El s¨ªndrome de Jerusal¨¦n del conflicto palestino
Un a?o despu¨¦s del vuelco dado por Trump al reconocer a la Ciudad Santa como capital de Israel, el ¡°acuerdo definitivo¡± de paz que propugna la Casa Blanca se presenta como una quimera
La buena nueva del ¡°acuerdo definitivo¡± de paz para Oriente Pr¨®ximo que Donald Trump predicaba durante la campa?a electoral se ha convertido una quimera durmiente en los cajones de la Casa Blanca. El presidente de Estados Unidos s¨ª que cumpli¨® lo prometido, hace ahora un a?o, al reconocer Jerusal¨¦n como capital del Estado jud¨ªo en un vuelco a siete d¨¦cadas de consenso diplom¨¢tico sobre el estatuto de la Ciudad Santa. Israel ocup¨® en 1967 la parte oriental, que incluye los lugares sagrados del recinto amurallado, y la anexion¨® 13 a?os m¨¢s tarde pese a la condena internacional. Se trata precisamente del sector urbano en el que los palestinos aspiran a establecer la capital de su futuro Estado.
La patada al statu quo que hab¨ªa sido respetado por todos los mandatarios norteamericanos tras el nacimiento en 1948 del Estado hebreo ha arruinado el papel mediador de Washington ante los responsables palestinos, que han roto todas las relaciones con la Administraci¨®n Trump, y ha reavivado el conflicto en la franja de Gaza, hibernado despu¨¦s de la guerra que devast¨® el enclave mediterr¨¢neo hace cuatro a?os. La coincidencia del Gobierno israel¨ª m¨¢s conservador en la historia reciente, encabezado por Benjam¨ªn Netanyahu, con la presidencia de EE UU m¨¢s favorable a los intereses de Israel parece haber disipado las esperanzas de una reanudaci¨®n de las negociaciones de paz entre ambas partes, paralizadas desde abril de 2014.
El ¡°corpum separatum¡± ¨Cas¨ª defini¨® la ONU el estatuto internacional de Jerusal¨¦n al aprobar la creaci¨®n de un Estado jud¨ªo tras la partici¨®n de la Palestina hist¨®rica bajo mandato brit¨¢nico¨C es ahora una capital ¡°eterna y unida¡± para Israel. Los m¨¢s de 300.000 palestinos que la habitan, una tercera parte de la poblaci¨®n, solo cuentan con permiso de residencia en su ciudad natal.
La ruptura con EE UU se ha escenificado en particular en la clausura de la representaci¨®n de Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina en Washington y en la desaparici¨®n del Consulado General norteamericano en Jerusal¨¦n ¨Cconsiderados ambos embajadas oficiosas¨C como medida de presi¨®n al presidente Mahmud Abbas para que reanude los contactos. La cancelaci¨®n de la contribuci¨®n econ¨®mica estadounidense a la UNRWA, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, ha contribuido adem¨¢s a incrementar la tensi¨®n entre quienes dependen de la ayuda exterior para subsistir, como el 80% de los residentes en Gaza.
El pasado 14 de mayo, Trump tambi¨¦n cumpli¨® su compromiso al trasladar la Embajada estadounidense desde Tel Aviv, donde se asentaban hasta entonces todas las legaciones diplom¨¢ticas, a la Ciudad Santa, en una medida que solo fue finalmente secundada por Guatemala. Mientras el descontento palestino emerg¨ªa con tibieza en Cisjordania y Jerusal¨¦n oriental, en la Franja de Gaza ¨Cdonde dos terceras partes de su poblaci¨®n son precisamente refugiados¨C se ha registrado un estallido protestas en la frontera israel¨ª que alcanz¨® su pico en esa misma fecha, con la muerte de 62 manifestantes por disparos de las tropas. M¨¢s de 230 palestinos han perdido la vida, frente a dos personas en Israel, a lo largo de cerca de nueve meses de conflicto no declarado que ha estado a punto de degenerar en una nueva guerra abierta.
La estrategia del antiguo magnate inmobiliario ¨C ejercer presi¨®n sobre quienes se niegan a aceptar sus condiciones en los negocios¨C est¨¢ apuntando sin embargo hacia resultados adversos para los intereses israel¨ªes. El aislamiento del presidente Abbas amenaza con deteriorar la coordinaci¨®n que las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina mantienen con Israel, clave para prevenir atentados en Cisjordania y Jerusal¨¦n Este, donde se asientan m¨¢s de 600.000 colonos jud¨ªos. La movilizaci¨®n popular en la frontera de Gaza, mientras tanto, ha devuelto protagonismo pol¨ªtico a Ham¨¢s, que controla de facto la Franja costera desde hace 11 a?os. El movimiento islamista, que hace apenas un a?o se mostraba dispuesto a devolver el Gobierno del enclave a Abbas, negocia ahora un alto el fuego permanente y la reconstrucci¨®n econ¨®mica del territorio gracias a la mediaci¨®n de Egipto.
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