La ¨²ltima etapa antes de abandonar Venezuela
La ciudad de San Antonio, fronteriza con Colombia, aprovecha el negocio de la migraci¨®n
Jos¨¦ Leonardo Maldonado selecciona a sus clientes desde la entrada de su casa. Los ve llegar arrastrando con sus maletas en b¨²squeda de hospedaje. ¡°Cuando entran y salen r¨¢pido del hotel, con los mismos equipajes, yo intuyo que no tienen casi dinero para pagar y ofrezco en alquiler una de mis habitaciones por menos precio¡±, relata. Los carteles en la fachada de su vivienda ofertan ¡°pasar una noche¡± en un dormitorio por 15.000 o 20.000 pesos colombianos (entre 4,7 y 6,3 d¨®lares) no son suficientes. La competencia en San Antonio del T¨¢chira, la ¨²ltima ciudad de la frontera venezolana antes de cruzar a Colombia, ha crecido al ritmo de la emigraci¨®n.
Las viviendas, los comercios, las aceras de las calles y las plazas se transforman en las noches en albergues de venezolanos que se despiden de su pa¨ªs. Maldonado, de 76 a?os, es un ingeniero y profesor jubilado de varias universidades de la regi¨®n andina del pa¨ªs. En enero de 2018, ¨¦l y su esposa decidieron rentar varias habitaciones de su casa para obtener dinero necesario para paliar la hiperinflaci¨®n. ¡°Nos ha ido mejor. Ya comenzamos a comer igual, hemos engordado un poquito gracias a este servicio que ofrecemos¡±. Pero destaca que uno de los beneficios es recuperar ¡°valores¡± como el trabajo remunerado y el ahorro de dinero, algo que asegura ha disminuido con la crisis econ¨®mica.
San Antonio del T¨¢chira es el ¡°tercer pa¨ªs¡±, dice un grupo de amigos en una plaza. Casi todos los negocios est¨¢n desolados en el d¨ªa, mientras en las noches se hallan repletos de familias con equipajes. ¡°Mi restaurante era uno de los mejores, en las noches se llenaba de gente que se divert¨ªa. Pero ya no viene nadie, apenas hago cinco almuerzos cuando antes hac¨ªa 300. No quiero cerrarlo porque tengo esperanzas de que sea lo mismo de antes, as¨ª que ahora debo rentarlo en las noches para hospedar a personas que est¨¢n de paso¡±, indica S. C., una mujer que pide omitir su identidad.
Muchos locales han modificado su funci¨®n para satisfacer las necesidades de los migrantes. En una venta de empanadas se anuncia que se alquila un espacio, sin colch¨®n, para dormir una noche por 3.000 pesos y una agencia de viajes acumula a una decena de personas en la noche en su sala. Es un servicio que bordea entre la legalidad y la ilegalidad. ¡°No soy el due?o del local, pero s¨ª de la venta de comida. Rentar el sitio f¨ªsico puede molestar a los propietarios. Pero es la ¨²nica forma de sobrevivir¡±, se?ala otro comerciante.
La variedad es extensa. Los cibercaf¨¦s encontraron una fuente de ingreso en la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, un documento exigido por Migraci¨®n Colombia y tramitado por Internet. El costo suele ser de 2 d¨®lares, aproximadamente, y su plastificaci¨®n de 50 centavos adicionalmente. Antes iban los estudiantes o los j¨®venes a consultar internet, pero ahora se acercan a sacar su carn¨¦.
San Antonio se ha transformado en una ciudad dormitorio para muchos venezolanos. ¡°Yo paso la mayor¨ªa del d¨ªa en Colombia, trabajando y solo vengo a dormir a Venezuela¡±, dice Andr¨¦s Tovar, un vendedor de comida ambulante.
¡°Viv¨ªamos en unas de las fronteras m¨¢s din¨¢micas de Am¨¦rica Latina y el intercambio comercial era impresionante. Mi pap¨¢ ten¨ªa agencias de aduanas, pero toc¨® paralizarlas por completo. Quedan muy pocas en este momento. La zona comercial de San Antonio era muy conocida en sus a?os de apogeo, vend¨ªan muchos electrodom¨¦sticos y se importaba. Pero cambi¨® la realidad y ahora casi todos los almacenes est¨¢n cerrados¡±, explica la abogada Danny Rojas.
El sonido del arrastre de las maletas es caracter¨ªstico del puente Sim¨®n Bol¨ªvar de T¨¢chira. A unos pocos metros est¨¢ C¨²cuta, la ciudad colombiana fronteriza con Venezuela, adonde se trasladan cientos de personas a diario. Jair, de 18 a?os, trabaja como ¡°carretillero¡± ¨Ctransportador de mercanc¨ªa en carreta¨C en esa v¨ªa durante horas. Para demostrar lo peor de su jornada se levanta la camisa y deja al descubierto una espalda insolada y rasgu?ada. ¡°Un se?or me pag¨® 20.000 pesos por llevar sacos pesados. Me emocion¨¦ por la plata, pero luego me arrepent¨ª porque me dej¨® adolorido¡±, afirma. Sin embargo, ¨¦l prefiere ganar el dinero as¨ª que regresar a El Vig¨ªa, en el Estado de M¨¦rida, una localidad cercana a San Antonio del T¨¢chira, porque est¨¢ seguro de que estar¨¢ ¡°hambriento¡± a los pocos d¨ªas. ¡°Ahora puedo comer bien: un pollo, pan y otras cosas. Pero a veces me siento mal al comer porque pienso en mi mam¨¢ y mi hermanita. Creo que ellas pueden estar hambrientas. Les env¨ªo todo el dinero que puedo, pero desaparece r¨¢pido¡±, explica.
Los carretilleros ganan hasta 100.000 pesos en un d¨ªa, m¨¢s de cinco salarios m¨ªnimos mensuales en Venezuela. Pero los ¡°trocheros¡± obtienen m¨¢s dinero: son los que transportan mercanc¨ªas o personas por caminos clandestinos hasta Colombia. Los negocios irregulares tambi¨¦n han proliferado con la crisis en los andes venezolanos. Del control impuesto sobre la venta de gasolina ha florecido un mercado negro. Algunos admiten que acuden al comercio ilegal para generar ingresos adicionales, muchos reconocen que la crisis ha llevado al l¨ªmite a los venezolanos.
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