Reina Camila: los brit¨¢nicos hacen las paces con su pasado
Un 55% de los ciudadanos del Reino Unido respalda el deseo de Isabel II de que la duquesa de Cornualles sea en el futuro reina consorte
Camilla Parker-Bowles ha resultado ser la confirmaci¨®n de que, llegado el momento, la tradici¨®n y el peso de la historia salvan al Reino Unido de sus arrebatos continuos de cursiler¨ªa y sentimentalismo. Cuando, esta semana, Isabel II expres¨® su deseo de que la esposa de su hijo y heredero al trono, Carlos de Inglaterra, recibiera, llegado el momento, el t¨ªtulo de ¡°reina consorte¡±, casi pudo o¨ªrse un suspiro de alivio colectivo en el establishment brit¨¢nico. ¡°La preservaci¨®n din¨¢stica corre por las venas de Isabel II. El pasado mes, arrebat¨® al pr¨ªncipe Andr¨¦s sus rangos y honores. Y este mes, se ha encargado de asegurar que la transici¨®n hacia el reinado de Carlos sea lo m¨¢s fluida y simple posible¡±, escrib¨ªa Peter Hunt, el hombre que durante a?os ha observado y analizado para la BBC a la Casa de Windsor.
¡°A pesar de los profundos recelos de la ciudadan¨ªa en el pasado, se ha limitado a reconocer una costumbre mantenida durante siglos por la que la mujer del rey se convierte autom¨¢ticamente en reina consorte¡±, se?alaba Hunt. La huella de Lady Di en la historia reciente del Reino Unido pesaba tanto en 2005 como para que Carlos de Inglaterra ¡ªcasi para pedir perd¨®n por sus sentimientos y evitar agravios comparativos¡ª anunciara el d¨ªa de su boda con Camilla que, cuando le tocara reinar, su esposa ser¨ªa ¨²nicamente ¡°princesa consorte¡±.
Cuando el pasado julio los pr¨ªncipes Guillermo y Enrique desvelaron en los jardines del Palacio de Kensington la estatua de su madre, Diana Spencer, la sensaci¨®n general reflejada en los medios de comunicaci¨®n brit¨¢nicos fue la de cierto sonrojo ante un exceso. Lady Di rodeada de tres ni?os de razas diferentes, para representar ¡°la universalidad y el impacto generacional de la obra de la princesa¡±, como se?alaba el comunicado oficial. Lady Di sin guantes y con la cabeza al descubierto, ¡°porque no se puede abrazar a un ni?o con un sombrero¡±, seg¨²n explicaba Eleri Lynn, la comisaria encargada esos mismos meses de poner en marcha una exposici¨®n en el palacio sobre el vestuario y el estilo de la ¡°princesa del pueblo¡±. Una estatua de tama?o descomunal, para reflejar en bronce que el personaje que construy¨® la princesa de Gales era, en esa expresi¨®n tan anglosajona y tan complicada de traducir al castellano, larger than life (mayor que la vida misma). Apenas hubo ese d¨ªa unas docenas de incondicionales de Diana en los alrededores del jard¨ªn donde se inaugur¨® el monumento. La sensaci¨®n, con las banderas, los globos o los mensajes edulcorados de amor en cartulina a Lady Di era m¨¢s de folclore recuperado que de recuerdo colectivo.
Parad¨®jicamente, la descomunal fuerza que Diana supo arrancar en vida de su imagen p¨²blica no tiene r¨¦plica exacta en forma de estatua, como la calidez del abrazo de la princesa a un enfermo de sida o su paseo por un campo de minas antipersona. Las lecciones heredadas de aquel tiempo, sin embargo, han calado en los miembros de la familia real brit¨¢nica. Camilla Parker Bowles, en su largo regreso del infierno al que le conden¨® la opini¨®n p¨²blica, ha sabido extraer la dos m¨¢s valiosas.
En primer lugar, que no hay nada m¨¢s eficaz que ser amable y atenta ¡ªcomo lo ha sabido ser¡ª con los periodistas y fot¨®grafos condenados durante todos estos a?os a ser su sombra. Ellos han sido, finalmente, los encargados de transmitir la idea de que la malvada del cuento era en realidad una mujer amable, simp¨¢tica y cercana. Y, en segundo, que una monarqu¨ªa del siglo XXI no puede seguir aferrada a causas filantr¨®picas inofensivas e irrelevantes. Hay que mojarse, a pesar de las cr¨ªticas, como lo hizo durante a?os Carlos de Inglaterra con asuntos pol¨¦micos como la preservaci¨®n del medio ambiente o la degradaci¨®n del centro de las ciudades. La duquesa de Cornualles eligi¨®, sin abrazos p¨²blicos ni exhibicionismos ajenos a su personalidad, uno de los asuntos en los que el Reino Unido tiene a¨²n mucha tarea por delante: la violencia contra las mujeres. ¡°Muchos de vosotros ni hab¨ªais nacido¡±, contaba Camilla (74 a?os) hace unas semanas a la revista People durante la conmemoraci¨®n del 50? aniversario de la organizaci¨®n Refuge (Refugio) de ayuda a las mujeres maltratadas. ¡°Los que ¨¦ramos conscientes de nuestro alrededor en aquellos d¨ªas lejanos recordamos lo diferente que era la vida para las mujeres, sobre todo para las que viv¨ªan situaciones de abuso¡±, recordaba la duquesa.
Como su esposo Carlos, a quien ha sabido transmitir una serenidad y seguridad en s¨ª mismo perceptibles en los ¨²ltimos a?os, Camilla encuentra refugio en el campo y los libros. ¡°Siempre he cre¨ªdo firmemente en la necesidad de trasladar el amor a la lectura a las siguientes generaciones¡±, dec¨ªa recientemente en una de las m¨²ltiples campa?as a tal efecto en las que participa. Ese aire intelectual que comparte la pareja ser¨¢ siempre un obst¨¢culo de cierta frialdad entre ellos y una determinada parte de la ciudadan¨ªa brit¨¢nica. Y la duquesa nunca despertar¨¢ el arrebato de amor colectivo que despert¨® Diana Spencer.
Con un 34% de apoyo popular, seg¨²n el tracking de los miembros de la familia real brit¨¢nica que actualiza con frecuencia la empresa de sondeos YouGov, Camilla sigue ocupando un modest¨ªsimo und¨¦cimo lugar en la lista de preferidos, que encabezan Isabel II y su nieto el pr¨ªncipe Guillermo. Pero los brit¨¢nicos, empujados como en otras ocasiones por el respeto casi reverencial que sienten hacia la actual reina, han hecho las paces con su pasado y con sus tradiciones. El sondeo expr¨¦s llevado a cabo por JL Partners horas despu¨¦s de que la monarca expresara, con ocasi¨®n de sus 70 a?os de reinado, el deseo de que Camilla fuera llamada reina cuando llegara la ocasi¨®n, obtuvo el respaldo de un 55% de los consultados. Casi 30 a?os despu¨¦s de aquel periodo en el que la duquesa de Cornualles no pod¨ªa pr¨¢cticamente pisar la calle, Camilla se dispone a ocupar el lugar que le corresponde. El tiempo demostrar¨¢ si tambi¨¦n para ella habr¨¢ estatua.
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