El saqueador y la hiena
Quiz¨¢ habr¨ªamos de comenzar por el reconocimiento de la miseria humana en la que estamos sumergidos los mexicanos
El estallido de un ducto de gasolina que estaba siendo ¡°orde?ado¡± en Tlahuelilpan, Hidalgo, ha sido la primera tragedia de gran alcance en el nuevo sexenio. Las im¨¢genes de gente que corre envuelta en llamas han saturado las redes. Se les suele acompa?ar por otras im¨¢genes en las que se observa a decenas de personas retozando en zanjas llenas de combustible antes del flamazo. Hay algo cruel y negr¨ªsimo en el contraste. La despreocupaci¨®n suicida seguida del fuego y el horror.
?Qu¨¦ sucede en un pa¨ªs en que el saqueo se transforma en carnaval? Un pa¨ªs en donde, como vimos en otro video, cierta gente arma una fiesta improvisada al robarse las reses de un cami¨®n accidentado, mat¨¢ndolas incluso a machetazos en el sitio y troce¨¢ndolas all¨ª mismo para evitarse las dificultades del traslado o la posibilidad de ser detenidos. Y un pa¨ªs en el que tantos, lo mismo en los medios que en la tranquilidad de sus redes, se r¨ªen de estos episodios o los atribuyen simplemente a la ineptitud de los pol¨ªticos del pasado o el presente, como si fueran tradiciones: usos y costumbres. Quiz¨¢ habr¨ªamos de comenzar por el reconocimiento de la miseria humana en la que estamos sumergidos los mexicanos. La miseria desesperada de quien roba porque no le queda de otra. La de quien saca provecho de la ocasi¨®n que se le presenta. La miseria, tambi¨¦n, de quien se burla de las v¨ªctimas y confunde el testimonio de un hecho espantoso con un video de broma. Como si mirar humanos calcinados equivaliera a carcajearse al ver a un cachorro que tropieza.
Quiz¨¢ no est¨¦ errado el diagn¨®stico que hace el presidente L¨®pez Obrador, es decir, que la violencia incontenible, la corrupci¨®n salvaje, la precariedad personal y colectiva en la que vivimos los mexicanos puede resumirse en que atravesamos una crisis moral. Es decir, ateni¨¦ndonos a la definici¨®n m¨¢s precisa de la palabra moral, que nos hemos vuelto incapaces de distinguir el bien del mal o que sencillamente no nos importa hacerlo (y resulta curioso que abunden en las redes los comentarios que minimizan esto, lo cual, en el fondo, no es m¨¢s que otro s¨ªntoma de lo mismo). El problema es que la primera medida que el presidente ha anunciado al respecto es el reparto masivo de una Cartilla moral escrita por don Alfonso Reyes hace m¨¢s de siete decenios. Un texto que se pens¨® para fungir como una suerte de manual para guiar moralmente a los mexicanos de los a?os cuarenta, en tiempos de guerra mundial, Holocausto y bombas at¨®micas.
La intenci¨®n del presidente es que la Cartilla ayude a moralizar nuestra vida p¨²blica. Me temo que la meta parece m¨¢s que dudosa. Para empezar, porque M¨¦xico no es un pa¨ªs de lectores ni en el que los libros marquen profundamente a casi nadie. Y porque, aunque la derecha ya haya puesto el grito en el cielo y hable de adoctrinamiento (ya hay hasta quien quiere hacer pasar al buenazo de don Alfonso como un agitador socialista, aunque el manualito sea b¨¢sicamente un compendio de moral cristiana), lo cierto es que la Cartilla es un libro tibio y poco seductor. No creo que a nadie le haga da?o leerlo, pero tampoco que consiga, por si mismo, ninguna clase de resultado apreciable.
Ahora bien, eso no quita el hecho de que un pa¨ªs en el que el crimen y el abuso del semejante les parece tan natural y c¨®modo a tantos de sus habitantes (y para tantos otros constituya un camino de vida m¨¢s que aceptable), tiene un problema. La moral no deber¨ªa salir del debate p¨²blico ni ser considerada un asunto exclusivamente privado y familiar en un pa¨ªs como el nuestro. No se trata de adoctrinamiento sino de que reconozcamos d¨®nde estamos parados.
El problema es que la Cartilla moral no es m¨¢s que un paso, y me temo que ingenuo y casi vano, en el camino de abrir un debate nacional sobre lo da?ados que estamos los mexicanos, lo jodidamente mal que actuamos con nuestros semejantes y lo f¨¢cil que nos resulta comportarnos como saqueadores, abusadores y miserables. O como hienas hist¨¦ricas que se r¨ªen de los muertos.
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