Verdades de laboratorio
Los laboratorios de propaganda del Gobierno de Daniel Ortega tienen la posibilidad de resolver cualquier crimen. Y culpar por ello a quien quieran
En junio del a?o pasado, la familia Vel¨¢squez L¨®pez fue quemada viva en su casa de tres plantas, donde funcionaba una f¨¢brica artesanal de colchones. Viv¨ªan en el barrio Carlos Marx, Managua, un territorio de conflicto en ese entonces, cuando la Polic¨ªa reprim¨ªa violentamente a los opositores de Ortega que hab¨ªan colocado barricadas por la zona.
Seis miembros de la familia murieron calcinados, entre ellos dos ni?os de ocho meses y dos a?os de edad. Tres sobrevivieron. Cinthia L¨®pez fue una de ellas.
¡ª?Maldigo a Daniel Ortega y toda su descendencia!¡ªdijo en medio de un llanto lastimero en un video que grab¨® cuando aun sal¨ªa humo de la casa de sus padres, donde funcionaba una f¨¢brica de colchones ¡ª?Lo maldigo!
Desde el principio el Gobierno quiso culpar del crimen a los opositores, pero la evidencia era apabullante. Las c¨¢maras de seguridad de un vecino muestran a patrullas de la Polic¨ªa junto con paramilitares de civil frente a la casa momentos antes del siniestro. Un video anterior tomado por la familia desde la planta alta deja ver el sentimiento antigobierno que los Vel¨¢squez ten¨ªan, cuando graban y reclaman la desmesurada represi¨®n policial en la zona. Los dos ni?os que murieron quemados aparecen en una foto familiar vestidos con pasamonta?as en las caras y morteros artesanales de juguete, a la usanza de los ¡°tranquistas¡±.
Wilih Narv¨¢ez, periodista del diario Hoy, fue uno de los primeros en llegar a la casa despu¨¦s de la tragedia y dice que vio a la Polic¨ªa disparar al aire para dispersar a la muchedumbre furiosa contra el gobierno. Y por si fuera poco, estaba el testimonio de Cinthia y el de su primo Francisco, otro sobreviviente, que acusaban de la matanza a los paramilitares del Gobierno y a la Polic¨ªa.
¡°Eran paramilitares porque yo lo vi. Hay un video frente una iglesia, las patrullas, las camionetas de civiles y eran los polic¨ªas porque nosotros lo vimos todo, eran ellos s¨ª¡±, reiter¨® Cinthia L¨®pez en noviembre pasado en una entrevista con el periodista Will Grant, de la BBC.
Sin embargo, el reciente video difundido ampliamente por los medios de comunicaci¨®n y las redes sociales oficialistas plantea otra verdad. Cinthia y Francisco aparecen desdiciendo su versi¨®n original. Quienes prendieron fuego a la casa con la familia Vel¨¢squez dentro, asegura, fueron los opositores a Ortega.
Las explicaciones sobre el radical cambio de opini¨®n de los dos sobrevivientes que acusaban a la Polic¨ªa son, cuando menos, pueriles. ¡°Cuando grab¨¦ el video una gente de ellos (los opositores) me dec¨ªa: esto va a decir, por culpa de Daniel Ortega todo esto est¨¢ pasando¡±, justifica Cinthia. Francisco asegura ahora, en el mismo video, que culp¨® a la Polic¨ªa porque el periodista que lo entrevist¨® le pidi¨® que dijera eso.
Los laboratorios de propaganda del Gobierno de Daniel Ortega tienen la posibilidad de resolver cualquier crimen. Y culpar por ello a quien quieran. Podr¨ªan, por ejemplo, resolver el asesinato de Jonh F. Kennedy y culpar a Jair Bolsonaro. Para ellos es relativamente sencillo. Todo es cuesti¨®n de editar planos y tomas, ignorar lo que se tenga que ignorar, conseguir mediante malas artes testimonios ¨²tiles, recrear con animaciones de computadora sus teor¨ªas conspirativas, y aderezarlas con m¨²sica dram¨¢tica. La m¨²sica dram¨¢tica es muy importante para fabricar estas verdades.
El video de la casa quemada del barrio Carlos Marx se inscribe en ese esfuerzo orwelliano de crear una verdad contrapuesta a la realidad. Desde el principio de las protestas, en abril del a?o pasado, la se?ora Rosario Murillo bautiz¨® como ¡°puchitos¡± (poquitos) a las marchas opositoras que en varias ocasiones sobrepasaron los cien mil manifestantes. El lenguaje oficial decidi¨® llamar ¡°golpistas¡± o ¡°terroristas¡± a cualquier ciudadano que mostrara su desacuerdo con el Gobierno. La bandera azul y blanco de Nicaragua se volvi¨® un s¨ªmbolo criminal. Haga la prueba, salga a la calle con una bandera patria y en cosa de minutos tendr¨¢ una decena de patrullas de la Polic¨ªa sobre usted.
Al contrario, en esa neolengua orwelliana, los paramilitares de capucha y armas de guerra que aterrorizan los barrios y poblados son llamados ¡°militantes de la paz¡±.
El asunto no termina en el discurso, desgraciadamente. Invade todo el Estado. Jueces y polic¨ªas act¨²an en funci¨®n de los nuevos significados que los Ortega Murillo han dado a las palabras en sus laboratorios.
Durante el ¨²ltimo a?o murieron 325 personas, seg¨²n las cifras de la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como consecuencia de la violenta represi¨®n con que el Estado respondi¨® a las protestas ciudadanas. La gran mayor¨ªa de los muertos son opositores. Sin embargo, no hay un solo paramilitar, simpatizante del Gobierno o polic¨ªa, detenido o investigado por alguno de estos cr¨ªmenes. Porque desde la l¨®gica oficial no son delincuentes, son ¡°militantes de la paz¡±. En cambio, el r¨¦gimen ha detenido a unos 600 ciudadanos y los jueces han impuesto condenas de hasta 400 a?os contra l¨ªderes de las protestas por los cr¨ªmenes cometidos contra los suyos. Porque son ¡°terroristas¡±.
Cuando han decidido abrir un proceso por la muerte de alguien ajeno a los suyos, terminan siempre culpando a otros opositores, porque no se pueden permitir que los hechos contradigan la verdad que sale de sus laboratorios. Y la verdad que ellos quieren imponer es: ¡°Aqu¨ª hubo un intento de golpe de Estado, los terroristas salieron a las calles a buscar sandinistas en una persecuci¨®n sin sentido, y al final terminaron mat¨¢ndose entre ellos¡±. Una verdad jalada de los pelos que nadie, fuera del mismo Gobierno, les ha querido comprar.
Si el ap¨®stol Tom¨¢s ped¨ªa ¡°ver para creer¡±, el r¨¦gimen de Daniel Ortega pide lo contrario: ¡°No crean lo que vieron sus ojos, crean en lo que nosotros les decimos¡±.
Falta en Nicaragua, evidentemente, investigaciones imparciales sobre muchos cr¨ªmenes que el Gobierno ni quiere ni puede investigar. No es casualidad que Ortega haya echado a los expertos internacionales de la OEA y la ONU que llegaron a Nicaragua, precisamente, para apoyar en la investigaci¨®n criminal.
Cualquier versi¨®n del Gobierno es por ahora la versi¨®n del principal sospechoso. Por lo tanto hay que o¨ªrla con reservas. Pero, adem¨¢s, es la versi¨®n de un mit¨®mano. Alguien que miente todos los d¨ªas con el mayor desparpajo sobre hechos evidentes. Es la versi¨®n de alguien que al d¨ªa de hoy no ha aceptado ni una pizca de culpa sobre la crisis que vive Nicaragua y que ha costado m¨¢s de 300 muertos, 600 presos pol¨ªticos, m¨¢s de cuatro mil heridos, 300 mil desempleados y una econom¨ªa en ca¨ªda libre.
Hace unos d¨ªas apareci¨® el segundo video de la serie que tiene el significativo nombre de ¡°180 grados¡±. Se trata de la muerte del periodista ?ngel Gahona. Si en el video de la casa quemada del barrio Carlos Marx lo llamativo, el esc¨¢ndalo, es la versi¨®n de la familia, en este nuevo video sucede lo contrario. La familia est¨¢ ausente. Sucede que los padres y esposa del periodista asesinado acusan a la Polic¨ªa del crimen. Y, ya se sabe, la verdad que quieren construir es una que siempre acuse a ¡°los otros¡±.
Se han anunciado m¨¢s videos. Prometen revelar ¡°las claves de la verdad¡± sobre los grandes cr¨ªmenes de esta crisis en Nicaragua. De ah¨ª puede salir cualquier cosa. As¨ª como la casa de los Vel¨¢squez fue quemada ahora por opositores, tambi¨¦n podr¨ªa salir que ?lvaro Conrado, el adolescente que muri¨® de un balazo en la garganta, se haya suicidado o que Abel mat¨® a Ca¨ªn. O que Jesucristo crucific¨® a Pilatos. Ellos pueden hacer cualquier verdad.
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