De la mano de Teodoro Petkoff
Periodista, editor y pol¨ªtico se convirti¨®, sin propon¨¦rselo, en el observador m¨¢s agudo, m¨¢s asertivo, m¨¢s devoto y m¨¢s imparcial de los procesos democr¨¢ticos venezolanos
Pertenezco a una generaci¨®n que, hacia 1958, naci¨® con los inicios de la democracia venezolana. ?ramos ni?os, pero tambi¨¦n nuestra democracia era una ni?a, con traje de luces que todos le hab¨ªamos puesto. Si ¨¦ramos traviesos e inconscientes, la democracia tambi¨¦n lo era porque no sab¨ªa c¨®mo dar sus primeros pasos: no ten¨ªa un padre que la guiara o una madre que le susurrara algunos consejos. Antes hab¨ªa habido impulsos, amagos, para olerla o intuirla, pero siempre el militarismo decimon¨®nico estaba al acecho, frustrando todos los pasos. Algo hab¨ªa madurado el estamento civil y pol¨ªtico para cuidar a la criatura, para entender que con ella pod¨ªamos vivir a nuestro aire, crecer todos juntos, respetar las diferencias y sentir en carne propia lo que pod¨ªa ser el concepto de libertad. Mi infancia en los a?os 60, vivida en campos petroleros, me permiti¨® tener todo tipo de amigos: los que ven¨ªan de la monta?a, del mar, de los llanos, de la selva, del extranjero. Cada sal¨®n de clases estaba lleno de rostros multicolores, de costumbres distintas, de apetencias dis¨ªmiles, pero cada quien se reconoc¨ªa como parte de un todo indisociable: ¨¦ramos una apuesta al futuro y todos ten¨ªamos muchas ganas de vivir.
Pronto comenzamos a reconocer la pol¨ªtica por los colores: blancos eran los socialdem¨®cratas; verdes los socialcristianos; amarillos los republicanos; rojos los comunistas. Los partidos se alternaban y expon¨ªan sus programas de gobierno, y cada cinco a?os cambi¨¢bamos de presidente. Los primeros tres gobiernos democr¨¢ticos (Betancourt, Leoni, Caldera) fueron los mejores: la educaci¨®n p¨²blica era insuperable, las campa?as sanitarias curaban todas las enfermedades, los planes de vivienda pululaban, la reforma agraria sembraba los campos de cultivos, y por primera vez el pa¨ªs tuvo una red de carreteras que un¨ªa a todos los poblados. Sin embargo, surg¨ªan amenazas: una escisi¨®n del Partido Comunista copiaba la receta cubana y se iba a la guerrilla, y tambi¨¦n a partir del gobierno de P¨¦rez aparec¨ªan los primeros indicios de corrupci¨®n. Los que para entonces ya ¨¦ramos j¨®venes, el bipartidismo verdiblanco nos parec¨ªa insuficiente, pero lo prefer¨ªamos a una izquierda claramente anquilosada. Cuando vot¨¢bamos en los a?os 70 ya lo hac¨ªamos por el menos malo, sin que nunca tuvi¨¦ramos un candidato de nuestra preferencia. Los aires de cambio, para los que busc¨¢bamos una profundizaci¨®n de la democracia, llegaban con un breve libro llamado Checoeslovaquia: el socialismo como problema, escrito por Teodoro Petkoff, un prominente militante que hab¨ªa roto con el Partido Comunista y que tambi¨¦n regresaba desencantado de la guerrilla. Era la primera vez que le¨ªamos una cr¨ªtica rotunda contra el estalinismo y que nos propon¨ªan una tercera v¨ªa: la del socialismo democr¨¢tico. Luego en un libro posterior, Proceso a la izquierda, Petkoff profundizaba todav¨ªa m¨¢s y ejerc¨ªa la cr¨ªtica para condenar el modelo sovi¨¦tico y la autocr¨ªtica para condenar su propio pasado pol¨ªtico.
Pronto tuvimos en la escena pol¨ªtica venezolana un nuevo partido de color naranja, el Movimiento al Socialismo, por el que vot¨¢bamos los estudiantes, los j¨®venes profesionales, las clases medias y los izquierdistas dem¨®cratas. En las elecciones siguientes nunca super¨® el 7% del voto general, lo que no dej¨® de ser frustrante, porque claramente el electorado venezolano nunca apost¨® por esa v¨ªa, pero al menos nos quedaba una referencia ¨¦tica con la cual medir el deterioro progresivo de la democracia que tanto nos hab¨ªa costado alcanzar. Podr¨ªamos decir que hasta all¨ª lleg¨® la vida pol¨ªtica de Petkoff, pero a mi manera de ver all¨ª realmente comenz¨®, porque sin propon¨¦rselo se convirti¨® en el observador m¨¢s agudo, m¨¢s asertivo, m¨¢s devoto, m¨¢s imparcial, de los procesos democr¨¢ticos venezolanos, alertando los peligros, denunciando los desvar¨ªos y asumiendo posturas muy valientes que, por ejemplo, le significaron prohibici¨®n de salida del pa¨ªs: la c¨¢rcel grande donde prefiri¨® morar hasta el fin de sus d¨ªas. Desde los peri¨®dicos que pudo dirigir, desde las tribunas en las que supo hablar, desde las entrevistas que consinti¨® ofrecer, sus opiniones siempre fueron una luz, una gu¨ªa, y m¨¢s en tiempos de chavismo, cuando con una ret¨®rica izquierdosa se quer¨ªa revestir un nuevo asalto al poder de militares redivivos.
Una vez me toc¨® entrevistar a Petkoff para la revista Encuentro que dirig¨ªa en Madrid el narrador cubano Jes¨²s D¨ªaz, y cuando le pregunt¨¦ por los riesgos de la fatiga democr¨¢tica, esta fue su respuesta: ¡°Si en democracia no haces las reformas necesarias a tiempo, le est¨¢s abriendo el camino a las respuestas aventureras, demag¨®gicas y hasta dictatoriales. De modo que el antivirus de la democracia est¨¢ en el reformismo avanzado. Eso fue lo que Europa pudo hacer despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, ideando respuestas pol¨ªticas y sociales a una crisis sin precedentes. Tenemos el gran desaf¨ªo de darle a la v¨ªa democr¨¢tica el s¨®lido sustento que supo darle Europa cuando, en una alianza t¨¢cita entre los dos grandes centros pol¨ªticos ¨Cla socialdemocracia y el socialcristianismo¨C pudo aislar progresivamente a los extremos y reducirlos a los m¨¢rgenes de la sociedad¡±.
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