Las cartas de la paz de Colombia
El gran archivo documental sobre el proceso entre el Gobierno y las FARC ve la luz este lunes. EL PA?S se sumerge, en exclusiva, en los miles de documentos
Henry Acosta Pati?o cuelga el tel¨¦fono. La llamada que acaba de recibir le ha dejado aturdido. Es Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia. Santos quiere hablar con ¨¦l cara a cara y lo cita para dentro de un par de d¨ªas. Acosta desconf¨ªa y marca de vuelta al conmutador de la Casa de Nari?o, la sede del Gobierno, para cerciorarse de que no se trata de una broma. En efecto, el presidente en persona le espera el 6 de septiembre de 2010 en su despacho, en el que solo lleva instalado un mes.
¡°La reuni¨®n dur¨® dos horas y quince minutos, los dos solos y hablando, m¨¢s ¨¦l que yo, acerca de por qu¨¦ ¨¦l cre¨ªa que se deb¨ªa negociar el conflicto con las FARC¡±, escribir¨¢ m¨¢s tarde Acosta en una carta. La misiva forma ya parte de la Biblioteca Abierta del Proceso de Paz Colombiano (BAPP), un espacio digital que ver¨¢ la luz este lunes y cuyo contenido adelanta EL PA?S.
Este es el inicio epistolar del fin de un conflicto de medio siglo que sembr¨® Colombia con miles de muertos. Un intercambio secreto entre el presidente y los l¨ªderes de la guerrilla, a trav¨¦s del facilitador Henry Acosta, que se prolong¨® durante m¨¢s de dos a?os hasta que se celebr¨® la primera reuni¨®n oficial del proceso de paz en Oslo en octubre de 2012. Acosta y Catatumbo son viejos amigos por accidente. En 1998, las FARC retuvieron al empresario cafetero en un ret¨¦n de carretera y lo llevaron ante el l¨ªder guerrillero. Los dos hombres, de edad [hoy Catatumbo tiene 68 a?os y Acosta, 73] y humor similar, congeniaron de inmediato. Se pasaron el d¨ªa hablando de pol¨ªtica y literatura. ¡°Usted siga viniendo y tra¨ªgame libritos¡±, le pidi¨® entonces el combatiente. Acosta nunca dej¨® de hacerlo, incluso ahora que estaban explorando una paz que tantos gobiernos colombianos ya hab¨ªan intentado sin ¨¦xito.
Es justo a Catatumbo a quien le narra el encuentro secreto con Santos, en un tono informal y c¨®mplice (¡°caro amigo¡±). Bromea entre medias. Le dice que a Santos le gusta m¨¢s hablar que escuchar, el estereotipo de un pol¨ªtico que seguro har¨¢ sonre¨ªr a un hombre de armas como Catatumbo, oculto en la selva desde hace d¨¦cadas. Le asegura que el presidente est¨¢ convencido de que las razones de la lucha de las FARC ¡°son ciertas y valederas¡± y las causas ¡°son negociables¡±. Esta ¨²ltima frase es clave, el primer anzuelo que lanza Santos. Incluye tambi¨¦n una reflexi¨®n de por qu¨¦ este es el mejor momento para negociar, quiz¨¢ el ¨²ltimo: ¡°Ustedes se van quedando sin ide¨®logos, porque el secretariado est¨¢ ya sesent¨®n y negociar despu¨¦s con gente que solo entiende la guerra ser¨¢ m¨¢s complicado¡±.
Hay otra carta de Acosta en la misma fecha, septiembre de 2010, con un tono m¨¢s oficial y solemne, con copia a los l¨ªderes de lado y lado, el presidente Santos y Alfonso Cano, comandante en jefe de las FARC. El mensaje es directo, la mano de Acosta escribe por boca del presidente: ¡°D¨ªgales a Alfonso Cano y Pablo Catatumbo que quiero hacer la paz con ellos¡±. El facilitador a?ade que Santos quiere acordar un encuentro secreto, en Brasil o Suecia, de solo cuatro personas. Dos delegados de una parte y otros dos de la otra. ¡°D¨ªgales que esta propuesta es secreta, y que si se llega a filtrar o hacer p¨²blica o conocida, el Gobierno niega que esa propuesta de encuentro secreto se haya hecho¡±. El presidente llevar¨¢ las conversaciones personalmente y nombra a Acosta como el ¨²nico mensajero autorizado. Les previene de algo: ¡°No le pongan cuidado a las declaraciones de mi gobierno acerca de ustedes¡±.
La respuesta se hace esperar un mes. Catatumbo se disculpa, la carta lleg¨® ¡°antecito de todo el traj¨ªn¡±. Se refiere a la muerte en un bombardeo del ej¨¦rcito de un conocid¨ªsimo comandante de la guerrilla, el Mono Jojoy. El servicio secreto coloc¨® un localizador en sus botas fabricadas en una ortopedia que sirvi¨® para descubrir sus coordenadas en el monte y hacerle saltar por los aires. ¡°Mi gran amigo¡±, se lamenta Catatumbo. Esta circunstancia genera interferencias en una respuesta que debe ser ¡°serena¡±. Expone que los anteriores gobiernos ¡°de la oligarqu¨ªa¡± han pedido el cese del alzamiento armado sin ofrecer ning¨²n cambio en el r¨¦gimen pol¨ªtico del pa¨ªs. Por eso saluda como un gesto positivo que el presidente encuentre justos algunos de sus planteamientos. La frase de Santos ha calado.
Catatumbo propone verse mejor en Cuba o Venezuela, donde cree que estar¨¢n m¨¢s seguros, en un primer encuentro secreto donde ir¨¢n dos miembros de las FARC. No conf¨ªa todav¨ªa en el aparato de seguridad del Estado. Tras recibir ese mensaje, Henry Acosta le escribe a Santos asegur¨¢ndole que nunca hab¨ªa recibido una respuesta ¡°tan positiva¡± de la guerrilla a un ofrecimiento de paz. Entonces, cartea de vuelta a Catatumbo en diciembre de 2010, en el mismo tono esperanzador. ¡°Siento que realmente quiere hacer la paz y negociar con ustedes. Lo que no me pasaba con Uribe (el expresidente anterior a Santos)¡±.
A su vez, Santos contacta a Acosta por el chat de Blackberry, seg¨²n recoge el archivo. Le informa de que el 12 de enero se ver¨¢ en Brasil con Hugo Ch¨¢vez, entonces presidente de Venezuela, por lo que necesita que se aceleren los preparativos. Acosta apremia a Catatumbo a que le facilite el nombre del guerrillero que ir¨¢ a la primera reuni¨®n secreta, lo m¨¢s tardar el ¨²ltimo d¨ªa del a?o. Se despide como siempre con camarader¨ªa y le dice que con la carta le env¨ªa dos botellas de ron Zacapa, ¡°definitivamente es mucho mejor¡± que el brandi Gran Duque que bebe Catatumbo. ¡°Es una delicia. Claro; tomado puro. En la pr¨®xima te mando libros. Creo que la ¨¦poca no es para leer¡±.
Estas cartas se escribieron hace diez a?os y forman parte del archivo de la BAPP, una plataforma digital para resguardar la memoria del proceso. Este lunes, en la inauguraci¨®n, estar¨¢n Santos; el alto comisionado para la paz de entonces, Sergio Jaramillo y los exguerrilleros Rodrigo Londo?o, Timochenko y Pablo Catatumbo. Ya no necesitan de un intermediario para hablarse. Los usuarios de la BAPP podr¨¢n encontrar m¨¢s de 4.500 documentos, testimonios de las partes, videos, fotos e infograf¨ªas, organizadas tras m¨¢s de dos a?os de trabajo a iniciativa de la Fundaci¨®n Compaz. El relato que trazan todas las misivas de esta primera etapa secreta hab¨ªa permanecido in¨¦dito hasta ahora.
Sentarse a la mesa no es sencillo. El primer encuentro secreto del Gobierno con las FARC tarda en concretarse por varias razones, entre ellas una que ofende terriblemente a la guerrilla. El Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CIRC) compara a las FARC con las Bacrim, bandas criminales comunes. En febrero de 2011, Santos trata de tranquilizarlos a trav¨¦s de Henry. ¡°El Gobierno Nacional no comparte en absoluto (la declaraci¨®n de la CIRC) y ¨¦l, como presidente, no la comparte. Que no se puede juntar a bandas criminales con las Farc, que tienen unos objetivos pol¨ªticos¡±. Eso s¨ª, les recuerda que siguen en guerra, y que las acciones que lleven un bando u otro no deben alterar el proceso. ¡°Que el Presidente tampoco ver¨¢ afectados estos encuentros si ustedes le ejecutan acciones militares de cualquier tipo y envergadura y si lo llegan a llamar fascista, paramilitar¡±.
La siguiente carta es del 19 de marzo de ese a?o. El primer encuentro secreto ya se ha celebrado el d¨ªa 3. Catatumbo le escribe a Acosta ¡°al vuelo y casi telegr¨¢ficamente¡± por la celeridad que impone la guerra. No hay tiempo para la l¨ªrica. Le parece muy positivo este primer paso y revela los nombres de los que asistir¨¢n al segundo encuentro. Todos hombres. Se celebrar¨¢ el 31 de mayo en Cuba. Espera que el Gobierno garantice la ida y vuelta de los guerrilleros con salvoconductos y con el apoyo del CIRC y funcionarios de Cuba y Noruega. Firma esa misiva en may¨²sculas: YO.
A continuaci¨®n, Acosta recurre al chat de Blackberry para hablar con el presidente. Le previene de algo que puede ser un obst¨¢culo.
Henry Acosta: Se?or, buen d¨ªa (...) Me insisten comunique a usted que el lenguaje acerca o aleja. Que el Gobierno ha estado muy agresivo verbalmente. Que no esperan elogios o lisonjas suyas. Que de all¨¢ para ac¨¢, hay un solo lenguaje pol¨ªtico.
Santos: Esas son las reglas del juego. No esperen NADA hasta que acordemos algo. Ni verbal ni militarmente. Fui muy claro en esto desde el principio.
Henry Acosta: Entendido y se transmitir¨¢.
De todos modos, los plazos no se cumplen. No hay reuni¨®n en mayo en La Habana, pero se celebran otros dos encuentros secretos en la isla La Orchila, Venezuela. Es verano de 2011. Las FARC piden seguridad en los traslados e ir en helic¨®ptero. El Gobierno les manda un plan de viaje, detallado hora por hora. En octubre, Acosta le asegura a Catatumbo que la negociaci¨®n con ellos es el tema m¨¢s importante de la agenda pol¨ªtica de Santos, un ¡°eximio jugador de p¨®ker¡±. ¡°Juega con el juego que llegue y va sacando las cartas seg¨²n las vaya necesitando para intentar ganar la partida¡±, describe.
Entonces ocurre algo que amenaza al proceso. Alfonso Cano, jefe m¨¢ximo de las FARC, muere en un bombardeo del ej¨¦rcito. Catatumbo le escribe abatido a Acosta. Esa ma?ana encendi¨® el ordenador y se dispon¨ªa a escribirle un mensaje a Cano cuando escuch¨® por la radio -el principal trasmisor de noticias en la selva- la noticia de su aniquilamiento. Al principio es esc¨¦ptico, pero al d¨ªa siguiente ve su rostro en televisi¨®n. No hay duda, es ¨¦l. ¡°Me ha causado una gran amargura, seguramente por tratarse de alguien con quien he compartido 40 a?os de vida y lucha¡±, escribe. En fin, contin¨²a, no es hora de andarse con quejumbres ni lamentaciones, aunque la muerte de Alfonso deja ¡°muy golpeado¡± el proceso que apenas empezaba. ¡°?l era su ferviente defensor y tal vez su m¨¢ximo impulsor¡±. Es m¨¢s, Catatumbo cree que esto estaba planeado: ¡°Desde el comienzo el presidente Santos traz¨® la estrategia de colocar su cad¨¢ver sobre la mesa del di¨¢logo como punto de partida¡±. Est¨¢ en su derecho de hacerlo, concede el guerrillero, pero quiz¨¢ con el tiempo ¡°se lo cobre la historia¡±. A pesar de la amargura de sus palabras, no muestra intenci¨®n de echarse para atr¨¢s.
Rodrigo Londo?o, entonces Timole¨®n Jim¨¦nez o Timochenko, ocupa el vac¨ªo de poder que ha dejado la muerte de Cano y se hace cargo de la guerrilla. Escribe un art¨ªculo abierto titulado ¡°As¨ª no es, Santos, as¨ª no es¡±. Para entonces, a¨²n nadie sabe en Colombia que el proceso de paz est¨¢ intentando echar a andar a vuelta de carta entre el Palacio de Nari?o y la selva. Catatumbo explica en su misiva que ese texto ha sido recibido con insultos y piedras en mano por ¡°la caterva de se?oritos de zapatos lustrados¡±. Aqu¨ª deja ver su visi¨®n sobre los urbanitas: ¡°Desde sus c¨®modas oficinas azuzan la guerra y piden m¨¢s sangre. Se atraviesan como mulas muertas en el camino¡±.
En ese momento de zozobra entra en acci¨®n Hugo Ch¨¢vez. El archivo guarda una carta suya dirigida a Santos. Con la chanza habitual del presidente venezolano se presenta como ¡°tu nuevo mejor amigo¡±. Cuenta que se vio, tal y como le pidi¨® Santos, con el ¡°t¨ªo Tim¡±, Timochenko, durante 10 horas. Nada raro, Ch¨¢vez no tiene capacidad de elipsis. Le informa a Santos de que el guerrillero mantiene la voluntad de dialogar y lograr un acuerdo r¨¢pido. Ofrece Venezuela (¡°quiero que sepas que puedes contar conmigo¡±) para seguir los encuentros. De hecho, el cuarto y ¨²ltimo encuentro secreto se celebra en Barinas, estado natal de Ch¨¢vez, a finales de enero de 2012. All¨ª se sientan las bases para la primera gran reuni¨®n exploratoria del proceso, que se celebrar¨¢ en La Habana un mes despu¨¦s. Entre febrero y agosto de 2012 se llevan a cabo diez rondas de di¨¢logo en La Habana. Oficialmente nadie ha confirmado los encuentros, pero el rumor de esas reuniones ya recorre el pa¨ªs.
En esas fechas Henry Acosta le env¨ªa a Catatumbo un resumen triunfalista de lo sucedido hasta ahora, destacando los ¡°gestos de ambas partes¡±. Catatumbo responde en abril sin el mismo entusiasmo. Asegura que ellos han liberado a todos los prisioneros de guerra y han dejado de secuestrar a gente para financiarse. ¡°Se nos responde con arrogancia y la l¨®gica con la que Julio C¨¦sar respond¨ªa a las solicitudes de di¨¢logo que le hac¨ªa Vercenget¨®rix: con marcado y displicente desinter¨¦s¡±. Se pregunta: ¡°?Es esto voluntad de paz?¡±. Le parece ofensivo que el Gobierno ponga condiciones, ultim¨¢tums, exigencias al di¨¢logo. Surge el primer escollo que pueden hacer descarrillar las conversaciones: ¡°los delegados del Gobierno llegan planteando una desmovilizaci¨®n como punto inicial. Esto, obviamente, dificulta las cosas¡±.
Los di¨¢logos, sin embargo, se serenan. En una carta de Catatumbo en el mes de agosto a Henry, comenta su preocupaci¨®n porque el ¡°asunto¡± ya se haya filtrado a los medios. ¡°No lo digo por los aullidos de Uribe¡±, matiza, sino porque asegura que ellos han tratado el tema con absoluta discreci¨®n. ¡°Escuchamos Hora 20 y todos los analistas (provenientes de todo el espectro pol¨ªtico) daban por entendido que en La Habana se cocinaba algo y, dieron incluso las alineaciones exactas del equipo presidencial que participa. Le queda a uno la impresi¨®n de que algunos no se tomaron las cosas en serio, y creen que esto es un juego, o comentan todo por las redes sociales y los cocteles capitalinos. Esto tiene, al menos, un lado positivo. Y es que en los medios ya hay una ambientaci¨®n m¨ªnima frente al tema. La mal llamada opini¨®n p¨²blica pareciera abrirse nuevamente al debate y toma una postura medianamente democr¨¢tica¡±.
El 27 de agosto de 2012, dos a?os despu¨¦s y ya con un Acuerdo General entre el Gobierno y la guerrilla para iniciar ¡°conversaciones directas e ininterrumpidas¡±, Santos reconoce p¨²blicamente que est¨¢ buscando la paz con las FARC. Dos meses despu¨¦s, en Oslo se abre la negociaci¨®n que continuar¨¢ en La Habana hasta 2016. Desde entonces, el papel de Henry Acosta y la correspondencia con Catatumbo se diluye a medida que los avances oficiales y las declaraciones p¨²blicas formales toman peso. Se abre as¨ª la historia ya conocida del Proceso de Paz, que tambi¨¦n recoge la nueva Biblioteca de la Paz.
Las negociaciones se prolongaron durante tres a?os. El 23 de septiembre de 2015, Santos y Timochenko se dieron un apret¨®n de manos en La Habana. Ra¨²l Castro fue el testigo. El retrato de ese momento tambi¨¦n se guarda en el archivo. Esa tarde pusieron marzo de 2016 como fecha l¨ªmite para alcanzar el acuerdo final, aunque la firma se retras¨® otros seis meses. Cuando parec¨ªa que, por fin, estaba todo listo, se someti¨® a refer¨¦ndum el acuerdo, como hab¨ªa prometido Santos.
Gan¨® el no. Santos y las Farc trataron de rescatar la paz a cualquier precio. Los portavoces del ¡®no¡¯ (que inclu¨ªan tambi¨¦n al actual presidente, Iv¨¢n Duque) propusieron 60 modificaciones, que los negociadores pusieron sobre la mesa en La Habana. Tras m¨¢s de 15 d¨ªas de trabajo, las FARC aceptaron 58. Santos y Timo firmaron el acuerdo final en el Teatro Col¨®n de Bogot¨¢ el 24 de noviembre de 2016. Por fin.
En el archivo brillan a menudo las reflexiones de los implicados en el proceso. En medio de la negociaci¨®n, el director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona Vicen? Fisas le pregunta algo a Acosta:
-En los d¨ªas que las dos delegaciones est¨¢n dialogando ?sabes si almuerzan juntos o por separado?
Acosta responde:
-Me ¡®mam¨¦¡¯ de darles ese consejo. Les dije varias veces, a unos y otros, y nada, no lo hacen (...) Tambi¨¦n les he dicho que no se pongan a redactar estatutos, c¨®digos, leyes, etc; que resuelvan s¨®lo lo fundamental, les puse de ejemplo los Diez Mandamientos,(y eso que yo soy agn¨®stico), que son 10 frases categ¨®ricas y fundamentales, pero no atienden y se la pasan en el detalle. As¨ª ni con tres periodos de Santos les alcanzan.
Al final, s¨ª alcanz¨®. Entre bromas, ron y discusiones que parec¨ªan insalvables, el espacio entre un presidente urbanita de ¡°zapatos lustrosos¡± y unos comandantes de la guerra ocultos en las monta?as ¡°de este divino pa¨ªs¡± se fue estrechando hasta encontrarse en la paz.
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