La paz de Colombia tambi¨¦n era esto
Santos y Timochenko comparten reflexiones y an¨¦cdotas en su primera charla p¨²blica juntos tras la firma del acuerdo de paz hace tres a?os
Hay un hombre solo en la recepci¨®n del Hotel Hilton de Guadalajara que anda inquieto. Carga un malet¨ªn y rebusca en los bolsillos de su americana, sin encontrar nada. A nadie le llama la atenci¨®n su presencia pese a ser una de las figuras m¨¢s relevantes de la historia reciente de Am¨¦rica Latina, inmerso como est¨¢ el hotel en un ir y venir de invitados de la Feria del Libro (FIL).
¡ªAndo buscando un cigarrillo¡ª, concede t¨ªmido, a modo de petici¨®n.
Es el escritor Jorge F. Hern¨¢ndez, a unos metros, quien le da dos y le invita a salir para poder prestarle el encendedor.
¡ªNo sabe cu¨¢ntos a?os, pero cu¨¢ntos a?os, que no ve¨ªa un Camel.
Hern¨¢ndez, acostumbrado a tener una respuesta para todo y para todos, se queda descolocado ante el comentario. Cuando se aleja mira al periodista como preguntando qui¨¦n es ese hombre de bigote milim¨¦trico y acento colombiano, de cuyo cuello cuelga un gafete en el que se lee: ¡°Invitado especial. Presidencia¡±. El nombre, Rodrigo Londo?o, el mismo que aparece en el programa de la feria junto al del expresidente de Colombia Juan Manuel Santos, no dice nada de un primer vistazo. Durante d¨¦cadas se le ha conocido por su alias en la guerrilla m¨¢s antigua de Am¨¦rica Latina, las FARC: Timole¨®n Jim¨¦nez, Timochenko.
Unas horas despu¨¦s del encuentro, el expresidente, Nobel de la Paz, y el exguerrillero se sentaron a conversar juntos en p¨²blico por primera vez desde que se firm¨® el acuerdo de paz en Colombia, hace tres a?os. La escena era hist¨®rica, como ilustr¨® la periodista Carmen Aristegui: ¡°A mi derecha tengo a un hombre que quiso matar a la persona que tengo a mi izquierda, y viceversa¡±. ¡°Ahora, cuando nos hemos visto, yo le pregunto por su hijo de cinco meses y ¨¦l por mi nieta, de 18 meses¡±, concedi¨® Santos.
Visiblemente m¨¢s nervioso, Londo?o ¡ª¡°voy asustad¨ªsimo¡±, le dice a una de las personas que le acompa?aban¡ª ante un auditorio abarrotado, en cuya primera fila estaba el escritor Mario Vargas Llosa, comparti¨® junto a Santos reflexiones y an¨¦cdotas sobre el acuerdo de paz sin el que, ambos coincidieron, no se entiende el estallido social que vive su pa¨ªs estos d¨ªas.
¡°Antes no sal¨ªan a protestar porque los satanizaban por terrorismo¡±, afirm¨® Santos, poco dado a inmiscuirse en la pol¨ªtica de su pa¨ªs desde que entreg¨® el poder, pero que no dej¨® pasar la oportunidad de lanzarle un mensaje a su sucesor, Iv¨¢n Duque: ¡°Tiene una oportunidad de oro¡±, dijo, para implementar el acuerdo de paz, uno de los principales reclamos de los manifestantes. ¡°Tras la confrontaci¨®n, la gente est¨¢ entendiendo lo que ocurre¡±, dijo, por su parte, Timochenko, a quien Aristegui le pregunt¨® por el grupo de guerrilleros, entre ellos el jefe negociador en La Habana, Iv¨¢n M¨¢rquez, que han optado por volver a la lucha armada. ¡°Es un n¨²mero insignificante¡±, zanj¨® Londo?o. ¡°?C¨®mo le vas a decir a un muchacho que protesta de forma festiva, en pleno baile, que nos vamos para una segunda Marquetalia? Los linchan¡±, ilustr¨®, ante el aplauso generalizado, incluyendo el de Santos, al que se le le¨ªa en los labios: ¡°Muy bueno¡±.
No fue la ¨²nica concesi¨®n de Londo?o. El exguerrillero, circunloquio mediante, habl¨® de la relaci¨®n de las FARC con el narcotr¨¢fico. Cont¨® que su primera misi¨®n en la insurgencia fue destruir dos plantas de marihuana, all¨¢ por 1976. Admiti¨® que, con los a?os, y ante el creciente mercado de la droga, encontraron en ella una fuente de financiaci¨®n. Neg¨® ¡ªsiempre lo ha hecho¡ª que la guerrilla fuese un cartel de narcotraficantes, que solo cobraban un impuesto para proteger a los campesinos que plantaban la coca. Sin embargo, la forma en la que lo contaba, deslizaba algo m¨¢s. Londo?o admiti¨® que en un momento el narcotr¨¢fico penetr¨® de tal manera en las bases guerrilleras que, por intereses econ¨®micos, las debilit¨®. ¡°El narcotr¨¢fico es incompatible con ser revolucionario¡±, insisti¨®, antes de que Santos lograse una de las mayores ovaciones del auditorio al asegurar que para tratar de poner fin al problema de las drogas ¡°la ¨²nica soluci¨®n de fondo es eliminar la prohibici¨®n¡±.
Ya casi al final, Santos record¨® la primera vez que vio en persona a Timochenko. Fue en La Habana, en septiembre de 2015, s¨ª, hace solo cuatro a?os. El entonces presidente cubano Ra¨²l Castro les dej¨® solos en una sala ¡ªdespu¨¦s, forzar¨ªa un apret¨®n de manos entre ambos con el que, pr¨¢cticamente, se dec¨ªa que el proceso era irreversible¡ª. ¡°?l estaba enfermo¡±, arranc¨® Santos. ¡°S¨ª, sal¨ª del campamento con dengue¡±, concedi¨® Timochenko. El exmandatario explic¨® que en aquel breve encuentro le pidi¨® a su adversario que remaran juntos por la paz de Colombia. Cuatro a?os despu¨¦s, en M¨¦xico, Santos regal¨® a Londo?o un libro infantil para su hijo que hizo que el exguerrillero no pudiese evitar las l¨¢grimas. El t¨ªtulo: En el mismo barco.
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