Rosario Murillo, ¡®copresidenta¡¯: Ortega consolida el poder familiar en Nicaragua
El cargo, que no existe en la Constituci¨®n del pa¨ªs, supone un nuevo avance del matrimonio presidencial sobre el orden democr¨¢tico
Sentada a su diestra, Rosario Murillo se sonroj¨® levemente y agreg¨® un adem¨¢n halag¨¹e?o cuando el presidente Daniel Ortega, su esposo, la nombr¨® ¡°copresidenta¡± de Nicaragua el pasado lunes. El nombramiento es de facto porque no lo contempla ni la Constituci¨®n que el caudillo sandinista reform¨® en 2014 para quedarse indefinidamente en el poder. Fue un acto p¨²blico y teletransmitido, uno de los pocos que la pareja presidencial ha protagonizado durante ...
Sentada a su diestra, Rosario Murillo se sonroj¨® levemente y agreg¨® un adem¨¢n halag¨¹e?o cuando el presidente Daniel Ortega, su esposo, la nombr¨® ¡°copresidenta¡± de Nicaragua el pasado lunes. El nombramiento es de facto porque no lo contempla ni la Constituci¨®n que el caudillo sandinista reform¨® en 2014 para quedarse indefinidamente en el poder. Fue un acto p¨²blico y teletransmitido, uno de los pocos que la pareja presidencial ha protagonizado durante una campa?a electoral sin competencia, que finalizar¨¢ sin mayores aspavientos tres d¨ªas antes del 7 de noviembre, fecha en la que se realizar¨¢n comicios generales sin garant¨ªas y cargados de cuestionamientos sobre su legitimidad.
Ortega presidi¨® un acto de entrega de autobuses rusos en medio del desencanto mayoritario provocado por la liquidaci¨®n de las elecciones, la represi¨®n y el encarcelamiento de sus cr¨ªticos, seg¨²n la ¨²ltima encuesta de CID-Gallup. Al mandatario lo acompa?aba uno de los escas¨ªsimos aliados internacionales que le quedan, Rusia, a trav¨¦s del embajador en Managua, Alexander Khokh¨®likov, y otros enviados moscovitas que se apoyaban de una traductora para entender la loa de Ortega a su mujer y vicepresidenta en funciones.
¡°Aqu¨ª [en Nicaragua] tenemos dos presidentes porque respetamos el principio de 50-50, o sea aqu¨ª tenemos una copresidencia con la compa?era Rosario¡±, proclam¨® Ortega, haciendo referencia al ¡°modelo de equidad de g¨¦nero¡± en los cargos p¨²blicos, que le ha servido para justificar el posicionamiento de Murillo en la primera l¨ªnea de la sucesi¨®n constitucional, as¨ª como su omn¨ªmoda preponderancia en el gobierno y el partido sandinista.
¡°Todos los d¨ªas se est¨¢ comunicando con nuestro pueblo, dando a conocer todo lo que se est¨¢ haciendo en beneficio de las familias nicarag¨¹enses, sin hacer diferencias pol¨ªticas, sin hacer diferencias ideol¨®gicas all¨ª van las obras multiplic¨¢ndose todos los d¨ªas en nuestro pa¨ªs¡±, remarc¨® Ortega a sus for¨¢neos invitados, y enfatiz¨® el nombramiento tocando el hombro de Murillo. No es la primera vez que su esposo y presidente le concede un rango tan elevado.
En la campa?a electoral de 2016, cuando Ortega no hab¨ªa encarcelado como ahora a todos sus adversarios, ¨¦l inscribi¨® como su f¨®rmula presidencial a Murillo, pasando por encima de la vieja guardia sandinista, que mostr¨® un rechazo t¨¢cito a la vicepresidencia ¡°de la mujer del comandante¡± por encontronazos y diferencias con ella. La primera dama oficializaba as¨ª su ascenso a la primera l¨ªnea de mando del Ejecutivo, luego de ejercer informalmente una especie de rango de ¡°superministra¡± desde 2007, cuando Ortega regres¨® a la presidencia, un cargo que se labr¨® con constancia y cuyo g¨¦nesis de influencia muchos cr¨ªticos ubican en el encubrimiento del abuso sexual que denunci¨® su hija, Zoilam¨¦rica, a manos de su pareja.
El nombramiento de copresidenta adquiere notoriedad en un contexto en el que la pareja presidencial ha cerrado por completo el espacio democr¨¢tico, y ha confeccionado una elecci¨®n a su medida, que consolida una ¡°dictadura familiar y un r¨¦gimen de partido ¨²nico¡±, en el que la disidencia se paga con prisi¨®n. Opositores perseguidos han catalogado los comicios como ¡°una farsa¡± cuyo resultado es la ¡°ilegitimidad¡±. Adem¨¢s, ven en este nombramiento varias providencias pol¨ªticas que Ortega toma.
¡°Son varias lecturas. El primero es que este nombramiento tiene la intenci¨®n de consolidar la dictadura familiar, pero tambi¨¦n revela el temor que Ortega tiene de su propia desaparici¨®n por edad o afectaciones en su salud¡±, plantea a EL PA?S ?scar Ren¨¦ Vargas, analista pol¨ªtico y disidente sandinista. ¡°Est¨¢ preparando el escenario pol¨ªtico para que Murillo pueda sucederlo sin fractura y sin protesta al interior del orteguismo, porque ha habido demasiada manifestaci¨®n de que ella no goza del apoyo de la base del orteguismo. Es como reforzar la sucesi¨®n. Aunque ya la garantiz¨® al nombrarla vicepresidenta, ahora trata de que la base social que lo escucha acepte que Murillo es la sucesora¡±.
Fuentes de la vieja guardia sandinista, que por temor piden no ser identificadas, coincidieron en que Murillo siempre ha tenido aspiraciones presidenciales. Sin embargo, las protestas de 2018, que fueron reprimidas con brutalidad por polic¨ªas y paramilitares, resquebrajaron el panorama de sucesi¨®n deseado por la primera dama. En especial porque los principales aliados del Gobierno, como el sector privado, la iglesia y hasta el mismo Estados Unidos, rompieron con la administraci¨®n sandinista. La respuesta oficial fue m¨¢s represi¨®n y persecuci¨®n, agravando la crisis sociopol¨ªtica que, seg¨²n analistas, pudo haberse superado con una elecci¨®n libre y competitiva.
Murillo ha sido sancionada en tres ocasiones y se?alada por la comunidad internacional por cometer graves violaciones a los derechos humanos, de ser responsable del desmantelamiento de las instituciones democr¨¢ticas y de actos de corrupci¨®n. Todo ello se ha conjugado para ¡°entorpecer su sue?o presidencial¡±, insisten las fuentes sandinistas.
¡°Ortega tambi¨¦n est¨¢ tratando de darle este benepl¨¢cito a Murillo, porque no puedo ofrecerle ser la candidata a la presidencia. Ella aspiraba a la candidatura este a?o¡ y entonces Ortega sale con la soluci¨®n salom¨®nica de nombrarla copresidenta, sin tener la capacidad legal para que sea efectivo¡±, remarca Vargas.
¡°Co-dictadora¡±
A partir de la crisis de 2018, la idea de que Murillo solo se ocupaba de la parte administrativa del Gobierno, mientras que Ortega de las grandes decisiones pol¨ªticas, sobre todo ante el gran capital y las fuerzas armadas, qued¨® obsoleta. Por ejemplo, unos correos electr¨®nicos filtrados de Murillo expusieron que ella lider¨® la respuesta a las protestas contra Ortega. Fue la autora de la frase ¡°vamos con todo¡±, la orden que dio a la polic¨ªa y al aparataje sandinista para usar la violencia contra los manifestantes. Es por eso que el exdiputado Enrique S¨¢enz, exiliado en Costa Rica, prefiere llamarla ¡°codictadora¡± y no copresidenta.
¡°Considerando que esta pantomima electoral aparentemente nadie le atribuye resultados v¨¢lidos, seguir llamando presidente a Ortega ser¨ªa un reconocimiento impl¨ªcito. De ah¨ª que me inclinar¨ªa m¨¢s por ¡®codictadora¡¯. Pienso que su sue?o (presidencial) no est¨¢ truncado y sus aspiraciones siguen tan vivas como siempre. Mientras Ortega tenga vida ella no tendr¨¢ oportunidad. El problema es que sin Ortega, tambi¨¦n su oportunidad ser¨ªa muy reducida¡±, valora S¨¢enz.
Hayd¨¦e Castillo, cientista social, analista pol¨ªtica y tambi¨¦n perseguida por el r¨¦gimen Ortega-Murillo, no solo cree que la ¡°copresidencia¡± sella ¡°un sistema dictatorial din¨¢stico mezclado con nepotismo¡±, sino que demuestra que el c¨ªrculo de confianza de la pareja presidencial es cada d¨ªa m¨¢s cerrado.
¡°Ellos est¨¢n llen¨¢ndose cada vez de mayor desconfianza al ver que su proyecto est¨¢ totalmente fracasado y que probablemente en estos tiempos solo se sostiene por la represi¨®n, por el terrorismo de Estado, por el papel de las fuerzas de seguridad con su represi¨®n. Pero est¨¢n clar¨ªsimos de que cada d¨ªa su legitimidad interna y externa es m¨¢s decadente¡±, enfatiz¨® Castillo. Mientras, el mediod¨ªa de este jueves, la copresidenta Murillo declar¨® v¨ªvidamente en su alocuci¨®n diaria: ¡°Aqu¨ª estamos, siempre, siempre dignos, siempre, siempre libres, siempre trabajando para consolidar la paz y el bien¡±.
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