Islamofobia terrorista
En los ¨²ltimos a?os ha ido creciendo el n¨²mero de atentados perpetrados por individuos vinculados a movimientos nacionalistas de extrema derecha con idearios de contenido antisemita y antisl¨¢mico
Al valorar la amenaza terrorista en el conjunto del mundo occidental, desde Estados Unidos hasta Nueva Zelanda pasando por Noruega o el Reino Unido, se viene observando, a lo largo de los ¨²ltimos a?os, una inquietante paradoja. Por una parte, dicha amenaza est¨¢ principalmente asociada con el fen¨®meno del yihadismo global y con los yihadistas activos en los pa¨ªses que configuran aquel elenco de naciones, aunque el nivel de la misma var¨ªe de unos casos a otros. Por otra parte, en algunos pa¨ªses ha ido creciendo el n¨²mero de atentados perpetrados por individuos vinculados a movimientos nacionalistas de extrema derecha que a menudo tienen idearios de contenido antisemita y antisl¨¢mico.
Estos actos de terrorismo constituyen un indicador de la expansi¨®n, si bien dispar, del extremismo violento de ultraderecha en nuestras sociedades. Aunque los m¨¢s habituales han sido de baja intensidad y muy limitada letalidad, lo ocurrido en la ciudad neozelandesa de Christchurch obliga a recordar que no es la primera vez que el terrorismo de esa orientaci¨®n se manifiesta con cotas de letalidad similares a las que en ocasiones ha alcanzado, desde su irrupci¨®n, hace dos d¨¦cadas y media, el terrorismo yihadista. Quepa aludir al atentado de abril de 1995 en Oklahoma, que ocasion¨® 168 muertos, o los de julio de 2011 en Oslo y la isla noruega de Utoya, que produjeron 77 v¨ªctimas mortales.
Si los individuos que han atentado en Christchurch se acomodan al patr¨®n constatado en esos dos casos precedentes, no extra?ar¨¢ que, antes de hacerlo, llevasen tiempo inmersos de una u otra manera en un movimiento de orientaci¨®n racista y supremacista, en el marco de cuya subcultura local de odio y violencia habr¨ªan terminado por adquirir ideas que justifican el terrorismo. Ni que este movimiento, al margen de su mayor o menor grado de articulaci¨®n, tenga conexiones transnacionales en Australia, Europa o Norteam¨¦rica, a trav¨¦s de las cuales se facilita el contagio de ideolog¨ªas y pr¨¢cticas propias del extremismo violento de extrema derecha.
Como tampoco extra?ar¨¢ que la radicalizaci¨®n violenta inherente a todo ello sea, en la actualidad y en su dimensi¨®n cognitiva, resultado de una narrativa elaborada en base a, de un lado, el temor que en determinados sectores de la poblaci¨®n occidental suscita la percepci¨®n de una cada vez mayor islamizaci¨®n de nuestras sociedades y, de otro, la ansiedad generada en esos mismos ¨¢mbitos al creer que una creciente presencia de inmigrantes y refugiados est¨¢ disolviendo su tradicional identidad colectiva. Aunque es posible que, en el caso de Nueva Zelanda, esas percepciones y estas creencias se hayan configurado tanto o m¨¢s a partir de acontecimientos externos que de factores internos.
Sea como fuere, esa narrativa, tan habitual hoy en los movimientos de extrema derecha, no solo deriva de un fundamentalismo que se presenta como cristiano y de una visi¨®n igualmente deformada e indiferenciada del credo musulm¨¢n sino que, al manifestarse en atentados contra personas que lo siguen y contra sus lugares de culto, permite que los yihadistas proclamen validada su propia ret¨®rica, seg¨²n la cual existe una guerra de Occidente contra el islam. A los l¨ªderes pol¨ªticos y a las entidades de la sociedad civil compete que los terroristas de extrema derecha no consigan ahondar la fractura entre musulmanes y no musulmanes, en una din¨¢mica de polarizaci¨®n de la que pretenden beneficiarse ellos mismos, pero de la que se benefician tambi¨¦n los yihadistas.
En cualquier caso, las prioridades en prevenci¨®n de la radicalizaci¨®n y lucha contra el terrorismo, que en nuestras sociedades abiertas tienen que ver con la amenaza yihadista, no deben llevarnos a olvidar un extremismo violento de ultraderecha al que parecen favorecer las tensiones pol¨ªticas provocadas por nacionalismos excluyentes e iliberales. Y que puede manifestarse en actos de islamofobia terrorista como el de Christchurch.
Fernando Reinares es director del Programa sobre Radicalizaci¨®n Violenta y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, y catedr¨¢tico en la Universidad Rey Juan Carlos.
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