Tortura en Venezuela
Maduro debe poner fin de forma inmediata a la barbarie de someter a tormento a sus opositores
La muerte el pasado 29 de junio del capit¨¢n de corbeta de la Armada venezolana Rafael Costa Ar¨¦valo confirm¨® las peores sospechas sobre los procedimientos de los cuerpos policiales del Gobierno de Nicol¨¢s Maduro. El militar, un oficial opositor acusado de supuesta conspiraci¨®n contra el sucesor de Hugo Ch¨¢vez, muri¨® cuando se encontraba bajo custodia de agentes de la Direcci¨®n General de Contrainteligencia Militar (DGCIM). Horas antes de su fallecimiento, hab¨ªa comparecido ante una corte militar con evidentes indicios de tortura. El acta detalla 38 lesiones, contusiones, escoriaciones, quemaduras en los pies y en una mu?eca. La tortura es repugnante e inhumana y sobre quienes la practican, la alientan o la toleran debe caer tanto el peso de la ley ¨Ctambi¨¦n internacional¨C como el desprecio de cualquier persona de bien.
Pese a los intentos de las autoridades de mantener bajo secreto la autopsia, un funcionario filtr¨® el informe forense, que atribuye el deceso a un ¡°politraumatismo generalizado¡±. El crimen, que conmocion¨® al pa¨ªs, se produce en un contexto de m¨¢xima tensi¨®n entre Maduro y Juan Guaid¨®, presidente de la Asamblea Nacional reconocido como mandatario interino por m¨¢s de 50 Gobiernos extranjeros. Este lider¨® el pasado 30 de abril un alzamiento militar frustrado por falta de apoyos, que acab¨® con la liberaci¨®n de su arresto domiciliario del dirigente opositor Leopoldo L¨®pez, hoy refugiado en la residencia del embajador espa?ol en Caracas.
Pero el homicidio del capit¨¢n Acosta, detenido una semana antes junto a otros tres militares justo cuando la alta comisionada de la ONU, Michelle Bachelet, estaba a punto de abandonar Caracas, es tambi¨¦n la en¨¦sima muestra de la deriva del r¨¦gimen chavista, de sus manejos autoritarios y su falta de escr¨²pulos. En breve: de su inmoralidad y su crueldad de tintes medievales.
La justicia, controlada por el oficialismo, detuvo a los presuntos culpables, un teniente y un sargento segundo de apenas 23 y 22 a?os, y les acus¨® de homicidio preterintencional. El tribunal, sin embargo, pasa por alto los cargos de tortura y, sobre todo, elude la responsabilidad de la cadena de mando, que en ¨²ltima instancia recae en Iv¨¢n Hern¨¢ndez Dala, jefe de la DGCIM, y en Vladimir Padrino L¨®pez, ministro de Defensa.
El informe de Naciones Unidas sobre derechos en Venezuela conocido la semana pasada se?ala precisamente a ese cuerpo como responsable de ¡°detenciones arbitrarias, maltratos y torturas de opositores pol¨ªticos y de sus familiares¡±. La esposa de Acosta tuvo que salir del pa¨ªs y reclam¨®, sin ¨¦xito, informaci¨®n a las autoridades, que ocultaron el cad¨¢ver en la morgue durante m¨¢s de una semana.
Altos cargos del chavismo condenaron p¨²blicamente el uso de la violencia y hasta hubo algunos, como Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que se mostraron abiertos a una investigaci¨®n independiente. Estamos acostumbrados a estas farsas. No es este el primer caso de caracter¨ªsticas similares que el Gobierno intenta tapar. El pasado mes de octubre el concejal opositor Fernando Alb¨¢n falleci¨® mientras se encontraba detenido por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin). Seg¨²n la versi¨®n oficial, cay¨® desde el d¨¦cimo piso de la sede de ese organismo, denunciado por constantes atropellos de los derechos humanos. Estos episodios, condenados por las principales instancias de la comunidad internacional, tambi¨¦n han contribuido a alimentar el malestar en las filas de las Fuerzas Armadas, que son la llave de una transici¨®n democr¨¢tica en el pa¨ªs. Venezuela no puede seguir desliz¨¢ndose por esta espiral de barbarie, indigna del ser humano, ante el pasmo y el horror del resto del mundo.
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