Un polvor¨ªn llamado Mal¨ª
La violencia yihadista y el enfrentamiento entre grupos armados golpea a diario al pa¨ªs saheliano


El pasado 7 de agosto, un veh¨ªculo de Naciones Unidas que escoltaba un convoy humanitario cerca de Aguelhoc, al norte de Mal¨ª, saltaba por los aires tras pisar una mina con el resultado de un casco azul chadiano muerto y otros cuatro heridos. Esa misma noche, un hombre armado consegu¨ªa colarse en un concierto de rap en Gossi, regi¨®n de Tombuct¨², disparando a diestro y siniestro con un fusil y asesinando a un joven. Al d¨ªa siguiente, terroristas atacaban una posici¨®n del Ej¨¦rcito maliense en Mopti, centro del pa¨ªs. Cinco soldados han desaparecido. Estos tres incidentes en s¨®lo 24 horas son una buena muestra de lo que pasa en Mal¨ª, un pa¨ªs que se desliza por el abismo de la violencia sin que nadie encuentre la f¨®rmula para detener la ca¨ªda.
Es un goteo constante, una sucesi¨®n de m¨¢s de un centenar de ataques y atentados solo este a?o que han provocado decenas de muertos. ¡°Ya ni llama la atenci¨®n, nos estamos acostumbrando¡±, asegura Cheikh Ditteye, un residente en Tombuct¨². El c¨®ctel tiene m¨²ltiples ingredientes. De un lado, la incre¨ªble capacidad de resistencia y adaptaci¨®n de los movimientos yihadistas presentes en Mal¨ª que, tras el enorme impacto que les supuso la Operaci¨®n Serval liderada por el Ej¨¦rcito franc¨¦s en 2013, parecen no s¨®lo haberse recuperado del golpe sino que est¨¢n en franca expansi¨®n. Subidos una vez m¨¢s al carro de las reivindicaciones comunitarias, en este caso de la etnia peul, el terrorismo salafista ha logrado asentarse en el centro del pa¨ªs, sobre todo en la regi¨®n de Mopti.
Si en el norte la violencia se dirige sobre todo contra los efectivos de Naciones Unidas convirti¨¦ndola en la misi¨®n con m¨¢s v¨ªctimas mortales de toda la historia de la ONU (una treintena en lo que va de a?o), en el centro del pa¨ªs son las Fuerzas Armadas malienses las que parecen estar en su visor. El ataque del pasado 19 de julio a un cuartel de Nampala, que provoc¨® 17 soldados fallecidos, es una muestra de esta escalada. Entre los principales movimientos instalados en Mopti destaca una facci¨®n de Ansar Dine, el grupo terrorista liderado por el wahabita tuareg Iyad Ag Ghali, y el Frente de Liberaci¨®n de Macina, inspirado por el predicador radical Amadou Kouffa.
Pero su avance no se detiene ah¨ª. En 2015, dos atentados golpearon en la mism¨ªsima Bamako, en el bar La Terrasse y el hotel Radisson Blu, y durante el presente a?o la violencia yihadista procedente de Mal¨ª ha alcanzado ya a dos de sus vecinos, Costa de Marfil y Burkina Faso, en sendos ataques a una zona tur¨ªstica y un hotel. El m¨¢ximo responsable de esta internacionalizaci¨®n del salafismo es el escurridizo Mojtar Belmojtar al frente de Al Morabit¨²n, un grupo que opera bajo las faldas de la franquicia Al Qaeda que quiere seguir mostrando su liderazgo en ?frica occidental frente a su competidor, el Estado Isl¨¢mico, muy activo en el noreste de Nigeria y el Lago Chad a trav¨¦s de Boko Haram.
Sin embargo, el problema no es solo yihadismo. El tel¨®n de fondo, el verdadero drama interno que desangra a Mal¨ª, son los conflictos intercomunitarios. La rebeli¨®n tuareg que desencaden¨® la crisis en 2012 se resiste a deponer las armas. Los choques armados entre la Coordinadora de Movimientos del Azawad (independentista) y los tuaregs leales a Bamako son constantes en la regi¨®n de Kidal, que vive una guerra sorda especialmente intensa en el ¨²ltimo mes. Los acuerdos de paz de Argel, firmados hace ahora un a?o a rega?adientes por todas las partes, corren serio riesgo de descarrilar.
¡°La crisis del norte de Mal¨ª se ha convertido en un negocio pol¨ªtico. El Estado se apoya en la ayuda internacional para tener prebendas que distribuir y gestionar clientelismo pol¨ªtico, mientras que cada grupo armado se presenta como leg¨ªtimo para estar dentro de ese juego¡±, asegura Bacary Samb¨¦, analista y director del Instituto Timbukt¨². Los rebeldes se niegan a acantonarse porque no quieren renunciar a sus aspiraciones secesionistas ni que Bamako se inmiscuya en sus asuntos, como el control de los tr¨¢ficos il¨ªcitos, mientras que altos mandos del Ej¨¦rcito boicotean las medidas previstas en el texto porque prev¨¦ una amplia autonom¨ªa para el norte y la integraci¨®n de los rebeldes en Administraci¨®n y Fuerzas Armadas.
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