La Am¨¦rica del tofu frente a la Am¨¦rica de la carne
Texas representa el pulso de EE UU en las legislativas, desde la brecha entre campo y ciudad, al empuje de los latinos y el debate migratorio
Beto O¡¯Rourke aparece en un parque p¨²blico de Austin sin que apenas nadie se d¨¦ cuenta. Llega, como es habitual, conduciendo su propio coche, un Dodge familiar color gris, aparca, da unos pasos y alguien que lo reconoce da la voz: ¡°?Beto!¡±. Entonces, como si se tratara de una estrella rock, se ve inmediatamente rodeado por gente que quiere abrazarle, fotografiarse con ¨¦l y cosas m¨¢s serias: prometerle que le convertir¨¢ en el primer progresista que el Estado de Texas env¨ªa a Washington en 24 a?os.
Porque Robert Francis Beto O¡¯Rourke, un congresista de 46 a?os, formado en la Universidad de Columbia y due?o de una empresa tecnol¨®gica, se ha convertido en uno de los candidatos m¨¢s electrizantes del Partido Dem¨®crata en las elecciones legislativas que se celebran en Estados Unidos el martes. Alto, bien parecido y con un don de gentes arrollador, el candidato al Senado est¨¢ llevando a cabo una campa?a muy personal, pateando cada rinc¨®n del Estado en todo tipo de actos ¡ªgrandes, peque?os y medianos¡ª para promover una agenda desacomplejadamente socialdem¨®crata en un santuario republicano como Texas.
Analistas y admiradores lo llaman el Bob Kennedy de Texas, pero en versi¨®n moderna. Beto fue bajista de una banda de punk, Foss, en los noventa, ¨¦poca en la que lo arrestaron dos veces, una por saltar la valla de un campus y otra por conducir bajo los efectos del alcohol, aunque ambos cargos se acabaron desechando. Graba v¨ªdeos en Facebook casi a diario, muchos mientras conduce por la carretera, y defiende la legalizaci¨®n de la marihuana.
El pasado mi¨¦rcoles por la tarde, cuando se dirigi¨® a los seguidores reunidos en el parque de Mueller Lake, subido a una escalera y con un altavoz, areng¨® al p¨²blico m¨¢s all¨¢ del 6 de noviembre: ¡°Este pa¨ªs necesita un cambio de liderazgo¡±, dijo, ¡°y eso tiene que venir de este Estado¡±. Texas no elige a un senador dem¨®crata desde 1988 y ninguno ha ganado una elecci¨®n de ¨¢mbito nacional desde 1994, pero la alta participaci¨®n que se espera, lo ajustado de las encuestas y el dinero recaudado han abonado esperanzas. Enfrente tiene al senador actual, Ted Cruz, de 46 a?os, de quien le separa un abismo personal e ideol¨®gico. Excandidato presidencial, pata negra del conservadurismo religioso y vinculado al Tea Party, el senador sigue seis puntos por delante en las encuestas, pero compite sin dar nada por ganado.
Tambi¨¦n formado en una universidad de ¨¦lite, Princeton, Cruz describe a su rival como ¡°un radical de la izquierda que quiere las fronteras abiertas¡± y azuza el miedo a que se acabe desfigurando debido a una ola progresista for¨¢nea que trata de imponer su estilo de vida. Ese argumento lo llev¨® al ¨¦xtasis en septiembre, cuando ante seguidores, advirti¨® gr¨¢ficamente: ¡°Quieren que seamos igual que California, con su tofu, su silicio y su pelo te?ido¡±. Poco despu¨¦s, el grupo animalista PETA protest¨® en uno de sus actos con un asado de tofu, lo que le dio al republicano la r¨¦plica en bandeja. Con algo de sorna, tuite¨®: ¡°Esto ilustra lo que est¨¢ en juego en esta elecci¨®n: Si Beto gana, ?prohibir¨¢ la barbacoa!¡±, un sacrilegio en el universo texano de la carne.
Texas representa las tensiones en el ser o no ser de EE UU, todo eso que se juega en su elecci¨®n el martes a nivel nacional: la brecha pol¨ªtica entre el campo y la ciudad; el empuje de los latinos, que ser¨¢n el grupo de poblaci¨®n m¨¢s numeroso en 2022; el debate migratorio, marcado por la proximidad con la frontera mexicana; y la apuesta dem¨®crata por recuperarse del trauma de 2016 con un perfil joven de discurso progresista. En una r¨¦plica de la campa?a que Donald Trump est¨¢ llevando a cabo a nivel nacional, Cruz desecha la buena marcha de la econom¨ªa como principal baza electoral y apuesta sus fichas al debate identitario. La Am¨¦rica del tofu, seg¨²n su caricatura, frente a la Am¨¦rica de la carne.
El pero es que Texas, seg¨²n la forma de Cruz de entender el mundo, ya es California en muchos lares. No solo porque en ciudades como Austin, adem¨¢s de una excelente barbacoa, la oferta de tofu en tiendas y restaurantes es considerable, sino porque todas las grandes capitales del Estado ¡ªAustin, Dallas, Houston, San Antonio o El Paso¡ª votaron a Hillary Clinton en 2016, en lo que constituye una tendencia. El tir¨®n de estas urbes, con cada vez m¨¢s negocios vinculados a la econom¨ªa digital, atrae a estadounidenses de territorios eminentemente dem¨®cratas, con los correspondientes efectos pol¨ªticos.
Dwayne Smetzer, de 52 a?os, gay y dem¨®crata, bromeaba el mi¨¦rcoles con que, al final, esa ola azul (el color que identifica al partido en EE UU) de la que tanto se habla consist¨ªa en una ola de gente progresista que inundaba las ciudades de feudos conservadores. ¡°Yo soy de Pensilvania, me mud¨¦ hace cuatro a?os porque mi marido empez¨® a trabajar en una tecnol¨®gica aqu¨ª, est¨¢ viniendo mucha gente¡±, comentaba en el acto de campa?a de O¡¯Rourke. A diferencia de otros entusiastas, no parec¨ªa convencido de su victoria, pero s¨ª de que Texas ser¨ªa cada vez m¨¢s progresista.
A los dem¨®cratas les cuesta mucho m¨¢s conseguir esca?os en el Congreso o llegar al Gobierno porque sus votantes se concentran en las grandes ciudades y el sistema electoral estadounidense prima las zonas rurales, lo que hace posible que los republicanos controlen Congreso, Senado y Casa Blanca con menos de la mitad de los votos. The Economist calcul¨® este verano que para que un dem¨®crata gane una elecci¨®n debe obtener como promedio un 7% m¨¢s de papeletas. Pero EE UU es cada vez m¨¢s urbanita, lo que puede acabar amortiguando ese resultado: desde 2014, seg¨²n datos de la Brookings Institution, el 96% de todo el crecimiento de poblaci¨®n se concentr¨® en las 53 mayores ciudades y en las presidenciales de 2016, Donald Trump no gan¨® en ninguna de las de m¨¢s de un mill¨®n de habitantes.
O¡¯Rourke propone la sanidad universal, defiende la subida de los salarios de los profesores y se adentra sin temores en el debate migratorio. Esta semana, mientras el presidente anunciaba el env¨ªo de soldados a la frontera con el argumento de frenar una caravana de inmigrantes procedente de Centroam¨¦rica, el congresista acudi¨® a Brownsville, uno de los puntos calientes de la llegada de irregulares, para criticar el estado de ¡°paranoia¡± y afirmar con optimismo que ¡°nunca ha habido mejor momento para estar vivos, ser de Texas y de la zona fronteriza entre EE UU y M¨¦xico¡±. El candidato, que es originario de El Paso y habla algo de espa?ol, espera obtener un buen n¨²mero de votos de latinos, que representan el 39% de la poblaci¨®n, frente al 42% de los blancos no hispanos.
El analista conservador Rick Tyler, antiguo estratega de Cruz, rechaza que el auge de ese colectivo deba suponer necesariamente una mala noticia para los republicanos y critica el efecto Trump. ¡°A diferencia de California, a los republicanos de Texas les sol¨ªa ir bien con los latinos, ya que hay muchos motivos econ¨®micos y religiosos por los que un latino puede sentir al Partido Republicano como suyo. No creo que su voto natural tenga que ser el dem¨®crata, pero si eliges a un presidente que tiene un discurso racista contra los latinos, los alienas, y se van¡±, lamenta. Tyler ve caduco el concepto de ¡°voto latino¡±. ¡°?Alguien sabe lo que tienen en com¨²n [la dem¨®crata] Nancy Pelosi y [el republicano] Rudy Giuliani? Que son de origen italoamericano. Pero nadie habla de votante italoamericano, o irland¨¦s, el concepto de voto latino cambiar¨¢ cuando pase el tiempo y haya m¨¢s asimilaci¨®n¡±, afirma.
En otras zonas de Texas cala para bien el discurso de mano dura contra la inmigraci¨®n. A tan solo 30 minutos en coche de Austin ya se entra en territorio Trump. En la ciudad de Georgetown, Patrick Broccolo, un joven de 23 a?os que trabaja como soldador y es padre de una ni?a, cuenta que carece de seguro m¨¦dico, que cuando se rompi¨® la mano perdi¨® uno de sus dos empleos y que le cuesta pagar las facturas m¨¦dicas, pero no duda un ¨¢pice sobre su voto: ¡°Los inmigrantes deben cumplir las normas, como hizo mi abuelo, que vino de Polonia¡±, afirma, mientras que, apunta, ¡°los dem¨®cratas dejar¨¢n pasar a todos¡±.
Otros, como Vicky, camarera del restaurante Roots, votar¨¢n a Cruz sin entusiasmo. De 56 a?os, y en Texas desde hace 20, dice que Trump ¡°no tiene mucha clase, da un poco de verg¨¹enza¡±. ¡°Pero mis impuestos no han subido, financieramente me va mejor.
El sue?o dem¨®crata de recuperar Texas se las ver¨¢ con un voto republicano muy arraigado y una buena marcha de la econom¨ªa que desmoviliza a muchos opositores y acaba de convencer a los dudosos. ¡°Hay unos tres millones de personas que han venido de otros Estados en los ¨²ltimos a?os y que no sabemos lo que votan, lo vamos a averiguar ahora¡±, explica Richard Parker, autor de Lone Star Nation: How Texas Will Transform America. Pero el mi¨¦rcoles pasado, en Austin, una de las betistas m¨¢s entusiasta, Lorna Richardson, de 59 a?os, no daba margen a la duda: ¡°Trabajo como voluntaria y veo lo fuerte que es esto, hay mucho enfado con Trump. Beto va a ganar¡±.
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