Trump cambia el curso de la campa?a con sus ataques a la legitimidad de las elecciones
El Partido Republicano rechaza la estrategia del presidente de avivar el fantasma del fraude y los dem¨®cratas ven en ella un ejercicio de distracci¨®n para recuperar la iniciativa perdida
Era un d¨ªa de homenaje a un h¨¦roe de las libertades civiles. La hora de las eleg¨ªas a un hist¨®rico l¨ªder de la lucha por el derecho al voto para los afroamericanos. Desde el p¨²lpito del funeral por el congresista John Lewis, en Atlanta, tres de los cuatro ¨²ltimos presidentes apelaron a las esencias democr¨¢ticas de Estados Unidos. Recordaron que, casi dos siglos y medio despu¨¦s de la declaraci¨®n de independencia, en medio del a?o m¨¢s duro que atraviesa el pa¨ªs en su historia reciente, a¨²n queda mucho terreno para la lucha por los principios de igualdad y libertad sobre los que se levanta la gran potencia mundial. Otro presidente, el actual, no particip¨® en el acto. Recluido en la Casa Blanca, tuiteando y viendo la televisi¨®n, Donald Trump prefiri¨® avivar las llamas del conflicto y, en su tuit n¨²mero 13.097 desde que se convirti¨® en comandante en jefe, 96 d¨ªas antes de los comicios en los que busca una reelecci¨®n que hoy los sondeos le arrebatan, plante¨® retrasar las elecciones, alegando sospechas infundadas de que el aumento del voto por correo debido a la pandemia provocar¨¢ fraude electoral.
Ninguno de sus tres predecesores mencion¨® el nombre de Donald Trump. Pero sobrevol¨® la ceremonia la sombra del desd¨¦n del presidente hacia las protestas por la justicia racial que han recorrido el pa¨ªs estos meses, inspiradas por la lucha del propio Lewis, y la de sus supuestas maniobras por limitar un derecho al sufragio que el legislador al que se rend¨ªa tributo luch¨® por ampliar. ¡°Mientras estamos aqu¨ª sentados, hay gente en el poder que est¨¢ haciendo todo lo posible para desalentar el voto, para suprimir el voto cerrando centros electorales, atacando a minor¨ªas y estudiantes con restrictivas leyes de identificaci¨®n y atacando nuestro derecho al voto con precisi¨®n quir¨²rgica, incluso socavando el servicio postal antes de las elecciones, que depender¨¢n del voto por correo para que la gente no se enferme¡±, advirti¨® Barack Obama.
Tratar de adivinar una estrategia a partir de un tuit es arriesgado. ?Fue solo una de esas rabietas a las que muchos de sus bi¨®grafos dicen que es propenso? ?Se trat¨® de una mera maniobra para desviar la atenci¨®n de los catastr¨®ficos datos econ¨®micos que su Administraci¨®n se dispon¨ªa a publicar? ?O de verdad el presidente de Estados Unidos est¨¢ dispuesto a intentar aplazar, por primera vez en la historia del pa¨ªs, la fecha de las elecciones?
Sea como fuere, los tuits de Trump expresan desconfianza en la democracia estadounidense, en plena campa?a electoral, en medio de una pandemia descontrolada y con el pa¨ªs pol¨ªticamente polarizado y sacudido por las protestas. Sus insinuaciones de fraude, su exigencia (en un tuit posterior) de que los resultados se conozcan la misma noche electoral, cuando el aumento del voto por correo es probable que retrase el escrutinio si se trata de una contienda ajustada, preparan el terreno para cuestionar el desenlace de las elecciones. Sobre todo entre cierto n¨²cleo duro de sus seguidores que se ha demostrado particularmente receptivo a las teor¨ªas conspiratorias.
La din¨¢mica se antoja particularmente peligrosa dados los recientes golpes que ha recibido la reputaci¨®n de la democracia estadounidense. En la memoria de todos est¨¢n los ¨²ltimos d¨ªas del a?o 2000, con el bochornoso recuento de votos en Florida que dio la victoria a George W. Bush ante Al Gore. En un a?o marcado por esc¨¢ndalos en el recuento de las primarias, de los caucus de Iowa a Nueva York, donde el aumento del voto por correo debido a la pandemia a¨²n no ha permitido concluir el recuento de los comicios celebrados hace m¨¢s de un mes, la ret¨®rica de Trump tiene donde sostenerse. Y la trayectoria del controvertido fiscal general William Barr, que viene ejerciendo de brazo ejecutor de la agenda pol¨ªtica del presidente y que ya ha amplificado sus alegaciones infundadas de fraude electoral, desaconseja descartar que toda la maquinaria del departamento de Justicia se sume a una ofensiva de contestaci¨®n de los resultados si no son satisfactorios.
Resulta destacable, no obstante, lo solo que se qued¨® Trump en su sugerencia, dentro de un Partido Republicano que, en tres a?os y medio de mandato, se ha convertido en poco menos que un culto a la personalidad de Trump, tolerando, si no directamente aplaudiendo, cualquier salida de tono de un presidente que como candidato suscit¨® todos los recelos del Viejo Gran Partido. Los pesos pesados de la formaci¨®n, del senador Marco Rubio al veterano y astuto l¨ªder de la mayor¨ªa en la C¨¢mara alta, Mitch McConnell, salieron a dejar clara su negativa a plantear siquiera el aplazamiento.
El rechazo frontal expresado por su partido plantea inc¨®gnitas sobre el desenlace de la recta final de la campa?a, si la recurrente queja del presidente sobre unas ¡°elecciones ama?adas¡± se convierte en estrategia central. Podr¨ªan abrirse grietas en el cohesionado bloque republicano si al debate sobre la estrategia ante el coronavirus, la reactivaci¨®n econ¨®mica y la justicia racial se suma un enfrentamiento sobre los fundamentos mismos de la estructura democr¨¢tica del pa¨ªs.
Hay indicios de que as¨ª ser¨¢. Y avisos desde hace tiempo. Este mismo mes, en una entrevista en Fox News, Trump se neg¨® a confirmar si aceptar¨¢ o no los resultados. ¡°Ya veremos¡±, dijo. El mismo jueves, tras la tormenta desatada por sus tuits, se resisti¨® descartar la posibilidad de buscar un aplazamiento. ¡°?Que si quiero ver un cambio de fecha? No. Pero tampoco quiero ver una elecci¨®n fraudulenta¡±, dijo a los periodistas.
En la campa?a de Joe Biden, se contempla la jugada de Trump como un mero ejercicio de distracci¨®n. Consideran que desviar la narrativa de la campa?a hacia cualquier tema que no sea la econom¨ªa o la pandemia beneficia al presidente. Y en particular, el cuestionamiento de la legitimidad de las elecciones le permite tomar la iniciativa y situarse en ese ataque al sistema que tan bien funciona entre sus bases. Trump, recuerdan, juega mucho mejor a la ofensiva que a la defensiva.
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