Una guerra comercial por las heridas de la historia
Jap¨®n sanciona a la industria de Corea del Sur ante la reclamaci¨®n de indemnizaciones por la ocupaci¨®n nipona
En la cumbre del G20 celebrada en Osaka (Jap¨®n) el mes pasado todos los focos apuntaban al ¨²nico evento que pod¨ªa desatascar la guerra comercial entre Estados Unidos y China: el cara a cara de sus presidentes. Pero mientras Donald Trump y Xi Jinping se daban la mano en un inane apret¨®n, en otra estancia comenzaba una nueva hostilidad. Shinzo Abe y Moon Jae-in, l¨ªderes respectivos de Jap¨®n y Corea del Sur, abandonaron su encuentro sin haber llegado a un acuerdo. Unos pocos d¨ªas m¨¢s tarde se levantar¨ªa entre ambos una empalizada mercantil, la primera de un conflicto comercial que amenaza las cadenas de producci¨®n globales y pone de manifiesto el auge de una nueva manera trumpiana de lidiar con las relaciones econ¨®micas.
El golpe inicial de esta nueva guerra comercial lleg¨® a principios de mes, cuando Abe limit¨® el acceso de Corea del Sur a tres tipos de agentes qu¨ªmicos, esenciales para la industria de chips semiconductores del pa¨ªs vecino. Tiene lugar en este punto una colisi¨®n frontal de porcentajes: Jap¨®n produce el 90% de estos compuestos, necesarios para fabricar chips de memoria de los que Corea del Sur produce el 60% mundial. Este conflicto regional, por tanto, crea un cuello de botella que supone una amenaza para todo el mercado global de productos digitales.
Pero el origen de las desavenencias no est¨¢ en los libros de contabilidad, sino en los de historia. En la primera mitad del siglo XX Jap¨®n ocup¨® la pen¨ªnsula de Corea y su presencia all¨ª dej¨® dos grandes traumas sin cerrar. El primero, las mujeres empleadas como esclavas sexuales para satisfacer al ej¨¦rcito invasor, conocidas por el eufemismo de ¡°mujeres de confort¡±. En toda Asia fueron 200.000. Solo un tercio sobrevivi¨®. El segundo, los hombres obligados a realizar trabajos forzados para lucro de las grandes empresas nacionales japonesas.
A finales del a?o pasado, una sentencia de la Corte Suprema de Corea del Sur estableci¨® que los ciudadanos que lo desearan podr¨ªan solicitar reparaciones por aquellos da?os. Esta decisi¨®n judicial caus¨® irritaci¨®n en Jap¨®n, cuyo Gobierno se remite al acuerdo bilateral firmado en 1965. Por medio de ese pacto, titulado Tratado de Relaciones B¨¢sicas, se restablecieron las relaciones diplom¨¢ticas entre ambos pa¨ªses previo pago de 717 millones de d¨®lares (unos 644 millones de euros) en pr¨¦stamos y cesiones por parte de los nipones. Para el Gobierno surcoreano, en cambio, se trataba de un acuerdo a nivel estatal del que las v¨ªctimas hab¨ªan quedado excluidas, por lo que Jap¨®n deber¨ªa aceptar su responsabilidad legal y desembolsar las indemnizaciones correspondientes. Esta segunda interpretaci¨®n encuentra apoyo en una resoluci¨®n de Naciones Unidas fechada en 1996.
Esta discordia fue la que llev¨® a Abe a abandonar la reuni¨®n en el marco del G20, despu¨¦s de que Moon se negara a interferir en la actividad de la Corte Suprema surcoreana. Su respuesta fueron las sanciones, a las que se suma la amenaza de eliminar a Corea del Sur de la lista de ¡°pa¨ªses blancos¡± que reciben tratamiento preferencial en materia de comercio. Jap¨®n nunca ha eliminado a ning¨²n pa¨ªs de esa lista y Corea es el ¨²nico asi¨¢tico en ella, por lo que ser¨ªa un movimiento sin precedentes.
Representantes de las dos naciones volvieron a entrevistarse hace dos semanas, pero la reuni¨®n, de cinco horas de duraci¨®n, fracas¨® en el intento de reconducir la situaci¨®n y acab¨® desembocando en un airado intercambio de reproches. Ambas partes se preparan para lo que parece ser¨¢ una larga batalla: Corea del Sur no ha tomado represalias econ¨®micas todav¨ªa, pero ante el fracaso de las negociaciones ha recurrido a denunciar a Jap¨®n ante la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC). En Tokio se est¨¢ considerando la posibilidad de elevar el caso a la Corte Internacional de Justicia si se diera el caso de que la OMC falle en su contra y activos de empresas nacionales en suelo surcoreano fueran expropiados.
A esto hay que sumarle una enorme presi¨®n social, alimentada por los irresolutos agravios hist¨®ricos. Las sanciones se han recibido con furia en Corea del Sur y sectores de la poblaci¨®n han comenzado a organizar boicots a productos japoneses. La semana pasada, un hombre se quem¨® vivo frente a la Embajada de Jap¨®n en Se¨²l a modo de protesta. Los pol¨ªticos japoneses, por su parte, siguen elevando la ret¨®rica y retratan en p¨²blico a Corea del Sur como un socio poco fiable. Ninguno de los l¨ªderes cuenta con incentivos dom¨¦sticos que empujen en favor de la resoluci¨®n del conflicto, sino todo lo contrario.
¡°Las ¨²ltimas restricciones golpear¨¢n duro a Corea y perturbar¨¢n su cadena de producci¨®n, ya que su industria principal depende en gran medida de estas importaciones¡±, apunta Alicia Garc¨ªa Herrero, economista jefe para Asia-Pac¨ªfico de Natixis. As¨ª lo corroboran las cifras publicadas el lunes pasado por el servicio aduanero del pa¨ªs, que reflejaban una aguda ca¨ªda del 14% en las exportaciones en los primeros 20 d¨ªas del mes con respecto al mismo periodo un a?o atr¨¢s. Las ventas de chips semiconductores, en concreto, disminuyeron un 30%, mientras que las importaciones desde Jap¨®n tambi¨¦n se recortaron en un 15%.
¡°Para los productores de chips semiconductores en Corea del Sur ser¨¢ complicado encontrar una fuente alternativa de proveedores¡±, a?ade Garc¨ªa Herrero. En este punto, el conflicto se entrecruza con la guerra comercial entre las dos superpotencias econ¨®micas. La disputa entre sus dos principales aliados en la zona debilita la posici¨®n estrat¨¦gica de Estados Unidos y juega en favor de China, reforzando su posici¨®n central. Pero, al mismo tiempo, tambi¨¦n supone una amenaza para Pek¨ªn: sus tecnol¨®gicas dependen en gran medida de la importaci¨®n de productos intermedios desde Corea del Sur. Si este pa¨ªs no puede cubrir su demanda, la ¨²nica alternativa ser¨ªa recurrir a art¨ªculos estadounidenses, algo que en el contexto actual incomoda y acentuar¨ªa una dependencia que China quiere superar por considerarla un punto d¨¦bil.
Esta nueva guerra comercial tambi¨¦n confirma el auge de las pol¨ªticas proteccionistas. El actual estadio de profunda globalizaci¨®n ha generado una enorme riqueza y progreso, en parte gracias a un sistema productivo basado en cadenas log¨ªsticas que atraviesan muchos pa¨ªses. Abe ha replicado las formas de Trump, al emplear el comercio como arma en disputas pol¨ªticas, una t¨¢ctica legitimada por el presidente estadounidense: Jap¨®n identifica productos coreanos que dependen de sus materias primas para convertir su cadena de producci¨®n en un l¨¢tigo que golpea donde m¨¢s duele. Exactamente lo mismo que Trump ha hecho con las empresas chinas ZTE y Huawei.
A este proceso, que amenaza con dirigir la econom¨ªa mundial hacia una desconexi¨®n parcial ¨Cconocida como decoupling¨C, tambi¨¦n ha contribuido la erosi¨®n de las normas comerciales que hasta ahora hab¨ªan impedido que las fricciones comerciales entraran en una espiral que las llevara fuera de control. Pero puede que todav¨ªa no sea demasiado tarde. Todos los focos apuntan ahora a la OMC.
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