La violencia ¨¦tnica campa por el centro de Mal¨ª
El enfrentamiento de dos comunidades de la regi¨®n de Mopti ha costado la vida a 300 personas este a?o
En un solar del barrio de Dialakorobougou, a las afueras de Bamako, cuatro tiendas de campa?a y dos cuartos de aperos acogen a 200 personas de la etnia peul procedentes de la regi¨®n de Mopti, en el centro del Mal¨ª. ¡°Tuvimos que huir, los dogon y los cazadores dozo, con la complicidad del Ej¨¦rcito, nos estaban matando a todos; ancianos, mujeres y ni?os¡±, asegura un desolado Hamat Barry. A pocos kil¨®metros de aqu¨ª, en Kalaban Coro, Mamadou Togo, el presidente de la asociaci¨®n Guinn¨¢ Dogon responde sin reparos que ¡°los peul son yihadistas y los dogon tienen derecho a defenderse¡±.
Cazadores tradicionales, muchos de ellos de la etnia dogon, y ganaderos peul, tambi¨¦n llamados fulani, se han visto envueltos en un conflicto que desangra al pa¨ªs desde hace seis a?os y que est¨¢ adquiriendo una preocupante dimensi¨®n ¨¦tnica. Por un lado, el Ej¨¦rcito est¨¢ utilizando a los cazadores dozo, en su mayor parte de la etnia dogon, en su supuesta lucha contra el yihadismo y quienes se consideran sus c¨®mplices, es decir los fulani. Por otra parte, el yihadismo se ha apoyado en el hist¨®rico sentimiento de agravio de la etnia peul para penetrar en esta regi¨®n, captando a muchos de ellos para la causa e instig¨¢ndoles a rebelarse contra quienes les maltratan.
El resultado de este incremento de la violencia entre las dos comunidades es m¨¢s que palpable. Desde principios de a?o han sido asesinadas unas 300 personas por conflictos intercomunitarios en Mal¨ª, la mayor parte en la regi¨®n de Mopti, seg¨²n las cifras aportadas hace unos d¨ªas por el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. La ¨²ltima masacre tuvo lugar el pasado 23 de junio en el poblado de Koumaga, en la provincia de Djenn¨¦, cuando cazadores dozos mataron a 16 miembros de la etnia peul, quemaron sus casas y robaron su ganado. No ha sido la ¨²nica vez.
En Dialakorobougou es mediod¨ªa. Las mujeres se afanan preparando la comida mientras decenas de ni?os deambulan entre sus piernas. Mamadou Barry, que ronda los 80 a?os, apenas puede caminar. ¡°Nunca imagin¨¦ ver algo as¨ª; hemos convivido durante mucho tiempo con los dogon y siempre hubo problemas, pero se arreglaban pac¨ªficamente¡±, explica. En su pueblo desaparecieron 15 personas. Los cuerpos no se han podido recuperar.
¡°Si nadie lo remedia, si el Gobierno y la comunidad internacional no dedican atenci¨®n a este problema, habr¨¢ una guerra civil y todo Mal¨ª se va a incendiar¡±, asegura Hamidoun Dicko, representante de la asociaci¨®n Tabital Pulaku de defensa de la cultura fulani.?El pr¨®ximo 29 de julio se celebrar¨¢n en este pa¨ªs elecciones presidenciales entre las mismas opciones que en los comicios de 2012. El actual presidente Ibrahim Boubacar Keita, quien lleva cinco a?os en el poder sin dar respuesta a los enormes problemas de los malienses y cuyo Gobierno se ha visto envuelto en acusaciones de corrupci¨®n, se enfrentar¨¢ al candidato opositor Souma?la Ciss¨¦.
Esto empez¨® con los yihadistas, luego fueron los fulanis quienes vinieron a atacarnos y mataron a mujeres y ni?osAleni Ongoiba, desplazado en Dialakorobougou
El conflicto de Mal¨ª se desencaden¨® en 2012 cuando grupos islamistas radicales como Al Qaeda del Magreb Isl¨¢mico, Ansar Dine y Muyao, al principio aliados con rebeldes tuareg que reclamaban un estado propio y luego en solitario, se hicieron con el control de todo el norte del pa¨ªs. Ante la imposibilidad de que las Fuerzas Armadas malienses hicieran frente a esta ocupaci¨®n y dado el temor al surgimiento de un nuevo Afganist¨¢n en las barbas de Europa, el Ej¨¦rcito franc¨¦s puso en marcha la operaci¨®n Serval en enero de 2013, una enorme intervenci¨®n militar que logr¨® liberar Gao y Tombuct¨² y acabar con decenas de terroristas.
Sin embargo, los principales l¨ªderes yihadistas no fueron capturados y han sabido reorganizarse poniendo en jaque con ataques casi diarios a la Misi¨®n de Naciones Unidas, a los soldados franceses y al propio Ej¨¦rcito maliense. En paralelo a esta guerra asim¨¦trica que dura ya seis a?os, alentados por la gran circulaci¨®n de armas y estimulados por la ausencia del Estado en buena parte del territorio, los conflictos intercomunitarios de un pa¨ªs hasta hace unos a?os ajeno a estas disputas han ido estallando en los ¨²ltimos tiempos. Muchos ciudadanos han encontrado en su etnia o comunidad el amparo que no encuentran en las fuerzas de seguridad y viejas rencillas y ajustes de cuentas han degenerado, en no pocas ocasiones, en un ciclo de violencia y asesinatos.
Junto al mercado de animales de Faladi¨¦, en el centro de Bamako, hay un entramado de chabolas donde vive una importante comunidad dogon. En los ¨²ltimos meses, decenas han llegado hasta aqu¨ª huyendo de la violencia. ¡°Esto empez¨® con los yihadistas¡±, asegura Aleni Ongoiba, quien se desplaz¨® hasta la capital con toda su familia, ¡°luego fueron los fulanis quienes vinieron a atacarnos y mataron a mujeres y ni?os. All¨ª no hay gendarmes ni polic¨ªa, ten¨ªamos que defendernos¡±. Un nutrido grupo de j¨®venes se acerca y empieza a discutir, no quiere que Ongoiba siga hablando con la prensa. Se acab¨® la entrevista.
Sin embargo, Mamadou Togo, presidente de Guinn¨¢ Dogon (la familia dogon), no tiene pelos en la lengua. ¡°Los peuls atacaron primero y no est¨¢n solos, han llamado a yihadistas de N¨ªger y Nigeria. Usan veh¨ªculos 4x4 con armas pesadas, ?de d¨®nde las han sacado?¡±, se pregunta. ¡°Los dogon proponemos ir a combatir todos juntos a los yihadistas, pero los fulani no pueden hacerlo porque ellos les abrieron la puerta de la regi¨®n y ahora tienen miedo. Se han puesto una camisa de fuerza¡±, a?ade Togo, para quien lo importante ahora ser¨ªa ¡°perdonar y olvidar, sentarse a dialogar, decirse las verdades y asumir responsabilidades¡±.
Hamat Barry, desplazado peul en Dialakorobougou, no lo tiene tan claro. ¡°?C¨®mo vas a perdonar a alguien que ha matado a tus familiares, ha quemado tu casa, te ha dejado en la pobreza absoluta? No queremos perd¨®n, queremos justicia¡±, asegura. Los cazadores dogon cuentan con una milicia, Dana Ambassagou, que no est¨¢ dispuesta a desarmarse. Entre los peul acaba de crearse la Alliance pour le Salut au Sahel (Alianza para la Salvaci¨®n del Sahel, ASS), que denuncia las muertes de miembros de su comunidad. Estos dos grupos denominados de autodefensa est¨¢n en pie de guerra desde hace semanas.
El hallazgo de fosas comunes y pozos con cad¨¢veres de miembros de la comunidad peul en la regi¨®n tras el paso de unidades del Ej¨¦rcito, o la ejecuci¨®n extrajudicial de 12 civiles en Boulekessi el pasado 19 de mayo por parte de soldados malienses integrados en la unidad militar del G5 del Sahel, hecho confirmado por Naciones Unidas, indican que elementos de las Fuerzas Armadas est¨¢n detr¨¢s de esta violencia contra los fulani.
En la base de todo est¨¢ la mala gobernanza, el Estado nos dej¨® solos frente a los radicalesHamidoun Dicko,?<span>representante de la asociaci¨®n Tabital Pulaku de defensa de la cultura fulani</span>
¡°Si hay injusticias, hay sed de venganza¡±, asegura Hamidoun Dicko, responsable de la secci¨®n juvenil de Tabital Pulaku. ¡°A los fulani nos acusan de ser yihadistas pero yo digo que el yihadismo no sabe de etnias; tambi¨¦n hay dogon, bambaras, tuaregs y songhays entre los radicales. En la base de todo est¨¢ la mala gobernanza, el Estado nos dej¨® solos frente a los radicales y muchos cayeron en sus manos. Si no hay Ej¨¦rcito y nadie te defiende, ?qu¨¦ puedes hacer?¡±, asegura.
La radicalizaci¨®n de los peul del centro de Mal¨ª tiene nombre y apellido, los de Amadou Kouffa, el imam de Mopti que fue un peque?o delincuente y donju¨¢n local antes de abrazar el salafismo y convertirse en l¨ªder del Frente de Liberaci¨®n de Macina, grupo yihadista que evoca la grandeza hist¨®rica de un antiguo imperio peul. Tras jurar lealtad a Iyad Ag Ghali, el terrorista tuareg que levant¨® en armas al norte de Mal¨ª tras fabricar una alianza entre radicales e independentistas, Kouffa desapareci¨® del mapa. Incluso podr¨ªa estar muerto, pero da igual, ya es un mito entre los suyos. Mientras tanto, la violencia sigue campando a sus anchas en Mal¨ª.
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