Morsi, el camino truncado de la democracia egipcia
Occidente deber¨ªa llorar la muerte del expresidente de Egipto
Por m¨¢s que se repita que Mohamed Morsi ha sido el ¨²nico presidente civil egipcio y el ¨²nico elegido democr¨¢ticamente, ser¨¢ raro que veamos a los voceros de los derechos humanos o a los l¨ªderes occidentales condolerse por su muerte. Y lo m¨¢s terrible es que una parte de los egipcios tampoco lo har¨¢. Y ello a pesar de que con su rechazo al ultim¨¢tum de los militares en las fechas previas al golpe de Estado de julio de 2013, salvaguard¨® la dignidad de la revoluci¨®n egipcia. Una dignidad por encima de la adscripci¨®n pol¨ªtica del propio Morsi, el islamismo conservador de los Hermanos Musulmanes, que tantas enemistades le granje¨®.
Morsi fue el primer presidente egipcio que no se pleg¨® a las pr¨¢cticas del Estado profundo que hab¨ªan sostenido a Mubarak durante treinta a?os, y que la revoluci¨®n de 2011 hizo tambalear: autoritarismo, corrupci¨®n, desestructuraci¨®n social. Algunos hermanos musulmanes le recomendaron que reculara, se dice que incluso el gu¨ªa supremo, Mohammed Badie. Este Morsi algo soso pero hombre de Estado, lejos de los tintes demon¨ªacos con que se le ha caracterizado, es algo que a muchos les ha costado aceptar, revolucionarios incluidos, que aplaudieron su deposici¨®n y luego fueron testigos de la degeneraci¨®n absoluta de la dictadura de Sisi. Si Morsi fue una figura controvertida durante el a?o escaso de su presidencia, un presidente que quiso blindar sus poderes pero que supo dar marcha atr¨¢s, los acontecimientos posteriores han acabado por hacerle bueno: 60.000 presos pol¨ªticos, m¨¢s de 200 condenas a muerte en juicios sumar¨ªsimos, cientos de muertos y desaparecidos en las c¨¢rceles, una insurrecci¨®n yihadista en el Sina¨ª y una constituci¨®n violada y un Parlamento buf¨®n son solo una sucinta descripci¨®n del actual panorama pol¨ªtico de Egipto. Hoy los j¨®venes que en su d¨ªa llenaban de grafitis los feos muros de cemento que rodean la plaza de Tahrir, dicen que Morsi fue ¡°torpe¡± y ellos demasiado ¡°ciegos¡±. Hoy estos mismos j¨®venes, socialistas revolucionarios y anarquistas, se conduelen, mientras los liberales callan y la minor¨ªa que jalea a Sisi da cuerda al reloj para que pasen r¨¢pido estos d¨ªas y se olvide, como es de prever, a ese ¡°barbudo¡±.
A estas alturas de la historia est¨¢ claro que una cosa es considerarse dem¨®crata y otra practicar la democracia, sobre todo cuando del mundo ¨¢rabe y del islam pol¨ªtico se trata. Da igual el tiempo y las circunstancias: el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n argelino en 1992, Ham¨¢s en Palestina en 2006 y los Hermanos Musulmanes en Egipto en 2013 han puesto de manifiesto que, para Occidente y las corruptas ¨¦lites locales, siempre hay buenas razones para no respetar el resultado de las urnas, ya se invoque la estabilidad regional o la seguridad internacional. Cuando los ¨¢rabes practican la democracia, Occidente echa mano de los dictadores buenos para restaurar el desorden.
El futuro de Egipto no puede ser m¨¢s negro. Es dif¨ªcil encontrar razones para seguir teniendo esperanza en el sue?o democr¨¢tico de 2011. Quiz¨¢ ahora empiece a verse que Morsi fue, en esencia, un presidente honesto, que inici¨® el camino hoy truncado de la democracia egipcia.
Luz G¨®mez es profesora de Estudios ?rabes de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Su libro m¨¢s reciente es Entre la shar¨ªa y la yihad. Una historia intelectual del islamismo (Catarata, 2018).
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