?Oslo?
Las negociaciones desde 2004 con el chavismo solo han servido para fortalecer a un r¨¦gimen tir¨¢nico
La palabra ahora es Oslo y no Bolton; ir o no ir a Oslo es el nov¨ªsimo dilema que ya encrespa los ¨¢nimos venezolanos.
¡°La vaina ahora es Oslo, ya no el portaaviones Eisenhower¡±, escucho decir con amargura y desmayo a un compatriota exiliado, partidario de que sean los gringos quienes saquen nuestras casta?as del fuego mientras ¨¦l mira los acontecimientos en la pantalla de 98 pulgadas de su bar & lounge favorito en Bogot¨¢.
Con ser enemigo de la dictadura de Maduro, en modo alguno indiferente a los sufrimientos que entra?a la interminable agon¨ªa del ¡°socialismo del siglo XXI¡±, no puedo sino alegrarme de que, al menos por lo pronto, la guerra ¨Cproverbial cuarto jinete del Apocalipsis? no se sume en Venezuela a la bota narcomilitar, al hambre y la muerte.
La guerra de Bolton, imaginada por muchos como el extremo que abrir¨ªa ventanas a la luz, aparece cada d¨ªa un poquito m¨¢s lejana. Cada d¨ªa leemos y escuchamos menos la expresi¨®n: ¡°Todas las opciones est¨¢n sobre la mesa¡±, al tiempo que el senador Rubio apacigua sus tuits.
Luego de 120 d¨ªas de entusiasta movilizaci¨®n de calle, de sangrientos choques contra el aparato represivo ¨Ca comienzos de mayo, la cifra de asesinados por la dictadura este a?o se elevaba a 57?, millones de venezolanos a¨²n padecen hambre, escasez de medicinas y agua potable, orfandad de servicios sanitarios de todo tipo, un creciente racionamiento del combustible, una oscurana permanente y la m¨¢s terror¨ªfica violencia de Estado que se recuerde en un siglo. Y se preguntan: ¡°Ahora qu¨¦¡±.
La perspectiva de un acuerdo entre negociadores de la oposici¨®n, designados por el infatigable Guaid¨®, y una delegaci¨®n madurista presidida por el protervo mandar¨ªn de la dictadura, Jorge Rodr¨ªguez, que conduzca a elecciones libres repugna a la mayor¨ªa de la gente que se expresa en los mentideros de Twitter y WhatsApp.
Cunde en Venezuela una muy bien fundada suspicacia, avivada por los malos recuerdos de tantas ¡°negociaciones¡± como ha habido desde 2004 y que, al cabo, solo sirvieron para fortalecer a un r¨¦gimen tir¨¢nico, especializado en desconocer resultados electorales y desatar letales temporadas de represi¨®n indiscriminada.
No es, pues, una majader¨ªa pensar que las rondas de Oslo, de llegar a darse, bien podr¨ªan culminar en una nueva frustraci¨®n, indeseable en momentos en que, como observan respetados economistas, Venezuela vive un colapso solo comparable al de un pa¨ªs en guerra.
Tal colapso es de hechura humana y su ¨²nico responsable es la crudel¨ªsima c¨¢fila de delincuentes de toda ralea que mantiene secuestrado al pa¨ªs. Se entiende que poca gente finque esperanzas en una mesa de Oslo, por lo visto ya no tan hipot¨¦tica, a juzgar por lo que la censura de Maduro ¨Cy la ejercida por Guaid¨®, dig¨¢moslo todo? dejan leer en la media lengua de sus comunicados.
Sin embargo, en la corriente principal del caudaloso r¨ªo de opiniones, y adelantada por los pundits de la politolog¨ªa del populismo salvaje, domina la idea de la inevitabilidad de un acuerdo. ?A qu¨¦ clase de acuerdo podr¨ªa arribarse en Oslo? Encuentro m¨¢s f¨¢cil pronosticar qui¨¦n ganar¨¢ el bander¨ªn de la Divisi¨®n Este de la Liga Americana este a?o.
Es dif¨ªcil, pese a todo, desestimar el hecho inocultable de que Noruega se ha trazado desde hace muchos a?os la meta de hacer de su disposici¨®n para acompa?ar y normar exitosamente escarpados acuerdos de paz, un rubro de exportaci¨®n que exhibe como orgullo nacional. La diplomacia noruega, y va dicho sin ¨¢nimo de injuria, no es como la de Rep¨²blica Dominicana, del mismo modo que una limusina Mercedes Maybach no es un camperito Suzuki de 1300 cc., de segunda mano. La diplomacia noruega nos dio a Dag Nylander, uno de los art¨ªfices del acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano.
La delegaci¨®n de Guaid¨®, ciertamente, no est¨¢ integrada por Gaby, Fof¨® y Miliki, pero al pensar en Noruega y su oferta de mediaci¨®n, es inevitable pensar en la Cuba totalitaria que en la actualidad interviene militarmente ¨Cella s¨ª, no Bolton? en Venezuela.
Nada garantiza en este momento que no veamos las fat¨ªdicas guayaberas blancas de los ventripotentes caimacanes cubanos sobrevolar en c¨ªrculos a los enviados de Guaid¨®.
As¨ª que no s¨¦ que saldr¨¢ de Oslo, pero si me apuran dir¨¦ que en octubre las Mantarrayas de Tampa disputar¨¢n la Serie Mundial con los Astros de Houston.
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