Escenas del pr¨®ximo cap¨ªtulo (Chiquinquir¨¢, Boyac¨¢)
El regreso forzoso de Andr¨¦s Felipe Arias poco a poco toma cara de ¡°t¨ªpica noticia colombiana que no deja pensar en nada m¨¢s¡±
Hubo una vez un noticiero colombiano que decidi¨® tener una secci¨®n de buenas noticias: as¨ª de grave ha sido el asunto. Si la secci¨®n siguiera en pie, que podr¨ªa seguir aunque fuera breve, esta semana contar¨ªa que los tenistas cale?os Cabal y Farah se convirtieron en los merecid¨ªsimos campeones del torneo de dobles de Wimbledon. Y luego dar¨ªa paso, por ejemplo, a los devastadores esc¨¢ndalos de corrupci¨®n en las filas del ej¨¦rcito, a los testimonios que podr¨ªan demostrar que los dineros nefastos de Odebrecht s¨ª entraron a la campa?a de Santos en 2014, a la fuga inveros¨ªmil del exjefe guerrillero Jes¨²s Santrich ¨Cconvertido, luego del acuerdo de paz, en un representante a la C¨¢mara investigado por narcotr¨¢fico¨C, y a la extradici¨®n de Estados Unidos a Colombia de un exministro de Agricultura, Andr¨¦s Felipe Arias, que hace diez a?os era el verdadero candidato presidencial del uribismo.
Son, si uno las relee, noticias sobre nuestra eterna, profunda, comprensible, paranoica, peligrosa desconfianza en la justicia. El escape de Santrich, en medio de una investigaci¨®n que puso en desacuerdo a las instituciones del Estado, no s¨®lo es una afrenta tanto a la Justicia Especial para la Paz como a la Corte Suprema de Justicia, sino un gesto que el partido de Gobierno ha le¨ªdo como prueba de que ciertas figuras de las Farc jam¨¢s creyeron del todo en los acuerdos. El regreso forzoso de Arias, condenado por la Corte a 17 a?os de prisi¨®n, suspendido e inhabilitado por la Procuradur¨ªa cuando era comandada por un uribista que es hoy embajador en la OEA, poco a poco toma cara de ¡°t¨ªpica noticia colombiana que no deja pensar en nada m¨¢s¡±: los aliados insisten en implementar la doble instancia para el juzgamiento de los aforados en la Corte y los opositores imaginan un futuro dist¨®pico en el que Arias es presidente de Colombia.
Y en medio de la griter¨ªa, y de esos audios filtrados a la prensa que, como comprometen a ciertos magistrados, podr¨ªan dar origen a la palabra ¡°investogado¡±, lo ¨²nico claro es que eso de ser pr¨®fugo ¨Ceso de desconfiar del Estado y de su justicia¨C tiene que dejar de sonar l¨®gico aqu¨ª en Colombia si la idea por fin es que el pa¨ªs funcione. Cada semana colombiana termina como los cap¨ªtulos de los viejos programas de televisi¨®n: ?aparecer¨¢ Santrich convertido en jefe de las disidencias de las Farc?, ?conseguir¨¢ el partido de Gobierno, liderado por el investigado expresidente Uribe, que se d¨¦ una doble instancia que revise el caso del exministro Arias?, ?se ir¨¢ el segundo a?o de esta presidencia en otro debate bizantino que azuce el desprecio por las instituciones y aplace el desmonte de la violencia? Y s¨ª: es la pura precariedad.
El presidente Duque le ha pedido a la centenaria Virgen de Chiquinquir¨¢, en Boyac¨¢, que gu¨ªe al pa¨ªs hacia la unidad que suele proponer la derecha, pero quiz¨¢s sea m¨¢s efectivo que ¨Cm¨¢s all¨¢ de sus discrepancias sobre los acuerdos de paz¨C la sociedad salga a marchar el viernes de la pr¨®xima semana contra los estremecedores, desoladores, brutales, vergonzosos, diarios asesinatos de los l¨ªderes sociales. Es obvio, pero no es nada f¨¢cil en esta naci¨®n del s¨¢lvese quien pueda ¨Cen la que es una verdadera sorpresa que dos colombianos se hayan puesto de acuerdo hasta ganar en Wimbledon¨C, reconocer que tenemos en com¨²n el hecho de estar vivos y el derecho a seguir viviendo. Y la verdad es que si no es la vida lo que nos une es muy probable que sigamos pensando que s¨®lo se llama ¡°justicia¡± cuando se aniquila a la contraparte.
Si no asumimos una justicia que no d¨¦ pr¨®fugos buenos y pr¨®fugos malos, y no logramos una cultura que no justifique ning¨²n asesinato, pronto tendremos que resignarnos a las secciones de buenas noticias.
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