Los zapatos desgastados del profesor Jos¨¦ Ibarra
La vida de un docente ilustra c¨®mo se ha extendido la escasez en Venezuela
Jos¨¦ Ibarra se sent¨® en la acera, llor¨® de rabia, se levant¨®, apunt¨® hacia los pies y public¨® un tuit. Este profesor de 42 a?os imparte clases de Trabajo Social en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y camina kil¨®metros todos los d¨ªas para llegar a su departamento, en la Ciudad Universitaria de Caracas. Hace un a?o sus zapatos desgarrados se convirtieron en s¨ªmbolo del deterioro del sector p¨²blico y, al mismo tiempo, de la dignidad de un colectivo que trata de resistir ante la feroz crisis econ¨®mica.
¡°En ese momento ten¨ªa cuatro pares, pero tres ya estaban muy rotos. Esos los estaba usando porque termin¨¦ siendo padrino de promoci¨®n y quer¨ªa ir bien representado¡±, explica sentado en su despacho, en la segunda planta de un edificio que acaba de sufrir una inundaci¨®n y una plaga de hongos. De repente, Ibarra, que ya estaba utilizando esos zapatos a diario, se dio cuenta de que las suelas comenzaban a romperse. ¡°En ese momento [antes de la reconversi¨®n monetaria que, en sustancia, consisti¨® en eliminar unos ceros] reparar un par de zapatos eran 20 millones de bol¨ªvares¡±. Su sueldo representaba menos de la tercera parte de esa cantidad. Hoy acaba de cobrar una quincena de 60.000, unos cinco d¨®lares en el mercado negro.
No me da pena decirlo: con estos zapatos me traslado a la #UCV a dar clase. Mi sueldo como profesor universitario no me alcanza para pagar el cambio de suela pues sale en 20 millones pic.twitter.com/jZP5rDxYVV
— Jos¨¦ Ibarra? (@Ibarraorellanes) June 29, 2018
Una vez hecha la foto, decidi¨® publicarla en Twitter como ¡°forma de protesta¡±. ¡°No me da pena decirlo: con estos zapatos me traslado a la #UCV a dar clase. Mi sueldo como profesor universitario no me alcanza para pagar el cambio de suela pues sale en 20 millones¡±, escribi¨®. ¡°El docente venezolano, por tener cierto estatus, pareciera que no sufre la crisis¡±, comenta. Desde ese momento, recibi¨® varias donaciones.
Ahora, como la inmensa mayor¨ªa de sus colegas, sigue luchando contra la penuria en un pa¨ªs donde ya no hay problemas de desabastecimiento en los comercios y en los mercados, pero las neveras de millones de familias est¨¢n casi vac¨ªas. La hiperinflaci¨®n galopante y la devaluaci¨®n del d¨®lar, divisa que de facto determina los precios de los productos, han establecido un sistema insostenible. ¡°Cuando es el d¨ªa de la quincena [bono] me doy un pase¨ªto por Catia (un sector popular de la capital), por el mercado, y me doy cuenta de que los precios de los alimentos comienzan a aumentar. Entonces, con 60.000 bol¨ªvares, ?qu¨¦ compro? Y as¨ª est¨¢ la mayor¨ªa de los profesores. Hay docentes que necesitan medicinas, un antibi¨®tico te cuesta m¨¢s de 40.000 bol¨ªvares¡±, relata. ¡°Eso sucede con el docente venezolano, que muchos est¨¢n buscando trabajos fuera para complementar un poco ese sueldo. Ya dentro de poco nos cae el bono vacacional (unos 30 euros). Tienes que pagar el colegio de los chamos, comprar los ¨²tiles escolares, el uniforme, en el caso de los que no tenemos hijos, empiezas a sacar cuentas: bueno, tengo a?os que yo no me compro un pantal¨®n¡±, reflexiona. ¡°Yo quiero quedarme en Venezuela. Creo todav¨ªa que en este pa¨ªs podemos recuperarnos y hacer grandes cosas, pero hay d¨ªas que no me quiero levantar de la cama¡±, prosigue este profesor.
Como en el caso de Ibarra, la vocaci¨®n tambi¨¦n es el sentimiento que prevalece en la rutina de Yasmine S¨¢nchez, maestra en un colegio. E igual que Ibarra, esta docente casi se excusa por sus zapatos desgastados. Mientras espera el metro en la estaci¨®n de Ant¨ªmano ¡ªque en torno a las 12.30 pasa cada 10 o 15 minutos¡ª, asegura que sigue dando clases porque le gusta su trabajo.
No hay, probablemente, nada m¨¢s fuerte en la fragil¨ªsima arquitectura de los servicios venezolanos y es lo que permite que sigan existiendo.
Tampoco tiene dudas sobre su futuro Leidy Nobile, 30 a?os, secretaria del departamento de Qu¨ªmica de la Universidad Sim¨®n Bol¨ªvar. Ella, sin embargo, no aguanta m¨¢s, vive lejos y pierde dinero por ir a trabajar. ¡°He tenido que conseguir dinero por otros medios para poder financiar el pago del transporte p¨²blico para llegar aqu¨ª¡±, asegura. Unos d¨ªas m¨¢s y, despu¨¦s de las vacaciones, no volver¨¢. ¡°Estos ¨²ltimos tres a?os han sido muy graves para los trabajadores de la universidad y nuestra calidad de vida se ha ido desmejorando. Antes ten¨ªa carro, ya lo perd¨ª. Nos colocaron un seguro que no funciona. T¨² vas a cualquier centro cl¨ªnico y no te van a atender¡±, apunta.
¡°Estoy averiguando a ver si me voy del pa¨ªs, pero es muy dif¨ªcil, tengo dos ni?os peque?os. Si no, estar¨¦ buscando otras ¨¢reas¡±, contin¨²a. Mientras, ha dedicado sus esfuerzos a criar perros de raza, ¡°aunque el costo de los alimentos ha ido mermando este negocio¡±.
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