El cautiverio sin fin de Rosángela, secuestrada durante la dictadura brasile?a cuando era peque?a
Hay, al menos, 19 casos parecidos, según la investigación del periodista Eduardo Reina, que ve un paralelismo con el robo de ni?os de Argentina en los a?os de plomo
Rosángela Serra Paraná no sabe cuántos a?os tiene ni dónde nació. Su partida de nacimiento, registrada en 1967 en el barrio de Catete de Río de Janeiro y datada de 1 de octubre de 1963, es falsa. En el número 160 de la calle Marqués de Abrantes, en el barrio de Flamengo, nunca existió ninguna maternidad. El documento lo adulteró su "abuelo", el sargento del Ejército Arcy de Paiva Paraná, quien, en cuanto nació, la tomó de los brazos de su madre "prostituta" y se la entregó a su hijo, —el también militar Odyr de Paiva Paraná— y a su nuera, Nilza Serra Paraná, que no podía quedarse embarazada. Esa es la historia de su vida que desconocía hasta 2013.
Eso es todo lo que le han contado hasta el momento. Desde hace cinco a?os Rosángela busca pistas sobre sus progenitores en grupos de personas desaparecidas durante la dictadura militar en Brasil (1964-1985). Su caso es uno de las 19 historias de menores que fueron secuestrados y adoptados ilegalmente por familias de militares o personas vinculadas a las Fuerzas Armadas durante dicho periodo, según la investigación del periodista Eduardo Reina. Durante dos décadas, Reina recorrió más de 20.000 kilómetros en territorio brasile?o en busca de las víctimas y analizando miles de documentos. Ha reunido esas historias en el libro Cativeiro Sem Fim (Cautiverio sin fin), lanzado en abril, que abre un capítulo hasta entonces invisible del régimen militar brasile?o.
El periodista relata que empezó a investigar los secuestros cuando aparecieron las primeras historias de apropiación de ni?os por parte de las dictaduras chilena y argentina —donde hay una amplia documentación de los casos y procesos en la Justicia, a diferencia de la situación brasile?a—."No me parecía posible que no hubiera algo parecido en Brasil", dice el periodista. Reina considera que el caso de Rosángela, que él cree que nació en Rio Grande do Sul o en Río de Janeiro, representa el modus operandi de la apropiación de bebés y ni?os hijos de "disidentes" de la época.
La hoy fonoaudióloga jubilada cuenta a EL PA?S que fue criada como hija única en una casa opulenta, entre joyas y muchas fiestas, pero reservada. Sus padres la llevaban y la iban a buscar todos los días a todos los sitios, y no tenía permiso para ir a jugar a casa de sus amigas. Sus familiares —tíos, primos y un hermano más mayor de otra relación de su padre— solo la veían en las fiestas de cumplea?os. "Todo parecía normal, de lo único que me acuerdo es que me cambiaban mucho de colegio", relata por teléfono desde Curitiba, donde vive desde hace más de dos décadas con sus hijas de 26 y 32 a?os. Rosángela también recuerda la rutina rígida a la que era sometida. "A veces si respiraba de una forma que les molestara, me rega?aban y me pegaban. Me orinaba en la cama hasta los 14 a?os del miedo que tenía de hacer algo mal".
No descubrió que esa no era su familia hasta pasados 17 a?os de la muerte de la pareja que la crió, cuando discutió con una prima lejana, que le envió un mensaje por Facebook. "Me dijo que debería estar muy agradecida a las familias Serra Paraná por haberme salvado de ser criada por una madre prostituta", recuerda. Después de la discusión, Rosángela se puso en contacto con una de sus tías, quien le confirmó la historia: su padre biológico, según la familia, era un "golfo" que estaba en la cárcel y su madre era una "chica muy guapa". La fecha de su cumplea?os fue asignada a dedo: el primer día de octubre, en homenaje a esa tía que nació el mismo día.
Tras comprobar que su certificado de nacimiento era falso Rosángela halló nuevas piezas de su rompecabezas personal. "Encontré fotos mías vestida de ni?o y con la cabeza rapada. Tardé en aceptar que todo podía tratarse una mentira, pero fui atando cabos", dice emocionada. Desde entonces, las personas de la familia con las que creció no le cogen el teléfono y han cambiado de residencia para que ella no pueda contactarlos. "Parece que hay un pacto para que no se hable de mi historia".
Rosángela, que se casó joven, cuando tenía unos 16 a?os, se?ala que ahora su exmarido siempre sospechó de los secretos de la familia. "Fue el primero, antes incluso de que yo pudiese imaginarme algo, que planteó la posibilidad de que fuera adoptada". Siempre que ella intentaba comentar las sospechas de su marido con Nilza, su madre adoptiva le hacía chantaje emocional. "Me decía que no me quería, me pedía que me separara". A pesar de la distancia con los Serra Paraná, dice que quiso mucho a Odyr y Nilza, fallecidos en los a?os 90. "Ellos eran todo lo que yo tenía y yo era todo lo que ellos tenían", dice Rosángela, que llegó a cuidar de su madre adoptiva durante los últimos a?os de la enfermedad que le ocasionó la muerte.
Un delito sin prescripción
Hasta la fecha había muy poco disponible sobre el asunto. Ni siquiera el informe final de la Comiss?o Nacional da Verdade (Comisión de la verdad) sobre el régimen, concluida por el Ejecutivo brasile?o en 2014, facilita muchos detalles sobre el secuestro de ni?os. Solo menciona la posibilidad de la existencia de casos como el de Rosángela en Araguaia, pero sin ahondar en el asunto. Once historias encontradas por Eduardo Reina están relacionadas con el secuestro de hijos de guerrilleros y campesinos ligados a la Guerrilla de Araguaia, movimiento de oposición al régimen que tuvo lugar entre finales de la década de 1960 y 1974 en la Amazonia.
Tras décadas de trabajo, Reina descubrió un manual de militares argentinos sobre qué hacer con los hijos peque?os de los "revolucionarios": los ni?os de hasta cuatro a?os todavía se consideraban "puros", libres de las ideologías de sus padres, por lo que tendrían que ser entregados a buenas familias para que cuidasen de ellos. Los que superaban esa edad deberían morir. "Fue exactamente eso lo que pasó en Araguaia. "Los casos de mi libro puede que sean solo la punta de un iceberg", dice Reina. El periodista a?ade que, al cabo de una semana de la divulgación de su libro, otras 14 personas que creen que padecen la misma tragedia se pusieron en contacto con él.
Antes de empezar a editar la publicación el periodista entregó todas las pruebas a las que tuvo acceso (incluso los documentos secretos) a la fiscalía de Brasil. De momento no se ha abierto ninguna investigación, pero existe la esperanza de que los casos avancen. El secuestro de ni?os es un delito que no prescribe, lo que aumentaría la presión sobre el Tribunal Supremo brasile?o, que hasta hoy reconoce la ley de amnistía aprobada en la dictadura que veta la responsabilidad de quienes violaron derechos humanos durante el régimen. Hay dos resoluciones recientes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que obligan a la Justicia brasile?a a reabrir estos casos que siguen pasándose por alto.
Rosángela dice que todavía no ha decidido si va a llevar su caso a la Justicia o no. Uno de los motivos son sus constantes crisis de ansiedad. Asegura que vive con miedo de toparse con alguna se?ora mayor por la calle porque siempre piensa que una de ellas podría ser su madre. "No quiero venganza, solo quiero saber qué hicieron con ellos. Quiero saber si tengo hermanos, si tengo una familia, o al menos alguna tumba donde poder dejar flores y llorar sus muertes".