La guerra invisible del Sahel: un 46% m¨¢s de muertes en solo un a?o
La masacre de 160 civiles de la etnia peul en Mal¨ª es solo la punta del iceberg de un conflicto que ha provocado 4.776 muertos en cinco meses
Ocurri¨® al amanecer del s¨¢bado 23 de marzo. Unas 160 personas de la etnia peul, seg¨²n el ¨²ltimo balance, muchos de ellos ancianos, mujeres y ni?os, fueron asesinadas en el pueblo de Ogossagou, en el centro de Mal¨ª cerca de la frontera con Burkina Faso, durante un ataque protagonizado supuestamente por dozos, cazadores tradicionales de la etnia dogon. Tres d¨ªas m¨¢s tarde, seis civiles dogon fueron asesinados en dos ataques organizados como respuesta a la masacre. Esta espiral de violencia intercomunitaria no es sino la punta del iceberg de una guerra que apenas llama la atenci¨®n del mundo cuando se produce un fogonazo pero que desangra al Sahel, especialmente a Mal¨ª, N¨ªger y Burkina Faso.
S¨®lo en los ¨²ltimos cinco meses fueron asesinadas 4.776 personas en esta regi¨®n, seg¨²n los datos del centro de investigaci¨®n The Armed Conflict Location & Event Data (ACLED), un 46% m¨¢s que en el mismo periodo del a?o anterior. Sin embargo, lo m¨¢s preocupante es la creciente proporci¨®n de civiles entre esas muertes, nada menos que 2.151 personas, casi la mitad. El yihadismo sigue campando a sus anchas, pero no es el ¨²nico factor que explica este pico de violencia, tambi¨¦n la sequ¨ªa, el hambre, la pobreza y el abandono de la poblaci¨®n por parte del Estado juegan un papel clave, mientras la intervenci¨®n militar, lejos de apagar el incendio, aviva las llamas del conflicto intercomunitario.
En 2013, Francia fue a la guerra. ¡°Actuaremos contra todos los grupos armados que operan en la regi¨®n¡±, dijo entonces el general Barrera, al mando de la Operaci¨®n Serval ¡ªsustituida en julio de 2014 por la Operaci¨®n Barkhane¡ª dise?ada para aplastar a los grupos yihadistas que hab¨ªan convertido el norte de Mal¨ª en su santuario al sur de Europa. Sin embargo, seis a?os despu¨¦s, m¨¢s de 3.000 soldados galos siguen atrapados en ese laber¨ªntico avispero en que se ha convertido el Sahel y la paz parece m¨¢s lejos ahora que entonces. Las fuerzas de la ONU permanecen acantonadas en sus hipervigilados cuarteles y sufren constantes bajas mientras el nuevo Ej¨¦rcito regional del G5 del Sahel no ha superado a¨²n el grave ataque sufrido en su cuartel general de Sevar¨¦ (Mal¨ª) en junio de 2018 y arrastra serios problemas log¨ªsticos para su despliegue real.
De las muertes ocurridas entre 2012 y 2018, el 62% tuvieron lugar en Mal¨ª, cada vez menos en el norte y m¨¢s hacia el centro del pa¨ªs, en el eje entre Segou y Gao, con el foco en la regi¨®n de Mopti. Sin embargo, los ¨²ltimos meses han vivido una aut¨¦ntica explosi¨®n de la violencia en las ¨¢reas fronterizas de Burkina Faso y N¨ªger, lo que confirma la continua expansi¨®n de la conflictividad. ¡°Hay una tendencia al alza de la violencia intercomunitaria¡±, asegura Jos¨¦ Luengo Cabrera, investigador especializado en el Sahel del International Crisis Group (ICG) que ha elaborado un reciente estudio a partir de los datos recabados por el ACLED.
¡°Antes, los conflictos entre los diferentes pueblos o entre pastores y agricultores se arreglaban de manera tradicional. Pero la ausencia del Estado en esas zonas, la competencia por los recursos cada vez m¨¢s escasos ante fen¨®menos como la sequ¨ªa, la discriminaci¨®n de ciertas comunidades como los pastores peul en las pol¨ªticas de desarrollo y la explotaci¨®n de esos conflictos por los grupos yihadistas genera un aumento de la violencia mediante la aparici¨®n de grupos de autodefensa con base identitaria¡±, explica Luengo. La regi¨®n de Tillaberi, en N¨ªger, es un claro ejemplo de c¨®mo la degradaci¨®n de las tierras por el avance del desierto ha desatado las hostilidades entre comunidades.
En Mal¨ª, los cazadores dozo, armados y sostenidos por el Ej¨¦rcito, masacran a comunidades peul a las que acusan de complicidad con el yihadismo. Estas, por su parte, apelan a su derecho a la leg¨ªtima defensa y, ante la inacci¨®n o incluso la citada complicidad del Estado, ven c¨®mo muchos de sus j¨®venes se enrolan en los grupos radicales movidos por el odio ¨¦tnico. El deterioro de las condiciones de seguridad es palpable y tiene consecuencias directas. S¨®lo en las provincias de Soum, Yatenga y Loroum (Burkina Faso) hay m¨¢s de 150.000 ni?os que ya no van a la escuela por el cierre de 1.135 escuelas, seg¨²n revel¨® en febrero pasado el ministro de Educaci¨®n Stanislas Ouaro. En el oeste de N¨ªger, sobre todo en Tillaberi donde se ha declarado el estado de emergencia, m¨¢s de 50.000 personas han tenido que abandonar sus hogares.
La enorme cantidad de armas en circulaci¨®n fuera de todo control ha facilitado la emergencia de milicias y grupos paramilitares. Marginados por un Estado que no s¨®lo les olvida sino que es percibido como corrupto, y acorralados por los agricultores que les impiden incluso a la fuerza usar sus tradicionales tierras de pasto, cientos de pastores n¨®madas del Sahel encuentran en los grupos yihadistas el sost¨¦n que otros no le otorgan. Como aseguran los profesores Tor Benjaminsen y Boubacar Ba, se unen a estos colectivos no por razones religiosas sino por ¡°su discurso anti estatal, anti ¨¦lites y pro pastoral¡± para tener un mejor acceso a la tierra y revertir la jerarquizada estructura de su sociedad en la que ocupan las posiciones inferiores.
La respuesta militar de la operaci¨®n francesa Barkhane, del G5 del Sahel, los ej¨¦rcitos nacionales y las milicias se mueve con dificultad en una mara?a de l¨ªmites difusos entre civiles armados para su propia protecci¨®n, guerrilleros, yihadistas y rebeldes. Todos los actores b¨¦licos han sido acusados de abusos y asesinatos indiscriminados que suelen tener a los miembros de la etnia peul como v¨ªctimas. El pasado mes de enero, soldados galos mataron a veinte supuestos terroristas en el bosque de Serma, en el centro de Mal¨ª. Sin embargo, a juicio de ciertos investigadores, se trataba s¨®lo de un grupo de autodefensa surgido por la ausencia de seguridad ante los abusos de las milicias.
Yihadistas resilientes
Los islamistas radicales, perseguidos hasta sus ¨²ltimos refugios en 2013, han mostrado una enorme resiliencia. Tras ser expulsados de las principales ciudades del norte de Mal¨ª y sufrir cientos de bajas hoy est¨¢n m¨¢s operativos que nunca. El viejo Iyad Ag Ghali, rebelde tuareg radicalizado en Arabia Saud¨ª, lidera la confluencia terrorista denominada Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, conocido como GNIM, que cuenta con tres aliados muy activos: la llamada katiba Macina en el centro de Mal¨ª encabezada por el escurridizo predicador Amadou Kouffa, dado por muerto el a?o pasado pero que acaba de reaparecer en un v¨ªdeo, Ansarul Islam, un grupo surgido en Burkina Faso de la mano del joven Ibrahim Malam Dicko, y el Estado Isl¨¢mico en el Gran Sahara (EIGS) capitaneado por Abou Walid al Sahraoui.
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