La lucha contra la covid-19 en China pone fin a la larga fuga de un asesino confeso
Un hombre que mat¨® a otro en 1996 se entrega a las autoridades porque las medidas de prevenci¨®n contra la pandemia le hacen imposible continuar su evasi¨®n
En 1996, un veintea?ero de nombre Shi mat¨® a un hombre. El pasado 3 de mayo, convertido en un adulto canoso de 48 a?os, entr¨® en una comisar¨ªa de la ciudad de Hangzhou. Cuando los agentes all¨ª presentes le preguntaron qu¨¦ deseaba, rompi¨® a llorar. ¡°He venido a entregarme¡±, musit¨® entre l¨¢grimas. Los estrictos controles sociales implementados en China en la lucha contra el coronavirus y un mundo anal¨®gico que cada vez m¨¢s pertenece al pasado hab¨ªan puesto punto final a 24 a?os de fuga.?
Shi naci¨® en 1972 en el concejo de Qingshui, en el interior de la provincia septentrional de Gansu, la m¨¢s pobre del pa¨ªs, con la mitad de su territorio ocupado por la aridez del desierto del Gobi. Seg¨²n ¨¦l mismo declar¨® a las fuerzas de seguridad, un d¨ªa se enfrasc¨® en una discusi¨®n sobre una menudencia cualquiera con sus vecinos, lo que desemboc¨® en una pelea en la que uno de ellos perdi¨® la vida. Temeroso de encarar su responsabilidad penal, Shi se escabull¨®. As¨ª comenz¨® una vida en la carretera.?
Todo sucedi¨® tan r¨¢pido que no tuvo m¨¢s remedio que dejar atr¨¢s todas sus posesiones. Sin carn¨¦ de identidad ni tel¨¦fono m¨®vil para evitar ser identificado, Shi sobrevivi¨® durante m¨¢s de dos d¨¦cadas gracias a empleos temporales, la mayor¨ªa de ellos en el sector de la construcci¨®n, los cuales cobraba en negro y efectivo. ¡°Por el miedo a que me capturaran ni siquiera mantuve el contacto con mi familia¡±, rememoraba el fugitivo. Tampoco se relacionaba con nadie m¨¢s all¨¢ de la interacci¨®n imprescindible con sus compa?eros de trabajo. A principios de a?o, escuch¨® de boca de uno de ellos que en Qiaoshi, a las afueras de Hangzhou, hab¨ªa en marcha muchos proyectos que requer¨ªan de mano de obra. Shi, que acostumbraba a cambiar de lugar de residencia cada poco tiempo, puso rumbo hacia all¨ª.?
Lo que no sab¨ªa era que para entonces los esfuerzos preventivos contra la expansi¨®n de virus ya estaban en marcha por todo el pa¨ªs, especialmente en las grandes ciudades. El gobierno chino, que en un primer momento ocult¨® la gravedad de la pandemia, ha destacado despu¨¦s por la eficiencia de su gesti¨®n. En particular por la puesta en marcha de un sistema de jiankangma o c¨®digos digitales de salud, los cuales pueden obtenerse por medio de algunas de las aplicaciones telef¨®nicas m¨¢s populares del pa¨ªs, como Wechat o Alipay. Cotejando la informaci¨®n de sus desplazamientos y contactos con sus datos biom¨¦tricos y personales, este servicio ofrece a cada individuo un carn¨¦ digital que puede adoptar uno de tres colores: verde si est¨¢ sano; amarillo si es posible que haya estado en contacto con el pat¨®geno; o rojo si supone un riesgo para la salud p¨²blica. En los dos ¨²ltimos casos el portador debe realizar un periodo de cuarentena obligatoria, mientras que en el primero puede moverse libremente por la ciudad.
Por eso, cuando el 1 de mayo Shi alcanz¨® Hanghzou a base de hacer autostop y se present¨® en la obra, el responsable solicit¨® su carn¨¦ de identidad y su c¨®digo verde. Cuando intent¨® alquilar una habitaci¨®n, otra vez. Cuando quiso entrar a un supermercado para comprar algo de comer, lo mismo. Los controles estaban por todos lados. Shi vag¨® por las calles, cada vez con menos dinero en el bolsillo, hasta que al tercer d¨ªa de su llegada opt¨® por entregarse. ¡°Hangzhou es muy estricta, no ten¨ªa d¨®nde ir y entr¨¦ en p¨¢nico¡±, confes¨® a los agentes, antes de que estos completaran el procedimiento y le enviaran de vuelta a su Gansu natal, donde enfrentar¨¢ su sentencia.?
Para el Gobierno chino, el siguiente paso ahora pasa por unificar este servicio en un solo c¨®digo para todo el territorio nacional. A pesar de que Wechat revis¨® hace poco sus protocolos de protecci¨®n de datos, muchos analistas apuntan a que este sistema todav¨ªa viola muchas regulaciones en materia de privacidad. Es el signo de los tiempos: cada vez queda menos vida fuera del entorno digital. No hay escapatoria.
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