una versi¨®n tropical del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte.
¡°Esas medidas son demag¨®gicas, populistas y electorales¡±, resume Silvia Ramos, soci¨®loga y experta en seguridad p¨²blica. Lo ¨²nico que le tranquiliza es que para poner en marcha los planes que tiene, Bolsonaro deber¨¢ cambiar decretos, nuevas leyes, modificar la Constituci¨®n, para lo que necesitar¨¢ apoyos de todo el arco pol¨ªtico. ¡°Si lo logra, esas medidas desatar¨¢n las cifras de violencia¡±, advierte Ramos, quien sit¨²a el foco en la vecina Venezuela, el flanco preferido, por otra parte, de Bolsonaro para atacar a Haddad. En l¨ªnea con millones de sus seguidores, el candidato ultra ha hecho calar la idea de que un posible triunfo del Partido de los Trabajadores convertir¨ªa a Brasil en un clon de su vecino por su pasada simpat¨ªa con el r¨¦gimen chavista. No obstante, son las intenciones de Bolsonaro las que m¨¢s se asemejan a las de Maduro, que ha puesto en marcha las Operaciones para la Liberaci¨®n y Protecci¨®n del Pueblo y fortalecido los colectivos, los grupos equivalentes a lo que en Brasil se denomina milicias.
El fen¨®meno de las milicias se concentra sobre todo en el Estado de R¨ªo de Janeiro. Se trata de grupos paramilitares, formados sobre todo por polic¨ªas o bomberos, en servicio o en la reserva, que controlan territorios en la zona oeste de la capital u otros municipios. Promet¨ªan llevar seguridad a esos sitios, por lo que durante mucho tiempo han sido respaldados por pol¨ªticos. Pero al fin y al cabo implantaron un r¨¦gimen de terror y extorsi¨®n. Controlan los servicios de gas, agua e Internet, disputan territorios con el narcotr¨¢fico y se presentan a elecciones. ¡°Con Bolsonaro, si los controles sociales del uso de la violencia dejan de existir, significa que un polic¨ªa estar¨¢ libre para hacer lo que quiera. Para sobornar o unirse a grupos de exterminio y grupos milicianos¡±, explica Daniel Cerqueira, economista del Instituto de Investigaci¨®n Econ¨®mica Aplicada y consejero del F¨®rum de Seguridad P¨²blica. ¡°La violencia policial siempre viene con la corrupci¨®n. El polic¨ªa que tiene autorizaci¨®n para matar tambi¨¦n tiene la autorizaci¨®n para extorsionar¡±, a?ade la soci¨®loga Ramos.
¡°Si incentivamos que la polic¨ªa mate aun m¨¢s y que la gente tenga armas, apelando a la violencia y el odio, estamos creando un terreno f¨¦rtil para que esos grupos se expandan¡±, opina Ignacio Cano, soci¨®logo de la Universidad del Estado de R¨ªo de Janeiro, quien a?ade: ¡°Los polic¨ªas brasile?os reconocen que matan a m¨¢s de 5.000 personas al a?o, sin contar las ejecuciones sumarias. Eso va a aumentar con Bolsonaro, cuando dice que el polic¨ªa no va a ser procesado. Los polic¨ªas casi nunca son procesados¡±.
Da fe de ello Denise de Moraes, de 53 a?os. Hace cuatro que un polic¨ªa mat¨® a su hijo Caio, de 20. Durante una manifestaci¨®n recibi¨® un tiro en la espalda. El crimen sigue impune. ¡°La polic¨ªa va a tener [si gana Bolsonaro] m¨¢s poder del que ya tiene¡±, lamenta esta comerciante, a quien un triunfo de Haddad tampoco le convence. ¡°Yo lo que quiero es un desarme, a mi familia la han matado las armas¡±. El agente que dispar¨® a su hijo pertenec¨ªa a ese batall¨®n que lleva un nombre que termina por resultar una paradoja macabra: Unidad de Policia Pacificadora (UPP). En el edificio de la comunidad Nova Bras¨ªlia, la comisar¨ªa a la que pertenec¨ªa, en pleno Alem?o, son visibles los boquetes que los disparos de armas pesadas han dejado. Ser¨ªa in¨²til taparlos, los enfrentamientos son constantes. Mariete, una se?ora mayor, camina esta ma?ana lluviosa de jueves cerca de la comisar¨ªa baleada. Mira de reojo a algunos polic¨ªas apostados y con desprecio comienza a contar que el d¨ªa anterior un se?or de unos 70 a?os muri¨® de una bala perdida. Que, d¨ªa tras d¨ªa, con el cambio de guardia, la polic¨ªa entra insultando, que todos saben quienes son. Que los enfrentamientos entre agentes y criminales se producen por la ma?ana. Y nadie hace nada.
¡°Los vecinos saben lo que quieren, lo que necesitan. Lo entienden muy bien¡±, dice a unos kil¨®metros de ah¨ª Arthur Viana, el joven que decidi¨® ser activista despu¨¦s del asesinato de Marielle Franco, una concejal negra que se cri¨® en la favela. Luchaba contra la pol¨ªtica de guerra contra las drogas que todos los a?os mata a miles de j¨®venes, sobre todo negros, en las periferias de Brasil. ¡°Si no lo hacemos los nuestros seguir¨¢n muri¨¦ndose. El reto es construir una comunidad, uniendo a quienes son de derechas, quienes votan a Bolsonaro, que tambi¨¦n saben que las cosas tienen que mejorar, y los activistas de derechos humanos¡±. Con aplomo: ¡°La guerra contra las drogas es una excusa para mantener el control social. Es una cuesti¨®n econ¨®mica, porque hay personas que se est¨¢n lucrando, y esas personas no viven aqu¨ª. A los pol¨ªticos les gusta jugar con el miedo de las personas desde siempre¡±.
Viana, como Marielle Franco, naci¨® y creci¨® en el Complejo da Mar¨¦, un conglomerado de 16 favelas donde viven 140.000 habitantes, controlado por varios grupos armados. Ubicado entre dos importantes v¨ªas de R¨ªo, el ¨²ltimo a?o se realizaron 41 operaciones policiales, los centros de salud estuvieron cerrados durante 45 d¨ªas y las escuelas no funcionaron 35, seg¨²n la ONG Redes da Mar¨¦. En una actividad de esta organizaci¨®n, el pasado jueves, Viana y Lucas Fordes se reunieron con un grupo de ni?os y ni?as que hace pocos a?os eran ellos mismos. Llevaban folletos que recordaban qu¨¦ puede y no puede hacer la polic¨ªa al entrar: ¡°El polic¨ªa tiene que identificarse y decir su puesto¡ Pero no puede ofender a una persona¡±, recordaban. Son derechos b¨¢sicos que no acaban de llegar a Mar¨¦.
Cuando al final trataron de que los chicos contribuyesen al debate, solo Cau?, de 14 a?os, se anim¨® a hablar: ¡°Todo esto ocurre porque no conviven con nosotros aqu¨ª dentro, no saben por lo que pasamos. Lo que m¨¢s nos perjudica no son los bandidos o las drogas, sino los gobernadores, la polic¨ªa. ?C¨®mo vamos a tener una mejor educaci¨®n si hay tres operaciones policiales todos los meses?¡±
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