La muerte en cifras
Resulta intranquilizador que desde los m¨¢s altos cargos del nuevo Gobierno mexicano comiencen a emitirse las mismas explicaciones (o excusas) sobre la violencia de los Ejecutivos anteriores
Lo sabemos: M¨¦xico es un pa¨ªs aplastado por la violencia. Y de tanto en tanto conviene recordar el tama?o de su horror. Esta semana se present¨® el informe anual del Consejo Ciudadano para la Seguridad P¨²blica y la Justicia Penal respecto a las 50 ciudades m¨¢s violentas del mundo, es decir, las que tienen mayor n¨²mero de homicidios por cada 100.000 habitantes. Y el listado que arroja este informe, correspondiente al 2018, contempla ni m¨¢s ni menos que 15 ciudades mexicanas (insistamos en la dimensi¨®n de la tragedia: 15 de 50, casi la tercera parte del total), incluidas las que ocupan los puestos uno, dos, cuatro, cinco y seis. Solo una extranjera, la convulsa Caracas, se nos cuela por ah¨ª, en el tercer puesto. M¨¦xico, pues, supera en el n¨²mero de ciudades y en los ¨ªndices que presentan a Brasil (con 14 localidades en la lista), Venezuela (con seis), Estados Unidos (con cuatro) y Colombia y Honduras (con dos cada cual). Reinamos en la oscuridad.
Los focos rojos cubren nuestro mapa: Tijuana (con una tasa de 138,6 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes), Acapulco (110,50), Ciudad Victoria (86,01), Ciudad Ju¨¢rez (85,56) e Irapuato (peque?a urbe, por cierto, sin una tradici¨®n de sangre como las antes citadas, pero que alcanza una tasa de 81,44) copan la cima del triste compendio. Pero tambi¨¦n aparecen por all¨ª Canc¨²n (en el puesto 13), Culiac¨¢n (en el 16), Uruapan (18), Ciudad Obreg¨®n (20), Coatzacoalcos (26), Celaya (32), Ensenada (34), Tepic (36), Reynosa (42) y Chihuahua (49). Un panorama como para llevarse las manos a la cabeza, sin duda. Y remachado por el hecho de que incluso metr¨®polis que no aparecen en la lista, como las dos principales del pa¨ªs, es decir, Ciudad de M¨¦xico y Guadalajara, atraviesan por crisis de seguridad in¨¦ditas. El propio presidente L¨®pez Obrador (a quien no le agrada particularmente hablar del tema) reconoci¨® el mes pasado el aumento notable de los homicidios en la capital y prometi¨® tomar medidas inmediatas. Y en Guadalajara, diciembre de 2018 y febrero de 2019 han sido, con 198 y 199 homicidios respectivamente, los dos meses m¨¢s violentos desde que se llevan estad¨ªsticas.
Pero pareciera que en este pa¨ªs el problema principal, a veces, no es que las cosas sucedan sino que se digan en voz alta. Y por eso algunos alcaldes de las ciudades que encabezan la lista protestaron de inmediato. Se quejan de que la metodolog¨ªa del Consejo no se basa en las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad P¨²blica sino en las que asienta en sus conteos el Inegi (la diferencia es que las del Secretariado se refieren a las carpetas de investigaci¨®n abiertas por homicidio y las del Inegi, a las muertes reportadas en ese rubro, que generalmente arrojan datos distintos). Y se?alan, adem¨¢s, que el informe excluye a las urbes de menos de 300.000 habitantes y a las ubicadas en zonas en guerra abierta (es decir, en Siria o algunas ¨¢reas de Ucrania, por ejemplo, en donde llevar estad¨ªsticas precisas es francamente imposible). Pero incluso concedi¨¦ndoles la importancia de estos matices, queda claro que es un consuelo muy flaco el que ofrecen nuestros pol¨ªticos. Porque lo importante no es que la metodolog¨ªa de un informe (que puede discrepar de cualquier otra) nos ponga en el tope y que, medidas de otro modo las variables, estemos en realidad en el segundo, quinto o d¨¦cimo lugar del podio del asesinato mundial. Lo crucial es que nuestro pa¨ªs est¨¢ cubierto de calles, zanjas y fosas cuajadas de cuerpos abatidos. Y lleno de miedo. Que da v¨¦rtigo.
Y resulta intranquilizador que desde los m¨¢s altos cargos del nuevo Gobierno federal y m¨¢s de uno de los nuevos Gobiernos estatales comiencen a emitirse, como en pesadilla, las mismas explicaciones (o excusas) de los Gobiernos anteriores, es decir, que todo se trata de ajustes de cuentas entre criminales. Durante la campa?a, el actual presidente habl¨® del perd¨®n y la reconciliaci¨®n. Una vez tomado el poder, ha impulsado el proyecto de una Guardia Nacional para enfrentar el problema. ?Pero eso bastar¨¢? ?Qu¨¦ pasa con el sistema judicial, responsable de la impunidad casi absoluta en que vivimos? ?Y con el rebasado y podrido sistema penitenciario? ?Qu¨¦ con las investigaciones pendientes sobre miles de muertos y desaparecidos? ?C¨®mo reconciliar a deudos y perjudicados con victimarios que andan tan campantes por las calles? En fin. Hay tantas dudas como v¨ªctimas en espera de justicia.
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