Arquitecto europeo, reformista franc¨¦s
Francia reexamina la figura del fallecido Giscard D¡¯Estaing, un presidente impopular que se qued¨® a medias en su ambici¨®n de cambio para el pa¨ªs
Cuando un presidente desaparece, es toda una ¨¦poca y un pa¨ªs los que yacen en la mesa de autopsias. Val¨¦ry Giscard d¡¯Estaing muri¨® el mi¨¦rcoles en su residencia rural de Authon, en el centro de Francia, por la covid-19. Ten¨ªa 94 a?os. Y en Francia pol¨ªticos y comentaristas se lanzaron a analizar el legado de uno de los expresidentes m¨¢s impopulares, un hombre al que muy pocos reivindicaban ya, pero que dej¨® una huella que sigue explicando la Francia y la Europa de 2020.
La muerte de quien, entre 1974 y 1981, fue el primer presidente liberal de la V Rep¨²blica, y el m¨¢s joven en su momento, coincide con el mandato de otro presidente que conquist¨® el poder joven y con un programa reformista y liberal. Giscard, que se qued¨® a medias en sus reformas y abandon¨® el palacio del El¨ªseo entre abucheos, es un espejo, no siempre c¨®modo, para Emmanuel Macron. ¡°Si nuestra sociedad se moderniz¨® y se abri¨®, si nuestras vidas son m¨¢s libres, es gracias a su coraje tambi¨¦n¡±, dijo el jueves el actual mandatario en un mensaje televisado a la naci¨®n.
La otra parte de la herencia giscardiana es la Uni¨®n Europea. Y aqu¨ª, s¨ª, el balance es m¨¢s n¨ªtido como precursor, junto al canciller alem¨¢n Helmut Schmidt, de la moneda ¨²nica y de la UE actual.
Para algunos, Giscard era un cad¨¢ver pol¨ªtico desde hac¨ªa tiempo. ¡°Me pregunto si no exageramos con las exequias de Fran?ois Mitterrand¡±, dijo en 1996, al morir el presidente socialista, Andr¨¦ Santini, un pol¨ªtico que hab¨ªa pertenecido al partido de centroderecha que fund¨® Giscard. Santini a?adi¨® con maldad: ¡°No recuerdo que hici¨¦ramos tanto con Giscard¡±. Quien lo fue todo hab¨ªa pasado a ser irrelevante. Exactamente, desde el d¨ªa de 1981 en que el socialista Mitterrand le derrot¨® y ¨¦l se convirti¨® en un presidente de un solo septenio.
Su aura de modernidad ¡ªse miraba en el espejo de John F. Kennedy, de quien conservaba en su despacho un retrato junto a ¨¦l cuando era ministro de Finanzas con el general Charles de Gaulle¡ª se hab¨ªa evaporado y hab¨ªa dejado paso al aire altivo de un l¨ªder aristocr¨¢tico y distante, envuelto en esc¨¢ndalos grotescos como el de los diamantes que le regal¨® el dictador centroafricano Jean-B¨¦del Bokassa. Su ¨ªmpetu reformista qued¨® triturado por los choques petroleros y el fin de la prosperidad de la posguerra.
Ahora Francia gira la mirada a los a?os de Giscard y ve otras cosas, como aquella campa?a de 1974 en la que, tras los a?os eternos de De Gaulle y el ep¨ªlogo de su sucesor, Georges Pompidou, surgi¨® un hombre joven. A los 48 a?os, Giscard era un muchacho entre los anquilosados pol¨ªticos de aquel tiempo. Irrump¨ªa con ideas nuevas. Encarnaba a una derecha liberal que, en Francia, resultaba una anomal¨ªa. En el poder, nombr¨® como ministra de Sanidad a Simone Veil, magistrada y superviviente de Auschwitz. Veil defendi¨® la ley que despenalizaba el aborto, el logro m¨¢s significativo de Giscard en la pol¨ªtica francesa. La negativa a abolir la pena de muerte ¡ªfue Mitterrand quien la suprimi¨® en 1981¡ª demostr¨® los l¨ªmites del proyecto liberalizador.
El legado de Giscard ha sido m¨¢s aplaudido en Europa que en Francia. Estableci¨® una complicidad ¨²nica con el canciller socialdem¨®crata Schmidt. En sus memorias, El poder y la vida, recuerda un episodio emotivo cuando, durante un viaje a Alemania, Schmidt le confes¨® un secreto de familia que solo conoc¨ªan su esposa y un colaborador: ¡°He decidido decirle algo (¡). Mi padre es jud¨ªo¡±. La confianza ayud¨® a construir el embri¨®n de lo que d¨¦cadas despu¨¦s ser¨ªa el euro. El motor franco-alem¨¢n raramente funcion¨® tan bien como entonces. En la Espa?a de la transici¨®n dej¨® muchos malentendidos y una lista larga de agraviados por los bloqueos que impuso durante las negociaciones de acceso a la Comunidad Europea.
El ¨²ltimo en entrar
Su carrera europea se prolong¨® despu¨¦s de abandonar el El¨ªseo, y tuvo un ¨²ltimo acto agridulce: la presidencia de la Convenci¨®n que en 2002 y 2003 redact¨® una Constituci¨®n para la UE. El exministro espa?ol ??igo M¨¦ndez de Vigo, que como eurodiputado trabaj¨® mano a mano con Giscard en el presidium de la Convenci¨®n, recuerda a un hombre que se tomaba muy en serio a s¨ª mismo y el trabajo que se la hab¨ªa encomendado. Los temas los estudiaba a fondo; los rituales eran importantes. En las reuniones, siempre era el ¨²ltimo en entrar, como correspond¨ªa a su rango. ¡°Se le ha criticado la altivez, una cierta lejan¨ªa, una grandilocuencia, pero ¨¦l consigui¨® transmitir esto a los convencionales. Les dec¨ªa: ¡®?Alg¨²n d¨ªa tendr¨¢n una estatua en su pueblo a su nombre!¡¯. Jugaba con eso, y estaba bien. Les estaba diciendo: ¡®Ser¨¢n decisivos¡±, dice por tel¨¦fono M¨¦ndez de Vigo. ¡°El modelo para ¨¦l era la convenci¨®n de Filadelfia [donde se aprob¨® la Constituci¨®n de EE UU], donde uno era Washington, otro Madison, otro Hamilton, otro Adams¡±.
La Constituci¨®n europea no se aprob¨®, entre otros motivos por el rechazo de Francia en refer¨¦ndum, pero gran parte del trabajo acab¨® integrado en tratados europeos. Como le hab¨ªa ocurrido otras veces, sus ambiciones quedaron a medias. ¡°Si fracasa, que al menos fracase intentando grandes cosas¡±, dice una frase del presidente estadounidense Teddy Roosevelt que abre las memorias de Giscard, ¡°De manera que su lugar nunca est¨¦ entre las almas fr¨ªas y t¨ªmidas que no conocen ni la victoria ni la derrota¡±.
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