Colombia est¨¢ en el mundo (Puerto Legu¨ªzamo, Putumayo)
De vez en cuando hay que acercarse a este pa¨ªs con ojos de extranjero
Si uno lo piensa con cuidado, ve, como una epifan¨ªa, que Colombia tambi¨¦n queda en el mundo. Durante un par de siglos ha dado guerras civiles y ciudadanos devastados, hasta lograr que la excepci¨®n sea la regla y la selva sea la ley en su territorio inexplicable. Pero s¨ª: su mapa est¨¢ en el mapa de la Tierra. Tuvo sentido, pues, que un pu?ado de cineastas colombianos protestaran en la alfombra roja de Cannes con carteles en los que pod¨ªa leerse que 162 l¨ªderes sociales han sido asesinados en menos de un a?o. Y aunque la derecha reaccione con su ¡°m¨¦tase en sus asuntos¡± de siempre, tiene l¨®gica que The New York Times revele, como lo hizo, una directriz del ej¨¦rcito nacional semejante a la que condujo a las ejecuciones extrajudiciales de hace catorce a?os, y pida que se respete el ¡°milagroso¡± acuerdo de paz con las FARC.
Es que una guerra aqu¨ª es una guerra en el mundo. Es que, como dice el editorial del jueves de The New York Times, un fracaso de la paz con la guerrilla ¡°ser¨ªa un desastre para el pa¨ªs, para la regi¨®n y para la causa de la democracia¡±. Es que Human Rights Watch (HRW) public¨® el reporte Colombia, nuevos comandantes del ej¨¦rcito asociados con asesinatos. Y, en contrav¨ªa de los deseos de Trump, el Congreso gringo acaba de aumentarle la ayuda a Colombia a 457 millones de d¨®lares con la condici¨®n de que se implemente lo pactado con las FARC, y 79 congresistas dem¨®cratas han pedido a su secretario de Estado que frene el terco saboteo al pacto: ¡°Las iniciativas del Gobierno colombiano para debilitar o anular los compromisos asumidos en el acuerdo deben ser opuestos de forma enf¨¢tica¡±, le reclaman.
Quiz¨¢s en la pr¨®xima carta puedan decirle ¡°Se?or Pompeo, no obligue a ese pobre pueblo a seguirse matando en su guerra contra las drogas¡±.
Mientras tanto, cierta senadora del partido de Duque, admiradora del indigno descaro de Trump, en solo un par de d¨ªas llam¨® al prestigios¨ªsimo The New York Times ¡°el rey de las fake news¡±, puso en riesgo a Nicholas Casey, el periodista que revel¨® las ¡°¨®rdenes de letalidad¡±, tras acusarlo de haber recibido dinero de las FARC, y atac¨® al senador Patrick Leahy cuando ¨¦l le pidi¨® las pruebas de las barbaridades que ella hab¨ªa soltado por ah¨ª. El Gobierno de Duque se le quej¨® al peri¨®dico de Nueva York y despreci¨® a la ONU y ratific¨® a su inexcusable ministro de Defensa. Pero el ej¨¦rcito retir¨® la directriz del mal despu¨¦s del informe de Casey, la canciller¨ªa pidi¨® una cita con la junta editorial del diario y aparecieron art¨ªculos en Le Monde, El Pa¨ªs, BBC Mundo y The Washington Post, que insisten en el posible regreso de los ¡°falsos positivos¡±.
Fue The Washington Post el diario que en 1996, luego de la sanguinaria toma guerrillera de la base militar de Las Delicias, en Puerto Legu¨ªzamo, Putumayo, titul¨® ¡°Colombia est¨¢ en guerra civil¡±. S¨ª, de vez en cuando hay que acercarse a este pa¨ªs con ojos de extranjero. De tanto en tanto hay que asumir que la humanidad est¨¢ primero que la idiosincrasia: ¡°Yo le expliqu¨¦ que ac¨¢ hablamos es otro lenguaje ¨Cdijo cierto ministro colombiano, en febrero de 2010, luego de una reuni¨®n sobre el resurgimiento del paramilitarismo con el director de HRW¨C, le dije que ac¨¢ hablamos es paisa¡±. Alg¨²n d¨ªa, cuando el mundo sea un logro humano, ser¨¢ revaluada esa peligrosa obsesi¨®n con dar resultados que ha vuelto vengadores a tantos periodistas, a tantos vigilantes, a tantos jueces, a tantos soldados.
Mientras tanto, Colombia puede dejar de ser v¨ªctima de esa ¨¦lite negacionista, a punto siempre de meter a su pueblo en la peor de las guerras civiles, que los extranjeros han retratado desde el siglo XIX: debe dejar de ser esa sociedad que no le recibe al mundo su cr¨ªtica, sino su caridad.
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