La Amazonia arde m¨¢s all¨¢ de Bolsonaro (y de Evo)
Falta un dise?o institucional que resuelva la ¡®tragedia de los comunes¡¯ que supone la explotaci¨®n de la selva amaz¨®nica
La Amazonia est¨¢ en llamas. A juzgar por la alarma medi¨¢tica y social, lo est¨¢ sobre todo en Brasil y este mes. Sin embargo, la realidad es algo m¨¢s compleja. Tiene sentido que nuestros radares se hayan disparado con las cifras y las im¨¢genes de agosto, pero es fundamental que aprovechemos esta ventana de atenci¨®n para comprender que no se trata de apagar fuegos, sino de minimizar los incentivos para que prendan de nuevo en el futuro.
Efectivamente, Brasil acumula a finales de agosto decenas de miles de focos incendiados en su territorio selv¨¢tico. La cifra casi duplica a la del mismo periodo en 2018. Pero el Amazonas es un bosque que desborda incluso al pa¨ªs m¨¢s grande del continente. Si algo m¨¢s de la mitad de su masa (58%) se encuentra dentro de las fronteras brasile?as, Bolivia (8%), Colombia (7%), Per¨² (13%), Venezuela (6%) y Ecuador se reparten la pr¨¢ctica totalidad de la otra mitad. Y la escalada en el primero de ellos es particularmente preocupante.
Una vez normalizamos los valores de todos los meses de agosto de la ¨²ltima d¨¦cada y media para cada pa¨ªs, se observa un patr¨®n m¨¢s o menos com¨²n a varios de ellos: las tasas de incendios descienden hasta principios de esta d¨¦cada, para luego remontar y casi alcanzar los r¨¦cords de hace quince a?os.
Pareciera que lo que se comenz¨® a lograr hace casi una d¨¦cada se fue evaporando despu¨¦s. ?Por qu¨¦? No parece atribuible a cambios de Gobierno. Tampoco corresponde con la idea de que a medida que aumenta la conciencia medioambiental tambi¨¦n lo hacen los resultados de protecci¨®n (y las nuevas generaciones que se han incorporado en los ¨²ltimos a?os al debate p¨²blico la tienen sin duda m¨¢s acentuada que las anteriores).
No quiere nada de ello decir que no estemos ante un problema pol¨ªtico. Lo estamos. La mayor¨ªa de los fuegos en el Amazonas est¨¢ provocado de manera intencionada por la mano humana, por mucho que las condiciones clim¨¢ticas sin duda sean un acicate: la temporalidad que se observa en los 'picos' de quemas tiene tanto que ver con la falta de lluvias como con los momentos de siembra.
Este es un problema, en fin, pol¨ªtico porque es uno de distribuci¨®n desigual de recursos, costes y beneficios. Tiene incluso su propio nombre gen¨¦rico en la ciencia social: tragedia de los comunes. Nadie estudi¨® tan bien este fen¨®meno como la polit¨®loga y Nobel de Econom¨ªa Elinor Ostrom. Esta tragedia se da cuando varias entidades separadas pueden explotar un recurso hasta su extenuaci¨®n, confiando en que sean los otros quienes se contengan. De la fuente territorial y maderera del Amazonas beben los seis pa¨ªses mencionados y a¨²n otros.
De hecho, se trata de una tragedia a¨²n m¨¢s compleja, porque existe un sinn¨²mero de personas que se benefician de los efectos medioambientales de una Amazonia no explotada sin percibir (aunque s¨ª los obtengan) ninguno de la extracci¨®n directa de recursos: desde los mismos habitantes de los pa¨ªses que albergan la selva pero que se ubican en n¨²cleos urbanos alejados de la misma, hasta el resto del planeta.
Pero la tensi¨®n entre beneficios por explotaci¨®n y por protecci¨®n se rompe demasiado a menudo a favor del primer extremo. De ah¨ª las quemas incontroladas como las que estamos observando estos d¨ªas, principalmente en Brasil y en Bolivia. Estos dos son tambi¨¦n los pa¨ªses en los que m¨¢s ha sufrido la superficie amaz¨®nica, donde las p¨¦rdidas relativas han sido m¨¢s intensas desde 2003 (las absolutas siempre van a pertenecer sobre todo a Brasil por su descomunal tama?o).
En su ¨¦poca correspondiente llegar¨¢n las de Colombia o Venezuela. El calendario es variable, pero relativamente inexorable en ese sentido, y demuestra que los descensos puntuales de los incendios en el pasado no son sostenibles en el largo plazo
Y no lo son porque no existe ning¨²n mecanismo institucional que genere incentivos para cooperar. En la l¨®gica actual, se producen quemas dentro de la Amazonia y el mundo entero fuera de ella pone el grito en el cielo, exigiendo a los responsables que detengan la quema. Se plantea el asunto as¨ª como una cuesti¨®n de ¡°buenos¡± (quienes est¨¢n fuera, preocupados por el medioambiente) y ¡°malos¡± (los explotadores de all¨¢). Y es cierto que bajo el mandato de ciertos l¨ªderes, como el propio Jair Bolsonaro o Evo Morales, el descontrol de las quemas se vuelve m¨¢s probable. Pero el principal vector ideol¨®gico que las favorece es el nacionalismo unido a la intenci¨®n de favorecer a ciertos grupos clave que aseguran necesitar de la explotaci¨®n del territorio amaz¨®nico para favorecer el desarrollo econ¨®mico. La perspectiva maniquea solo enroca las posiciones de estos ¨²ltimos, que se sienten atacados desde el exterior en su intenci¨®n de sacar partido a un recurso que consideran propio.
La pieza que falta, por tanto, es un dise?o institucional que resuelva esta tragedia de los comunes amaz¨®nica. Un mecanismo que regule el equilibrio entre explotaci¨®n y protecci¨®n, y que en ello premie a quien cumpla los c¨¢nones establecidos entre todas las partes implicadas, y castigue a quien los incumpla. Que, adem¨¢s, pueda operar por encima de las fronteras: exactamente igual que los agentes privados cuyo foco exclusivo es la explotaci¨®n. Afortunadamente, al menos una parte del mundo avanza en ese sentido: el acuerdo de Par¨ªs ha sido probablemente el mayor logro de la humanidad en su intento por superar la ¡®tragedia de los comunes¡¯. Pero sus vientos desde luego no han llegado, ni en tiempo ni en extensi¨®n, a apagar los fuegos que se reavivan en el Amazonas.
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