El islamismo pol¨ªtico fracasa en T¨²nez
El partido islamista Ennahda es se?alado como el principal culpable de la mala gesti¨®n y de la corrupci¨®n en el pa¨ªs
Cuando la noche del pasado 25 de julio Kais Said, el presidente de T¨²nez, se arrog¨® plenos poderes y maniat¨® al Parlamento, miles de euf¨®ricos tunecinos salieron a las calles a celebrarlo. En sus c¨¢nticos y gritos, hab¨ªa casi tantas muestras de apoyo a Said como improperios hacia su principal adversario, Ennahda, el hist¨®rico movimiento islamista moderado de T¨²nez. Una dura sentencia para un partido que arras¨® en las primeras elecciones libres tras la dictadura en 2011 y que aspiraba a convertirse en el partido hegem¨®nico de la nueva T¨²nez democr¨¢tica.
¡°La trayectoria de Ennahda durante esta d¨¦cada posrevolucionaria ha sido una decepci¨®n para todos, incluso sus propios militantes¡±, sostiene el periodista e investigador Aymen Harbawy. De hecho, la crisis que atraviesa el pa¨ªs encuentra un reflejo en el seno del movimiento, donde crecen las voces que piden una dimisi¨®n de la direcci¨®n actual, a la que culpan de los errores cometidos en los ¨²ltimos a?os, en los que ha gobernado como socio no mayoritario en coaliciones, y que han alienado a parte de la sociedad tunecina.
¡°Hay desacuerdos en la l¨ªnea pol¨ªtica, pero tambi¨¦n sobre la gesti¨®n interna del partido hecha por su l¨ªder hist¨®rico, Rachid Ghannouchi. A menudo, no se han respetado las normas democr¨¢ticas de elecci¨®n de cargos¡±, explica un miembro de una familia hist¨®rica de Ennahda. Durante su ¨²ltima reuni¨®n del pasado mi¨¦rcoles, el Consejo de la Shura, m¨¢ximo ¨®rgano de direcci¨®n, llam¨® a realizar un ¡°ejercicio de autocr¨ªtica¡±, pero no rodaron cabezas, tal como ped¨ªa el sector cr¨ªtico. ¡°El partido est¨¢ dividido en dos campos. Varios dirigentes abandonaron la reuni¨®n antes de que terminara¡±, comenta la analista Huda Mzioudet.
Una amplia corriente de opini¨®n en T¨²nez se?ala a Ennahda como el principal o ¨²nico culpable de la mala gesti¨®n gubernamental y de la extendida corrupci¨®n que carcome el Estado, que se ha traducido en una p¨¦rdida en el nivel de vida para el ciudadano de a pie. El partido islamista moderado lider¨® el primer gobierno posrevolucionario y la Asamblea Constituyente que redact¨® la actual ley fundamental en 2014. Entonces, su propuesta de incluir la shar¨ªa como fuente de derecho, gener¨® una fuerte resistencia entre los sectores laicos, lo que forz¨® al partido a renunciar a ello. Pero la polarizaci¨®n entre islamistas y laicos ya no desapareci¨®.
Si bien sus rivales laicos de Nid¨¢ Tunis ganaron las siguientes elecciones, en 2014, Ennahda pact¨® con ellos y ha estado presente con una mayor o menor cuota en la decena de Gobiernos que se han ido sucediendo desde la ca¨ªda del dictador Zine el Abidine Ben Al¨ª, en el primer levantamiento de la llamada primavera ¨¢rabe. Aunque ha ganado tres de las seis elecciones celebradas hasta la fecha, su porcentaje de votos se ha ido reduciendo progresivamente: de los 1,5 millones de votos de 2011 pas¨® a los 500.000 de las legislativas de 2019.
La diputada y exministra de Trabajo Saida Ounissi considera injusta la virulencia de las cr¨ªticas: ¡°Ciertamente, Ennahda tiene una parte de la responsabilidad en una gesti¨®n del pa¨ªs que no ha sido satisfactoria, pero no la tiene toda. Nosotros solo hemos liderado el Gobierno en 2012 y 2013, luego ¨¦ramos socios en coaliciones amplias¡±. Sin embargo, algunos de estos socios, como Nid¨¢ Tunis, ahora casi han desaparecido de la escena pol¨ªtica, por lo que ya no se les puede pedir cuentas. ¡°La animadversi¨®n actual hacia Ennahda se explica no solo por sus errores durante la transici¨®n, sino tambi¨¦n porque, durante d¨¦cadas, se present¨® al islamismo como el enemigo del Estado. Muchos crecimos con esa narrativa. Y ese poso queda¡±, sostiene la consultora en gobernanza Ibtissem Jouini.
¡°Tras la revoluci¨®n, la estrategia de Ennahda pas¨® por pactar con las ¨¦lites del antiguo r¨¦gimen con el objetivo de ser aceptado como parte integrante de la clase dirigente. A cambio de ello, sacrific¨® sus postulados revolucionarios. Pero, a grandes rasgos, estas ¨¦lites no han aceptado al movimiento¡±, opina Harbawy. Por ejemplo, Ennahda acept¨® una ley de ¡°reconciliaci¨®n¡± con funcionarios corruptos de la era de Ben Al¨ª que los cr¨ªticos denunciaron como una amnist¨ªa. Al final, seg¨²n Harbawy, el movimiento islamista se ha quedado solo, sin el apoyo de las ¨¦lites laicas, ni el de los sectores populares que ped¨ªan cambios profundos en el sistema econ¨®mico.
La experiencia de Ennahda guarda puntos en com¨²n con la de otros partidos islamistas despu¨¦s de las primaveras ¨¢rabes. En varios pa¨ªses, los partidos islamistas salieron vencedores en las urnas, pero ya sea por su inexperiencia pol¨ªtica o por los obst¨¢culos que les pusieron los partidarios de las dictaduras derrocadas o proyectos contrarrevolucionarios, sus Gobiernos resultaron decepcionantes. ¡°Estaban preparados para ser oposici¨®n, no para gobernar¡±, apunta Mzioudet. En Egipto, los Hermanos Musulmanes fueron derrocados por un golpe militar en 2013 apoyado por las masas. La ca¨ªda en desgracia tambi¨¦n acecha a los islamistas de Marruecos, donde el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) se someter¨¢ a la rev¨¢lida de las legislativas el mes pr¨®ximo despu¨¦s de dos legislaturas liderando el Gobierno. En sentido contrario, Ham¨¢s tiene posibilidades de ganar unas elecciones libres en Palestina.
A pesar de sus horas bajas, es pronto para escribir el obituario de Ennahda. ¡°Es el ¨²nico partido con presencia en todo el pa¨ªs. Hasta en el pueblo m¨¢s peque?o tiene una oficina. Si hay un recambio de su liderazgo, podr¨ªa recuperar parte de los votos perdidos¡±, pronostica Harbawy.
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