En vivo y en directo (Dupont Circle, Washington)
El Gobierno colombiano es, hoy, un Gobierno de aficionados: de bienintencionados y malintencionados que carecen del principio de realidad, justo y necesario
Entre todas las obviedades que al final no lo son, y que se ve uno obligado a repetir en las horas m¨¢s absurdas de una sociedad, quiz¨¢s la m¨¢s elemental ¡ªla m¨¢s primordial¡ª sea que ¡°cada una de nuestras palabras tiene consecuencias¡±. Digo esto luego de ver el Facebook Live que la Embajada de Colombia en Washington produjo, el jueves pasado, desde un restaurante mexicano en Dupont Circle. Entender¨ªa que nadie m¨¢s en este mundo ancho y ajeno, ni en los trancones hacia el trabajo ni en las ma?anas del desempleo, se animara a echarle una mirada: hay mejores comedias por ah¨ª. Pero quien ose verlo se dar¨¢ cuenta de que el Gobierno colombiano es, hoy, un Gobierno de aficionados: de bienintencionados y malintencionados que carecen del principio de realidad, justo y necesario.
Es claro que el embajador de Colombia en Washington, el exvicepresidente Francisco Santos, hace parte de los bienintencionados, pero el v¨ªdeo en cuesti¨®n prueba que no es del todo consciente de la realidad externa y que le cuesta trabajo conciliar lo que ¨¦l quiere hacer con lo que buscan los dem¨¢s. Hace un par de semanas, a la pregunta de The Washington Post por cu¨¢l era la comida que m¨¢s extra?aba en su condici¨®n de embajador, se permiti¨® a s¨ª mismo responder ¡°?los tacos de Taco Bell!¡±. El Facebook Live que rese?o no era una mala idea, no. Quer¨ªa retratar a un empresario que fue v¨ªctima de las Farc en 1994, el colombiano V¨ªctor Mart¨ªnez, para celebrarle su exitoso restaurante de comida mexicana ¡ªs¨ª¡ª que da empleo a unas setenta personas. Pero al final se trat¨® de este pulso por la paz.
El embajador Santos empieza el v¨ªdeo tom¨¢ndose un coctel margarita con una porci¨®n de totopos: ¡°Perd¨®n, ?hay m¨¢s salsita?¡±. Echa a andar la entrevista con su estilo despreocupado de siempre. Y s¨ª, en un momento dado le da por interrumpir el relato del llanero Mart¨ªnez, conmovedor desde su violenta salida de Colombia hasta el montaje de sus restaurantes, para venderles a ¡°los muchachos¡± la idea de que el uribismo salv¨® al pa¨ªs de 2002 a 2010, pero s¨®lo al final deja salir su incomodidad uribista ante la paz con las Farc: ¡°?Usted cree que esas personas que cometieron esos delitos deber¨ªan pagar algo de c¨¢rcel?¡±, pregunta. Y, sin embargo, cuando Mart¨ªnez le responde que ¡°la paz es la paz¡±, ¡°cueste lo que cueste¡±, el bienintencionado Santos reconoce ¡ªen un acto de cordura¡ª que ese punto de vista es ¡°absolutamente v¨¢lido¡±.
Es una revelaci¨®n, claro, pues tanto el entrevistador como el entrevistado parecen ponerse de acuerdo en vivo y en directo en que conviene a todos resignarse a esa paz, cuidar las palabras, superar los reveses. En Colombia no ha sido com¨²n el principio de realidad, no, lo usual ha sido que cada cual haga lo que le venga en gana siempre que le venga en gana sin pensarse las secuelas. Poco se dice que el Ej¨¦rcito colombiano, que suele ser leal al presidente de la rep¨²blica, ha fallado en los Gobiernos que ¡ªen vez de ganarse el respeto de las comunidades olvidadas¡ª reducen sus estrategias de seguridad a pedir a gritos resultados: cada una de nuestras palabras tiene consecuencias, s¨ª. Poco se reconoce que gobernar es, sobre todas las cosas, cuidar lo que se dice.
La semana pasada el presidente Duque acat¨® un fallo de la Corte Constitucional que era inevitable, pero desestim¨® uno de la Corte Suprema de Justicia que no le gust¨® nada.
Y fue obvio que este Gobierno se ha pifiado peligrosamente ¡ªo sea: ha puesto en riesgo esta sociedad¡ª cada vez que ha ca¨ªdo en la tentaci¨®n de retomar el tono pendenciero e inescrupuloso que fue com¨²n de 2002 a 2010. Y piensa uno que al menos el err¨¢tico Facebook Live de ese jueves, ¡°?hay m¨¢s salsita?¡±, no le sirvi¨® a la tragedia, sino a la comedia del pa¨ªs.
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