La ola de secuestros en Hait¨ª retrata un pa¨ªs sin Estado
La captura de un grupo de misioneros estadounidenses es el ¨²ltimo reflejo de un pa¨ªs roto y descabezado en el que las autoridades son reemplazadas por bandas violentas que ostentan el poder real
Hay pa¨ªses como Hait¨ª que parecen estar descomponi¨¦ndose siempre. Pa¨ªses que nunca est¨¢n en las noticias por nada bueno porque sus deportistas nunca gana nada, nadie obtiene un premio de cine, no se publica un libro, no tiene plato t¨ªpico o se desconocen sus playas turquesa porque el ¨²nico verbo conjugado es siempre el mismo: sobrevivir. Pa¨ªses que a veces estallan en 35 segundos por acci¨®n de la naturaleza cuando un terremoto agita la tierra, y otras donde es la mano del hombre la que lo descompone.
Pa¨ªses tan insignificantes que, cuando el pasado s¨¢bado la noticia del secuestro de 17 religiosos de Ohio en las calles de Puerto Pr¨ªncipe lleg¨® a los noticieros de todo el mundo, alguien al fondo del grupo pareci¨® levantar la mano para decir no, somos 18, porque yo, el conductor, de nacionalidad haitiana, tambi¨¦n fui secuestrado. Omisiones que, de obvias que son, describen el panorama mejor que cualquier informe de organismos oficiales.
La dram¨¢tica crisis en la que est¨¢ inmerso el pa¨ªs caribe?o de 11 millones de habitantes necesit¨® de un secuestro masivo para que volviera a hablarse de c¨®mo una naci¨®n se descompone en tiempo real. C¨®mo se desmorona un pa¨ªs frente a los ojos.
El secuestro de 18 personas, 16 estadounidenses, un canadiense y un haitiano que formaban parte de un grupo religioso a manos de una banda conocida como 400 Mawozo, algo as¨ª como ¡ä400 del pueblo¡¯, confirma la dimensi¨®n que han tomado las pandillas en reemplazo del Estado. Los secuestradores han exigido 17 millones de d¨®lares para liberar a los rehenes, y el l¨ªder de la banda ha amenazado con ¡°meterles una bala en la cabeza¡± a menos que se pague el rescate.
El secuestro de los religiosos fue el ep¨ªlogo a una cadena de desgracias que tiene su punto ¨¢lgido en julio cuando el presidente de Hait¨ª, Jovenel Mo?se, fue asesinado en su cama, sumiendo al pa¨ªs en un profundo caos pol¨ªtico sin que hasta el momento se haya resuelto el magnicidio. Un mes despu¨¦s m¨¢s de 2.000 personas murieron en un terremoto de 7,2 de magnitud y al mismo tiempo la depresi¨®n tropical Grace dej¨® en la indigencia a miles de personas. Mientras todo esto pasaba, ni un solo d¨ªa se ha detenido la llegada de aviones desde Estados Unidos cargados de haitianos, en total m¨¢s de 11.000 migrantes deportados, abandonados a su suerte en el pa¨ªs despu¨¦s de varios a?os fuera.
En ese contexto las bandas de delincuentes, cada vez m¨¢s armadas, han encontrado en los secuestros la forma de ganar poder y dinero. Entre julio y septiembre se contabilizaron 221 secuestros. M¨¢s de dos personas diarias entre los que hay comerciantes, vendedores ambulantes, m¨¦dicos, estudiantes, ni?os y religiosos, muchos religiosos. Los secuestros se convirtieron en un negocio tan lucrativo que actualmente son secuestradas ocho personas diarias, 119 en los ¨²ltimos 15 d¨ªas, seg¨²n el Centro de An¨¢lisis e Investigaci¨®n de Derechos Humanos (CARDH), un grupo local sin ¨¢nimo de lucro que contabiliza 36 estadounidenses raptados en 2021.
Hasta ahora, secuestrar extranjeros ha sido un negocio rentable donde la tarifa media para empezar a hablar es de un mill¨®n de d¨®lares para los blancos, y de 100.000 d¨®lares para los locales. En un pa¨ªs dividido por raza, clase e ingresos, el secuestro se ha convertido en lo ¨²nico democr¨¢tico, ya que golpea a todos por igual y los testimonios de quienes consiguen pagar el dinero describen torturas prolongadas y maltratos durante el cautiverio. La consecuencia es que cuando cae la noche, este pa¨ªs bullanguero, caribe?o y alegre que por el d¨ªa sobrevive, cuando cae la noche, aguanta la respiraci¨®n. ¡°Este pa¨ªs est¨¢ boca abajo, no se puede caminar, salir de Puerto Pr¨ªncipe ni estar en la calle cuando se pone el sol. Si seguimos as¨ª, el pr¨®ximo paso ser¨¢n los saqueos¡±, dice Francine Sabalo, una joven de 28 a?os que vende pollo en las calles de Juvenant, una colonia de la capital. Su primo, un transportista que llevaba mercanc¨ªa de Puerto Pr¨ªncipe a Cabo Haitiano, fue secuestrado cuando atravesaba el barrio de Croix de Buquet y como muchos que consiguen reunir el dinero y ser liberados, su relato sobre lo que vivi¨® durante el secuestro contiene palizas, maltratos, gritos y once d¨ªas comiendo un cuenco de arroz. ¡°No ha vuelto a ser el mismo. No quiere hablar del tema por el trauma que le provoca. Comienza a llorar y le dan convulsiones¡±, explica. Seg¨²n Gedeon Jean, director del CARDH, ¡°los secuestros no distinguen entre negros, mulatos, ricos, pobres, mujeres o ni?os. Cada secuestro endeuda a toda la familia y los que lo rodean¡±, dijo. Seg¨²n sus datos el 80% de los secuestrados son liberados despu¨¦s de pagar cantidades que van de los 1.000 d¨®lares a los 100.000 d¨®lares.
Actualmente existen unas 150 pandillas activas en Hait¨ª, seg¨²n un recuento realizado por la Fundaci¨®n Je Klere (FJKL) en agosto. Las m¨¢s fuertes son los 400 Mawozo, responsables del secuestro masivo de religiosos, liderada por Wilson Joseph, y el G-9, de Jimmy Barbecue Cherizie. Ambas facciones se han repartido la ciudad y unas controlan la zona de Croix de Buquet y otras Martissant, impidiendo a la poblaci¨®n salir de la ciudad sin jugarse la vida. Su poder es tal que Naciones Unidas tuvo que negociar con ellos que les permitieran descargar y repartir la ayuda humanitaria enviada tras el terremoto. M¨¦xico, en cambio, no negoci¨® como deb¨ªa y despu¨¦s de dos intentos tuvo que darse la vuelta con su barco cargado de alimentos y medicinas despu¨¦s de que los sicarios de unos y otros comenzaran a dispararse frente al buque, confirm¨® d¨ªas despu¨¦s L¨®pez Obrador.
Para explicar la prepotencia de las bandas y la descomposici¨®n del Estado basta ver la escena que se vivi¨® el pasado domingo durante el 215 aniversario de la muerte de Jean Jaques Dessalines, el esclavo negro tra¨ªdo de Guinea que se levant¨® contra Francia y pas¨® a cuchillo a 4.000 blancos en solo unas semanas, iniciando la creaci¨®n del primer pa¨ªs libre de Am¨¦rica Latina. Homenajear su figura es una tradici¨®n que el presidente Ariel Henry quiso cumplir y tambi¨¦n Barbacue, que se present¨® en el lugar vestido exactamente igual que el presidente, traje blanco y corbata negra, rodeado de gente armada. La aparici¨®n de Barbacue hizo huir a Henry que se refugi¨® en una comisar¨ªa cercana. Peor a¨²n fue que los polic¨ªas que deb¨ªan protegerlo despreciaron al mandatario aplaudiendo la llegada de Barbacue, seg¨²n explic¨® un agente presente en la comisar¨ªa. ¡°Hasta ahora las bandas actuaban como correa de transmisi¨®n de los partidos, pero estas han ganado en poder de fuego y en dinero y ser¨¢ dif¨ªcil volver a meter los truenos en la caja ante el actual vac¨ªo de poder¡±, describe un diplom¨¢tico europeo. ¡°Estamos asistiendo al fin de un ciclo. El fin del Estado de derecho. Nunca el Estado hab¨ªa sido gran cosa en Hait¨ª, pero esta situaci¨®n de descomposici¨®n no la hab¨ªamos visto jam¨¢s¡±, explica Heroldy Jean Francoise, director de Radio Ibo, una de las m¨¢s escuchadas del pa¨ªs.
Como consecuencia del control del puerto, por donde entra el 70% de la gasolina, los barcos han dejado de llegar y el desabastecimiento ha enardecido a la poblaci¨®n, que esta semana protest¨® cortando carreteras para exigir un freno a la inseguridad. ¡°No tenemos presidente, ni gasolina, ni dinero, solo hambre¡±, dijo con una piedra en la mano, en una barricada de Delmas, el joven Louis Bourgone que participaba en las protestas. Con tanto periodista internacional en su pa¨ªs los haitianos aprovecharon para quemar llantas y cortar calles, cansados de ser el secuestrado 18 del que nadie habla.
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