Sanciones contra Rusia: el gran malentendido
Cuando los efectos de este tipo de castigo comiencen a sentirse, a la ofensiva rusa puede quedarle muy poco territorio ucranio que cubrir

Pocas horas tras el anuncio este lunes del reconocimiento de los territorios separatistas de Donetsk y Lugansk por parte de Rusia, la Uni¨®n Europea anunciaba un paquete de sanciones contra Rusia, cuya adopci¨®n formal como legislaci¨®n europea tuvo lugar solo un d¨ªa m¨¢s tarde. Este anuncio fue coordinado no solo con Washington, sino tambi¨¦n con los socios de ambos, Canad¨¢ y Reino Unido, y Australia y Jap¨®n no tardaron en unirse. La inusual celeridad con la que la Uni¨®n Europea ha acordado su paquete de sanciones en respuesta al reconocimiento de los territorios separatistas ¡ªrecordemos que tard¨® semanas en aprobar sanciones tras el fraude electoral de las presidenciales bielorrusas de 2020¡ª tiene poco de sorprendente. Est¨¢ reaccionando a un movimiento anunciado, cosa que le ha permitido suficiente tiempo para coordinarse no solo internamente, sino tambi¨¦n en el marco del G-7. Las medidas adoptadas por los socios occidentales no coinciden por completo entre ellas. Sin embargo, el denominador com¨²n es una indudable apuesta por sanciones de naturaleza financiera, las medidas que est¨¢n m¨¢s a la moda en raz¨®n de su versatilidad y eficacia.
Por otro lado, la habitual t¨®nica de unas sanciones estadounidenses que superan en alcance a las versiones europeas se repite en esta primera ronda. Sin embargo, la divergencia en t¨¦rminos de severidad entre las medidas promulgadas a ambos lados del Atl¨¢ntico es menor en esta ocasi¨®n que en casos precedentes; de hecho, los paquetes anunciados se caracterizan por su timidez, que contrasta con la gravedad de la violaci¨®n del orden internacional. Tras el inicio de la invasi¨®n esta madrugada, se multiplican las voces que reclaman un incremento dr¨¢stico de las sanciones, esperando que su intensificaci¨®n inflija un da?o econ¨®mico sustancial capaz de influir en los c¨¢lculos del Kremlin.
Tanto la cr¨ªtica a la timidez de las sanciones como la pretensi¨®n de una r¨¢pida intensificaci¨®n, si bien ineludible pol¨ªticamente, se basa en una percepci¨®n err¨®nea sobre qu¨¦ son y c¨®mo se emplean las sanciones internacionales, as¨ª como de cu¨¢l es su potencial para alterar el comportamiento de los afectados. Las sanciones se emplean para proporcionar un incentivo a los receptores. Ante una sanci¨®n o una amenaza de sanciones, los receptores cuentan con un incentivo para buscar un acuerdo con el emisor. A ello se ven movidos no solo por el da?o que les inflija la medida impuesta, sino por temor a sanciones de mayor envergadura que puedan seguirle.
A la perspectiva de desventajas econ¨®micas ¡ªo de restricci¨®n de movimiento¡ª se une la de estigmatizaci¨®n que conlleva la inclusi¨®n en una lista negra y, posiblemente, la del aislamiento que conlleva ese estigma al disuadir a antiguos socios de mantener contacto con los designados. Desde esta ¨®ptica, una ronda inicial de sanciones debe ser modesta en su alcance para permitir una escalada en caso de que la situaci¨®n no mejore, y al mismo tiempo incluir medidas f¨¢cilmente reversibles que persuadan al interlocutor de que son susceptibles de eliminaci¨®n en caso de que coopere. Imponer sanciones de m¨¢xima intensidad dejan al afectado sin incentivo para flexibilizar su posici¨®n al tiempo que privan al emisor de la posibilidad de aumentar la presi¨®n.
Con todo, las perspectivas de las sanciones europeas ¡ªy occidentales¡ª est¨¢n lejos de ser halag¨¹e?as, si bien esto no se debe, en primera instancia, a la falta de severidad de las medidas adoptadas. Por el contrario, los problemas se hallan en dos aspectos fundamentales que se ven a menudo olvidados. El primero de ellos consiste en que la eficacia de las sanciones en cualquier Estado destinatario se ve condicionado por la manera en la que afecta a actores clave dentro de la sociedad, y lo que es m¨¢s importante, por c¨®mo estos manipulan e instrumentalizan las sanciones. Existen casos en los que las fuerzas opositoras han sido capaces de aprovechar las sanciones externas para utilizarlas como baza negociadora en su interacci¨®n con las autoridades a las que se enfrentan.
En otras ocasiones, son los gobiernos bajo sanciones los que, aprovechando su monopolio sobre los medios de comunicaci¨®n, las presentan a la opini¨®n como un ataque externo al conjunto del pa¨ªs, con el objetivo de incrementar la cohesi¨®n nacional y el apoyo al gobierno. En el caso de Rusia, el discurso oficial juega con esa baza: explica las sanciones como una agresi¨®n occidental que pretende socavar al pa¨ªs precisamente cuando est¨¢ recuperando su perdido esplendor y se aplica en proteger a sus minor¨ªas en tierra hostil. Desde esta perspectiva, las sanciones occidentales no solo no perturban sus planes, sino que los alimentan.
El segundo factor que no augura ¨¦xito a las sanciones es la inadecuaci¨®n de la velocidad con la que operan y la situaci¨®n sobre la que se aplican: se trata de un instrumento que despliega sus efectos de medio a largo plazo, mientras que las acciones que pretenden prevenir o mitigar se desarrollan, por su car¨¢cter militar, con gran celeridad. Cuando los efectos de las sanciones comiencen a hacerse sentir, a la ofensiva rusa puede quedarle muy poco territorio ucraniano por cubrir.
Por ¨²ltimo, cabe resaltar que, en esta ocasi¨®n como en tantas otras, los observadores occidentales est¨¢n cometiendo el mismo error que han repetido tantas y tantas veces: el de tratar a las sanciones como si constituyesen una pol¨ªtica en su propio derecho, interrog¨¢ndose sobre su eficacia en alcanzar las metas deseadas. Se trata de un mero instrumento, con escasa posibilidad de conseguir objetivo alguno en ausencia de una estrategia que combine otros componentes como mediaci¨®n, medios diplom¨¢ticos, cooperaci¨®n o asistencia, y que reconozca el modo y el momento ¨®ptimo para emplearlos. En su ausencia, es in¨²til esperar que las sanciones funcionen. En su lugar, deber¨ªamos estar preguntando a los l¨ªderes occidentales ¡ªlos nuestros incluidos¡ª sobre la estrategia que prev¨¦n poner en marcha y sobre el rol que deben desempe?ar las sanciones en ella.
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