M¨¦xico sella sus fronteras con Guatemala ante la llegada de la nueva caravana migrante
En el paso de El Ceibo, en Tabasco, las autoridades cierran el paso durante horas y luego lo abren a cuentagotas. Algunos se echan a la monta?a para intentar burlar a las autoridades
Llueve en la frontera de El Ceibo y nadie tiene d¨®nde guarecerse. Solo unos pl¨¢sticos, hojas finas de ¨¢rboles j¨®venes, una plancha de metal oxidada. Algunos ni siquiera lo intentan, se quedan en medio del camino, frente a la valla fronteriza, sus barrotes blancos y su alambre de p¨²as. Sobre la valla hay un cartel que dice 'bienvenido a M¨¦xico', frase que ha perdido todo el sentido en un lugar como este. Hay cientos de hombres, mujeres y ni?os, quiz¨¢ hasta mil:?es la nueva caravana migrante que sube de Honduras e intenta llegar a Estados Unidos. J¨®venes flacos como huesos de pollo, muchachas hastiadas con las chanclas perdidas de barro.
Desde octubre de 2018, caravanas como esta se forman en Centroam¨¦rica para llegar al norte. La primera, la m¨¢s grande, empez¨® a subir de Honduras en octubre de 2018, con miles de migrantes, sobre todo de Honduras, pero tambi¨¦n de Guatemala y El Salvador. Es el tri¨¢ngulo norte centroamericano, acaparador de tasas alt¨ªsimas de violencia y pobreza. Desde aquella han habido otras, pero esta es de las primeras que se organiza tras la firma de pactos entre Estados Unidos y M¨¦xico y los otros tres pa¨ªses para tratar de contener el flujo migratorio.
La intenci¨®n de los pactos no es otra que ralentizar la marcha de los migrantes. M¨¦xico juega aqu¨ª un papel esencial. En junio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenaz¨® con imponer aranceles a las exportaciones del pa¨ªs vecino si este no reforzaba sus controles migratorios. M¨¦xico lo hizo. Solo en ese mes, junio, el Gobierno deport¨® a m¨¢s de 20.000 migrantes, un 33% m¨¢s que el mes anterior. Asumido su papel, el director del Instituto Nacional de Migraci¨®n mexicano, Francisco Gardu?o, lleg¨® a decir que si hac¨ªa falta, deportar¨ªa a los migrantes "a Marte".
El grupo de El Ceibo se mueve como se mueve un coraz¨®n, s¨ªstole y di¨¢stole, al ritmo de los gestos de cuatro o cinco hombres que van a y vienen de la valla, de mantener conversaciones con otros hombres al otro lado de los barrotes. El grupo, atento, reacciona a lo que dicen. Ora se desperdiga a lo largo del camino fronterizo, ora se repliega, todos ordenados, pegados, uno delante del otro frente a la valla, como si esperaran su turno, las mujeres y los ni?os delante. As¨ª varias veces, se juntan, se desperdigan. Todo por el rumor del momento: ya les van a dejar pasar, todav¨ªa no, igual dentro de una hora; les van a llevar a Villahermosa -la capital del Estado de Tabasco, donde est¨¢ El Ceibo-, les van a dar trabajo a todos. Llegaron aqu¨ª a las 6 de la ma?ana del s¨¢bado y no sabr¨¢n que pasar¨¢ durante horas. Una palabra define los d¨ªas en la caravana: incertidumbre.
"Hemos querido cruzar por la monta?a, lo que pasa es que te asaltan", dice Jaled Rodr¨ªguez, de 26 a?os, vecino de Langue, un pueblito del sur de Honduras. As¨ª han hecho muchos, bordean la garita fronteriza por la monta?a, un camino fangoso y resbaladizo que en 20 minutos te deja en M¨¦xico. "Es la quinta vez que intento cruzar. En Honduras est¨¢ muy complicado. All¨¢ uno nada m¨¢s gana para sobrevivir y la idea de uno es prosperar", cuenta. Jaled trabajaba en una f¨¢brica de playeras hasta que se uni¨® a la caravana. Ganaba unos 250 d¨®lares al mes.
"Esta ma?ana corr¨ªa el rumor de que iban a abrir el port¨®n, pero no lo han abierto", cuenta Emerson Ponce Palacio, de 21 a?os. "Tambi¨¦n dicen que all¨¢ en Tec¨²n Um¨¢n -en la frontera con Chiapas, la ruta tradicional- la polic¨ªa tir¨® gas lacrim¨®geno porque un grupo lleg¨® armando relajo".
"Tengo amigos de la primera caravana que consiguieron llegar a Estados Unidos", dice Walter Murillo, de 35 a?os. "Yo vengo de Choloma. Dej¨¦ el trabajo en la maquila porque ten¨ªa seguro pero luego no nos quer¨ªan atender. ?Y nosotros lo pag¨¢bamos, nos lo sacaban de la planilla!", exclama indignado. Es algo que se repite: condiciones laborales aberrantes, seguros que no cubren, contratos que duran dos meses en vez de tres porque los patrones no quieren que sus trabajadores adquieran derecho alguno.
La nueva caravana ha cruzado Guatemala dividida. Sali¨® de San Pedro Sula, en Honduras, el mi¨¦rcoles. Unos, m¨¢s de 2.000, marcharon hacia el sur, hacia la capital y de ah¨ª a Tec¨²n Um¨¢n y Ciudad Hidalgo, ya en M¨¦xico. Ese grupo ha llamado a las puertas de M¨¦xico en la ma?ana de este s¨¢bado, igual que el de El Ceibo. Durante un rato, parec¨ªa que los migrantes acabar¨ªan por entrar a la fuerza en Ciudad Hidalgo, pero la Guardia Nacional mexicana los ha acabado dispersando con gas lacrim¨®geno. Luego han empezado a entrar de a poco. Las autoridades mexicanas los met¨ªan en autobuses. Al parecer los mandaban a un centro de detenci¨®n -una "estaci¨®n migratoria"- en la cercana ciudad de Tapachula. Luego el rumor era que los mandaban a Tuxtla.
Las caravanas fueron toda una novedad porque romp¨ªan con la l¨®gica habitual, la migraci¨®n hormiga. En grupo, la idea de migrar mutaba. Todos juntos eran menos vulnerables frente a delincuentes, secuestradores y extorsionadores. La uni¨®n hac¨ªa la fuerza. Y as¨ª fue, al menos las primeras veces. La mayor¨ªa de migrantes que integraron la primera caravana lleg¨® a la frontera sur de Estados Unidos. Ocurre que ahora no es tan f¨¢cil como entonces. Las fronteras se cierran y las polic¨ªas les persiguen. Otras rutas emergen como respuesta a las dificultades que imponen los gobiernos.
Los que no se fueron hacia el sur el mi¨¦rcoles tomaron una ruta at¨ªpica, cercana al mar Caribe, que les ha tra¨ªdo finalmente a orillas de la deforestada selva Lacandona, en El Ceibo. El ¨²ltimo rumor es que les van a dejar pasar por grupos, les van a acomodar en un autob¨²s y los van a llevar a Villahermosa. De hecho las mujeres y ?i?os no tardan empezar a cruzar. Pero, ?a d¨®nde, para qu¨¦?
All¨¢, explica H¨¦ctor Santos, de 28 a?os, originario de Cort¨¦s, en Honduras, hay trabajo. "Nos han dicho que hay 4.000 puestos de trabajo all¨¢", dice. 4.000, los mismos que mencion¨® el presidente de M¨¦xico, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, el pasado viernes, en su habitual conferencia de prensa matutina. Santos es soltero, no tiene hijos, no avis¨® a nadie de que se iba con la caravana. No tiene tel¨¦fono, ni Facebook. Hoy calza unas chanclas azules sobre calcetines grises.
Pasa el rato y Santos y otros hombres vuelven a la valla a ver qu¨¦ hay de nuevo. De momento, nada. La lluvia vuelve a caer en El Ceibo y el grupo empieza a disgregarse, s¨ªstole y di¨¢stole. Ya de noche, Santos y los dem¨¢s volver¨¢n con una especie de sonrisa en la cara: parece que les dejar¨¢n pasar a todos. Les subir¨¢n en un autob¨²s y les mandar¨¢n, parece, a Villahermosa. Pero a Villahermosa, ?para qu¨¦? Algunos aplauden. Otros no dicen nada y se quedan quietos, bajo la lluvia, frente a la barda blanca, frente al letrero que dice 'bienvenidos a M¨¦xico'.
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