El hartazgo ciudadano estalla en Mal¨ª
Un presidente cada vez m¨¢s acorralado se enfrenta a las protestas m¨¢s graves de las ¨²ltimas d¨¦cadas lideradas por el islamista Dicko
Mal¨ª vive sus horas m¨¢s dif¨ªciles. Un presidente cuestionado y cada vez m¨¢s acorralado, el l¨ªder de la oposici¨®n secuestrado por los terroristas, un Parlamento deslegitimado, una justicia en el ojo del hurac¨¢n por su falta de independencia, una ¨¦lite pol¨ªtica corro¨ªda por la corrupci¨®n, un Ej¨¦rcito desmoralizado tras ocho a?os de fracasos ante el yihadismo, tres cuartas partes del pa¨ªs golpeadas por la violencia, la educaci¨®n colapsada, la sanidad bajo m¨ªnimos, un desempleo generalizado y la pobreza extrema desbocada. El hartazgo de toda una sociedad ha tomado las calles y exige la dimisi¨®n del presidente Ibrahim Boubacar Keita (IBK) desde hace meses, pero el calado de la crisis maliense invita a pensar que ni siquiera su ca¨ªda alumbrar¨¢ la salida del laberinto.
Hace dos fines de semana las calles de la capital Bamako se convirtieron en el escenario de una batalla campal. De un lado, miles de j¨®venes enfurecidos que lanzaban piedras, quemaban neum¨¢ticos y saqueaban edificios oficiales, como la sede de la televisi¨®n p¨²blica y el Parlamento; del otro, polic¨ªas y militares incapaces de contenerlos que pasaron de los gases lacrim¨®genos a disparar balas de verdad. Murieron al menos 11 personas y hubo decenas de heridos en las manifestaciones m¨¢s intensas y multitudinarias que recuerda este pa¨ªs desde aquellas que trajeron la democracia hace casi tres d¨¦cadas. Tras unos d¨ªas de precaria calma, este lunes han vuelto a aparecer barricadas en la ciudad, lo que vislumbra que la batalla est¨¢ lejos de haber terminado.
¡°Los manifestantes reclaman la dimisi¨®n de IBK, pero en realidad lo que el presidente encarna es el fracaso del Estado y de sus instituciones a la hora de proteger a la poblaci¨®n, de luchar contra la corrupci¨®n, de ofrecerles condiciones socioecon¨®micas mejores. Es el fracaso de todo un sistema¡±, asegura Ibrahim Ma?ga, experto en Mal¨ª del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS), ¡°pero no es sino el ¨²ltimo episodio de la larga crisis que sufre este pa¨ªs desde hace a?os que se manifiesta en las dificultades que atraviesa la poblaci¨®n para sobrevivir, ahora acentuadas por las medidas adoptadas para luchar contra el coronavirus¡±.
A?o 2012. Independentistas tuaregs reforzados por las armas procedentes de Libia y grupos yihadistas que se hab¨ªan ido implantando en el norte de Mal¨ª a la sombra de la crisis argelina unen sus fuerzas y logran, en apenas tres meses de rebeli¨®n, hacerse con el control de todo el norte del pa¨ªs. Durante nueve meses, los radicales impusieron su ley. Sin embargo, cuando quisieron avanzar hacia Bamako se vieron frenados por una intervenci¨®n militar francesa que a¨²n prosigue vestida de otros ropajes. Si en 2013 el presidente Fran?ois Hollande fue recibido como un h¨¦roe en Tombuct¨² y las mujeres bautizaban a sus hijos con su nombre, hoy buena parte de la poblaci¨®n percibe a los militares franceses, incapaces de acabar con una violencia que se extiende e incluso se contagia a los vecinos N¨ªger y Burkina Faso, como parte del problema.
Un a?o despu¨¦s del comienzo de la rebeli¨®n, IBK ganaba las elecciones con la promesa de recuperar la integridad territorial y devolver al pa¨ªs a la senda de la estabilidad, todo ello con la vitola de ser el presidente de mano f¨¦rrea que necesitaba Mal¨ª. Siete a?os despu¨¦s todo ha ido a peor: Keita forma parte de la misma clase pol¨ªtica desconectada de los ciudadanos que ha gobernado las instituciones en las ¨²ltimas d¨¦cadas, salpicada por un esc¨¢ndalo tras otro.
Hace dos fines de semana, los manifestantes tambi¨¦n se abalanzaron sobre las oficinas de Karim Keita, hijo de IBK, diputado y la figura que mejor ilustra el nepotismo y la deriva del r¨¦gimen. No fue casualidad. Un v¨ªdeo que se difundi¨® en las redes sociales a principios de julio le mostraba de fiesta en un lujoso yate privado. Para el maliense medio que vive cortes de luz y agua y apenas llega a juntar el dinero para comer cada d¨ªa, estas im¨¢genes resultaban inaceptables. Hace unos d¨ªas, Karim Keita se vio obligado a dimitir de su cargo de presidente de la comisi¨®n parlamentaria de Defensa.
La chispa
Sin embargo, la chispa que incendi¨® la calle salt¨® el 30 de abril. Ese d¨ªa, el Tribunal Constitucional publicaba los resultados definitivos de unas elecciones legislativas de escasa participaci¨®n: el partido en el poder, Asamblea por Mal¨ª (RPM), pasaba de los 43 diputados que le otorg¨® la comisi¨®n electoral a 51, un aumento que le permit¨ªa mantener el control sobre un Parlamento de 147 esca?os gracias al apoyo de sus aliados pol¨ªticos. La triqui?uela era tan burda que marc¨® el comienzo de las protestas que se extendieron por todo el pa¨ªs pero que ten¨ªan su epicentro en Bamako. Y all¨ª estaba, en el momento y lugar adecuados, el l¨ªder que llevaba a?os denunciando estos abusos, el hombre que hab¨ªa agrupado en torno a ¨¦l a los descontentos, a los excluidos, a los desheredados: el im¨¢n Mahmud Dicko.
¡°Dudo de que tenga la ambici¨®n de ser presidente, es consciente de sus limitaciones. Pero no cabe duda de que pretende seguir ejerciendo influencia sobre la pol¨ªtica a trav¨¦s de personas a las que pueda controlar o manejar. En el fondo, Mahmud Dicko tiene un proyecto moral¡±, se?ala Bakary Sambe, director del Instituto Timbukt¨². Este l¨ªder de masas formado en el wahabismo, hoy convertido en el gran galvanizador de las protestas contra el r¨¦gimen, lleva dos d¨¦cadas marcando el paso a la clase pol¨ªtica: en 2009 impidi¨® la aprobaci¨®n del C¨®digo de la Familia, que reconoc¨ªa nuevos derechos a las mujeres, y hace dos a?os fren¨® la publicaci¨®n de un manual de educaci¨®n sexual porque hac¨ªa referencia a la homosexualidad. Adem¨¢s, fue el gran impulsor del di¨¢logo con los yihadistas radicales.
En los ¨²ltimos d¨ªas, los gestos para rebajar la tensi¨®n se han multiplicado, desde la petici¨®n de perd¨®n del primer ministro por la excesiva dureza exhibida por las fuerzas del orden, hasta la suspensi¨®n de nuevas protestas previstas para el pasado viernes. IBK ha cedido en muchas de las demandas del autodenominado Movimiento 5 de Junio-Agrupaci¨®n de Fuerzas Patri¨®ticas (M5-RFP) de Dicko y sus aliados, una heterog¨¦nea mezcla de opositores de izquierdas y pol¨ªticos expulsados de los c¨ªrculos de poder: el presidente anunci¨® un gobierno de unidad nacional, disolvi¨® el Tribunal Constitucional y todo apunta a una repetici¨®n de las elecciones en los distritos objeto de pol¨¦mica.
La comunidad internacional teme las consecuencias de una nueva desestabilizaci¨®n en el ya desfondado Mal¨ª, del que procede buena parte de la violencia yihadista que ha costado la vida, solo en la primera mitad de 2020, a m¨¢s de 4.000 personas. La figura de Dicko genera inquietud y las llamadas a mantener un Estado laico se multiplican. El ¨²ltimo intento de mediaci¨®n de los pa¨ªses de ?frica occidental insist¨ªa en el di¨¢logo, pero manteniendo a IBK en el poder. Fue un fracaso. El predicador sigue jugando al palo y la zanahoria: mientras reclama calma con una mano, con la otra insiste en reclamar su trofeo m¨¢s preciado, la cabeza del presidente Keita servida en una bandeja de plata. La crisis maliense est¨¢ lejos de haber terminado.
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