Una pausa para la caravana migrante por Nochebuena
Tras m¨¢s de 1.500 kil¨®metros, medio centenar de centroamericanos celebran la fiesta en un albergue de Ciudad de M¨¦xico
La Nochebuena lejos de casa es espesa. Tanto como la salsa de tomate que Eduardo mueve con el tenedor buscando m¨¢s trozos de pollo. En torno a una mesa y un Bel¨¦n, medio centenar de migrantes (de El Salvador, Honduras y Guatemala) ¡ªque forman parte de una de las caravanas que sali¨® en octubre de Centroam¨¦rica¡ª apuran la cena de Nochebuena en un albergue de la capital mexicana. "Tard¨¦ m¨¢s en comer el pollo que en cruzar el Suchiate", bromea Eduardo sobre el r¨ªo que separa Guatemala y M¨¦xico.
Fuera del albergue hace fr¨ªo. Dos horas antes se alcanzaron los nueve grados en una ciudad acostumbrada a vivir con m¨¢s de 20. Dentro, humean las enormes ollas con dos bichos: un pollo de cuatro kilos y un pavo de siete. Un grupo de mujeres mueve los cuchillos con la destreza del samur¨¢i, cortando cebolla, tomate y la col. El pollo se est¨¢ cocinado bien, pero el pavo va lento. Ellos, barren, lavan platos, acomodan las mesas o miran el celular. Hoy es un d¨ªa extra?o. Nadie se r¨ªe con exceso, porque nadie est¨¢ alegre en exceso.
A las ocho de la noche Ra¨²l y Eugenio, dos veteranos de movimientos de izquierda con m¨¢s de 60 a?os de edad, dan un concierto en el albergue, un antiguo centro cultural en el suroeste de la ciudad con financiaci¨®n p¨²blica. El d¨²o se ha atrevido a interpretar sus propios temas y el p¨²blico, compuesto de varios ni?os de entre 4 meses y 6 a?os, una treintena de hombres de campo y varias mujeres, agradece el esfuerzo con un aplauso.
Emocionado, Eugenio saca su viol¨ªn y toca Noche de Paz. La dulce melod¨ªa austriaca se expande y se apodera del lugar, hasta que el villancico de Franz Xaver Gruber recibe un pu?etazo del reguet¨®n. ¡°Nena, yo te deseooo, yo te deseooo¡.¡±. En medio del despiste, Vicky, un transexual hondure?o de 18 a?os, ha conectado su m¨®vil a un altavoz y durante dos minutos suena su canci¨®n favorita. Antes de que le obliguen a bajar el volumen, un espont¨¢neo y sensual movimiento de caderas colectivo certifica que todos llegaron de otra tierra.
Todos ellos salieron hace dos meses de El Salvador, subieron hasta Guatemala, atravesaron la frontera, se internaron en M¨¦xico y llegaron a pie y en autoestop hasta la capital, a 1.630 kil¨®metros de casa. De los casi 3.000 migrantes que salieron de San Salvador en la segunda caravana, ellos forman parte del grupo que decidi¨® hacer una pausa para curarse las llagas, comer caliente y eliminar los par¨¢sitos en el est¨®mago, hasta ver c¨®mo evoluciona la situaci¨®n en ciudades fronterizas como Tijuana.
Eduardo A., un salvadore?o de 32 a?os, no levanta la vista del plato y ahora da vueltas con el tenedor haciendo dibujos con los restos de salsa. Todo lo que lleva puesto se lo han regalado en los ¨²ltimos d¨ªas, agradece emocionado; los tenis verdes, el pantal¨®n de boda, la camiseta, la gorra de beisbol y el abrigo varias tallas m¨¢s grande que lo protege del fr¨ªo de Ciudad de M¨¦xico. "No estoy acostumbrado. En El Salvador solo hay dos temporadas: calor y calor", bromea.
Cuando sali¨® de su casa el 31 de octubre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, advirti¨® en un tuit, que gente como ¨¦l, tapicero de profesi¨®n, eran seres violentos y pandilleros. Parece imposible tanta maldad cuando se lanza al suelo y compite entre risas con los ni?os por los dulces que caen de la pi?ata. Tiene un hijo de dos a?os con quien le hubiera gustado compartir momentos as¨ª.
El albergue del padre Alejandro Solalinde est¨¢ coordinado por Ana Luz Minera, de 39 a?os, y Juan Guillermo, de 65, que se queja de que le duelen las rodillas despu¨¦s de un largo d¨ªa para lograr las pi?atas, el pavo, que los amigos vinieran a tocar y envolver cada regalo. En resumen, para que la Nochebuena haga menos da?o.
La ¨²nica discusi¨®n que se escucha en el albergue es por saber cual de las cuatro nacionalidades, dominar¨¢ los sabores. Finalmente, se acord¨® que el pavo se cocinar¨ªa a la guatemalteca, o sea, relleno, y el pollo, a la salvadore?a, ba?ado. Nada de alcohol y que cada ave abandere su naci¨®n.
Normalmente, a las nueve de la noche se apagan las luces, pero hoy son las 11 y est¨¢ a punto de llegar Santa Claus. Junto a la puerta de entrada, hay un ¨¢rbol de Navidad con medio centenar de regalos. Los adultos se lanzan a por sus paquetes y abren cajas con su nombre que contienen sencillas zapatillas de deporte para cada uno. Al mismo tiempo, los ni?os rompen excitados papeles de regalo que envuelven calcetines, osos de trapo y coches de hierro que caben en la mano. Juguetes f¨¢ciles de empacar cuando haya que reemprender el camino.
En medio del alboroto una cocinera con los guantes de pl¨¢stico irrumpe en el sal¨®n y, como si fuera un cirujano que va a comunicar una mala noticia despu¨¦s de operar, levanta las manos y admite: ¡°No se coci¨®. No hay pavo¡±. Pero el estruendo del papel, las cajas y las risas infantiles no dejan escuchar.
El verbo estrenar hab¨ªa desaparecido de su vocabulario.
La caravana que cambi¨® el rostro de la migraci¨®n
A finales de octubre una caravana con m¨¢s de 5.000 personas sali¨® de San Pedro Sula, en Honduras. Pocos d¨ªas despu¨¦s sali¨® otra de 2.000 personas de El Salvador y acto seguido, otra m¨¢s. A mediados del mes de noviembre, lleg¨® a haber hasta cuatro caravanas recorriendo M¨¦xico de forma simult¨¢nea.
Todas ellas se dieron con un muro, el que separa Tijuana y San Diego, que no se lo ha puesto f¨¢cil. De los 10.000 migrantes que pretend¨ªan llegar al norte, unos 3.000 contin¨²an en la ciudad fronteriza, seg¨²n explica Irineo M¨²jica, coordinador de la organizaci¨®n de Pueblo Sin Fronteras que acompa?¨® la caravana. El resto, la mayor¨ªa, han pedido la repatriaci¨®n voluntaria a su pa¨ªs, unos pocos llegaron a Estados Unidos, otros se dispersaron por la frontera hacia zonas menos vigilados y otros se quedaron en alguno de los municipios de M¨¦xico por los que pas¨® la caravana.
Sin embargo, Tijuana es la que m¨¢s enfrenta la presi¨®n migratoria. La ciudad fronteriza es un polvor¨ªn donde conviven el M¨¦xico m¨¢s din¨¢mico y moderno con el m¨¢s oscuro y s¨®rdido. Un d¨¦bil equilibrio alterado por la irrupci¨®n de miles de centroamericanos sin dinero, visado ni esperanzas. En estas ¨²ltimas semanas se ha mantenido la tensi¨®n entre migrantes y grupos racistas que rechazan su presencia en las calles. Dos hondure?os fueron asesinados en extra?as circunstancias y un explosivo casero de gas fue arrojado al interior de uno de los albergues la semana pasada.
Desde que hace un mes miles hondure?os se pusieron de acuerdo para caminar juntos a plena luz del d¨ªa hacia el Norte, el fen¨®meno cambi¨® el rostro de la migraci¨®n y alter¨® las relaciones entre cinco pa¨ªses. El pr¨®ximo canciller Marcelo Ebrard tendr¨¢ que enfrentar una crisis que surge en el exterior, principalmente en Guatemala, Honduras o El Salvador, pero con consecuencias en M¨¦xico y Estados Unidos.
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