Cuando la sequ¨ªa cre¨® los ¡®campos de concentraci¨®n¡¯ en Brasil
Miles de personas que hu¨ªan del hambre en el Estado de Cear¨¢, en el nordeste del pa¨ªs, en 1915 fueron confinadas para que no llegaran a la capital, Fortaleza. A finales de julio ser¨¢n declarados patrimonio hist¨®rico
Concepci¨®n atravesaba de prisa el Campo de Concentraci¨®n. A veces una voz la atajaba:
¡ªSe?ora, una limosnita¡
Ella sacaba un n¨ªquel de la bolsa y segu¨ªa de frente, con paso ligero, huyendo de la promiscuidad y del mal olor del campamento.
?Qu¨¦ incomodidad, atravesar aquel hacinamiento de gente inmunda, de latas viejas y trapos sucios!?
En la novela El quince, la escritora Rachel de Queiroz (Fortaleza, 1910) narra la sequ¨ªa hist¨®rica de 1915 que castig¨® el nordeste brasile?o y describe parte de lo que fueron los llamados campos de concentraci¨®n de la sequ¨ªa. Aunque no fueran campos de exterminio, como los que se crear¨ªan poco despu¨¦s en Alemania, los campos de concentraci¨®n diseminados por el Estado de Cear¨¢ a principios del siglo XX ten¨ªan al menos un objetivo equivalente a los de los nazis: aislar a la poblaci¨®n indeseada, la ¡°gente inmunda¡± que intentaba sobrevivir a la sequ¨ªa huyendo a la capital.
De esos campos, que en el siglo pasado encerraron el hambre, la miseria y las enfermedades, poca cosa ha quedado. El ¨²nico municipio que todav¨ªa mantiene ruinas de aquella ¨¦poca es Senador Pompeu, una peque?a ciudad de casi 30.000 habitantes a 270 kil¨®metros de Fortaleza. Y si antes era s¨ªmbolo de la pobreza, hoy el lugar se prepara para ser declarado patrimonio hist¨®rico. El nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento debe realizarse con toda la pompa y distinci¨®n hacia finales de julio.
El primer campo surgi¨® en Fortaleza en 1915. Por aquel entonces, la capital del Estado de Cear¨¢ ostentaba una ¨¦lite de intelectuales y empresarios que todav¨ªa recog¨ªan los frutos del boom de la exportaci¨®n de algod¨®n del siglo anterior. Pero junto a esa euf¨®rica burgues¨ªa, llegaban a la ciudad tambi¨¦n?retirantes, migrantes que hu¨ªan del hambre, potenciado por la gran sequ¨ªa de 1877. El aumento de habitantes elev¨® Fortaleza a la s¨¦ptima poblaci¨®n urbana m¨¢s grande del pa¨ªs en la entrada del siglo XX. As¨ª, tambi¨¦n llegaron las medidas higi¨¦nicas.
En la zona oeste de la ciudad, el gobernador Benjamin Liberato Barroso construy¨® el primer campo, denominado Anegadizo. Te¨®ricamente, la propuesta inicial era albergar a los refugiados, ofreci¨¦ndoles las m¨ªnimas condiciones para sobrevivir. Dur¨® todo el 1915, y se desmantel¨® en diciembre. Pero ese no ser¨ªa el fin de la historia. En el nordeste hubo una nueva sequ¨ªa en 1932 y, esta vez, se crearon siete campos dispuestos estrat¨¦gicamente por todo el estado en rutas de migraci¨®n, impidiendo que los retirantes llegaran a la capital. Los constru¨ªan cerca de las v¨ªas del tren, por donde intentaban llegar a Fortaleza. En las estaciones, los interceptaban y los llevaban a los campos, con la promesa de ofrecerles trabajo. Sin ninguna otra opci¨®n, segu¨ªan la ruta.
Frederico de Castro Neves, profesor de Historia de la Universidad Federal de Cear¨¢, recuerda que tambi¨¦n se crearon campos alrededor de alguna obra estructural, que atra¨ªa mano de obra. ¡°El campo estaba vinculado a una obra p¨²blica, una oportunidad de trabajar¡±, explica. Y Senador Pompeu era uno de los municipios que segu¨ªan esa regla. La compa?¨ªa inglesa Norton Griffiths & Company se estableci¨® en la ciudad en la d¨¦cada de 1920 para construir la represa del embalse de Patu. Las obras se interrumpieron en la d¨¦cada siguiente y solo quedaron los edificios, como la casa de la administraci¨®n, el ambulatorio, la estaci¨®n de tren y la casa de las m¨¢quinas, las pocas ruinas que hoy quedan de esta historia.
Alrededor de esta estructura viv¨ªan, en chabolas, los migrantes azotados por la sequ¨ªa. ¡°En esta ventana, se hac¨ªan colas por un pu?ado de comida¡±, explica Valdecy Alves, un abogado nacido en Senador Pompeu y que se autodenomina ¡°militante de los movimientos sociales¡±, al llegar a la casa que era la sede de la antigua administraci¨®n de la compa?¨ªa. ¡°La comida era un pu?ado de harina, un terr¨®n de az¨²car moreno, sal, caf¨¦ tostado en sangre de buey para aumentar la cantidad de hierro y, a veces, una galleta¡±, dice, bajo un sol de castigo, en medio de las ruinas.
Se vest¨ªan con sacos de harina, les rapaban la cabeza y viv¨ªan sometidos a unas condiciones de higiene y limpieza extremadamente precarias. Se mor¨ªan a montones, de hambre, sed y enfermedades. Los azotados por la sequ¨ªa viv¨ªan tan al margen de la sociedad, que ni siquiera sus cad¨¢veres se mezclaban con los de los dem¨¢s. Por eso, a pocos kil¨®metros de la casa de la administraci¨®n se construy¨® un cementerio solo para esas v¨ªctimas. ¡°No se mezclaban con los dem¨¢s muertos de la ciudad¡±, cuenta Alves.
Pero, con el tiempo, las almas de esas v¨ªctimas se consideraron divinas. ¡°Todav¨ªa hay gente que viene al cementerio a pagar una promesa¡±, cuenta Alves, se?alando el muro blanco que hiere la vista bajo la luz del sol. ¡°Todos los a?os viene alguien y pinta el muro como pago de alguna promesa¡±. Las almas de la represa, como se las llama, son homenajeadas en la Caminata de las Almas, una romer¨ªa que tiene lugar cada mes de noviembre desde 1982.
¡°Senador Pompeu no es Auschwitz¡±
De lejos, Senador Pompeu es como cualquier municipio del interior. La v¨ªa f¨¦rrea que todav¨ªa est¨¢ activa cruza el centro comercial de la ciudad y la gente camina por las calles de adoquines. Las ruinas que quedan de las 12 casas que construy¨® la compa?¨ªa inglesa est¨¢n alejadas de la ciudad, en una especie de otero que da a lo que solo en la d¨¦cada de 1980 se convirti¨® en el embalse de Patu.
Los campos existieron por un per¨ªodo corto de tiempo, de solo un a?o: de principios del 1932 a principios del 1933, cuando volvi¨® a llover. Pero la cuenta fue muy alta. Por la dificultad de encontrar registros oficiales, es complicado precisar la cantidad de personas que murieron en aquella ¨¦poca. El profesor Frederico de Castro Neves calcula que, en enero de 1933, cuando solo quedaban cuatro de los siete campos, viv¨ªan en ellos unas 90.000 personas. ¡°El mayor de todos fue el de Buriti, en el sur del estado, en la regi¨®n de Crato. All¨ª llegaron a vivir 60.000 personas¡±, dice. Pero la historiadora K¨ºnia Sousa Rios, tambi¨¦n de la Universidad Federal de Cear¨¢, relata en su libro Isolamento e poder ¨C Fortaleza e os campos de concentra??o na seca de 1932 (Aislamiento y poder: Fortaleza y los campos de concentraci¨®n en la sequ¨ªa de 1932) que solo en el campo de Ipu, en el oeste del estado, se registraron m¨¢s de mil muertes entre 1932 y 1933.
Sin embargo, Castro Neves resalta que, a pesar del nombre con que se conoce esa historia, no se pueden comparar los campos de concentraci¨®n de Cear¨¢ con los de Alemania. ¡°Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se descubri¨® lo que suced¨ªa en la Alemania nazi, la expresi¨®n se contamin¨® con la idea de campo de exterminio¡±, dice. ¡°Pero Senador Pompeu no es igual que Auschwitz. Aqu¨ª, la gente recib¨ªa asistencia, que era precaria, discutible, pero era una asistencia m¨¦dica¡±, afirma. ¡°A la gente no se la obligaba a ir al campo, con violencia, aunque se intentaba mantenerlos all¨ª aislados¡±, pondera.
La declaraci¨®n de patrimonio hist¨®rico se une al estreno de una pel¨ªcula, lo cual refuerza la importancia de Senador Pompeu en la historia de la sequ¨ªa en Brasil. El largometraje Currais (Corrales), de Sabina Colares y David Aguiar, mezcla documental y ficci¨®n para contar, por medio de seis personajes, las historias de los campos de concentraci¨®n.