El lamento de las ucranias reci¨¦n llegadas a Rumania: ¡°Cre¨ªamos que los medios exageraban. Y ahora somos refugiadas¡±
Decenas de miles de mujeres y ni?os huyen de la guerra a trav¨¦s del pa¨ªs balc¨¢nico, en algunos casos como alternativa a la colapsada salida hacia Polonia
Natalya decidi¨® en 20 minutos cu¨¢nta vida le cab¨ªa en la maleta sin saber si volver¨¢ alg¨²n d¨ªa a Kiev. ¡°[El jueves] nos despertamos en torno a las seis de la ma?ana y vimos por Facebook que la guerra hab¨ªa comenzado. No fue por ninguna explosi¨®n. As¨ª que b¨¢sicamente cogimos solo algo de ropa, lo que se puede pillar en 20 minutos. Recog¨ª a mi madre, agarr¨¦ a mi perro, nos subimos al coche y salimos. Espero que podamos volver dentro de tres meses para reconstruir nuestro pa¨ªs, que est¨¢n destruyendo¡±. Tiene 29 a?os y fuma con rostro cansado en el paso fronterizo de Siret, por el que acaba de cruzar a Rumania desde Ucrania. ¡°Ten¨ªamos una vida feliz. Mi madre y yo tenemos un negocio familiar. Y ahora somos refugiadas. No pensaba que fuese a vivir una guerra en el siglo XXI. Cre¨ªamos que los medios exageraban, pero una persona [el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin] decidi¨® hacer eso¡±, dice como si no tuviese claro si est¨¢ dentro de una pel¨ªcula de ficci¨®n.
Forma parte de un grupo de solo mujeres que han alcanzado en tres coches la frontera. Llegaron a Rumania la madrugada del martes, tras dos d¨ªas y medio seguidos dentro de los veh¨ªculos, a causa del embotellamiento que hay a la entrada al pa¨ªs balc¨¢nico. ¡°Solo paramos a echarnos [en el coche] una siesta de cuatro horas¡±, apunta a su lado Eleanora Samburska. Todas tienen fr¨ªo: es madrugada y los term¨®metros marcan cero grados.
Desde el inicio de la guerra, han entrado en Rumania unos 105.000 ucranios y salido poco m¨¢s de 62.000, seg¨²n datos difundidos a ¨²ltima hora de la tarde de este martes por la polic¨ªa de fronteras de Rumania. En las ¨²ltimas 18 horas, m¨¢s de 7.000 accedieron por alguno de los cuatro pasos oficiales que hay en los m¨¢s de 600 kil¨®metros de frontera que comparten los dos pa¨ªses. Otros 7.600 entraron en ese mismo periodo a Rumania a trav¨¦s de la peque?a Moldavia. Casi todos son mujeres y ni?os, porque los hombres menores de 60 a?os tienen prohibido salir de Ucrania por la ley marcial decretada por el Gobierno de Volod¨ªmir Zelenski en respuesta a la invasi¨®n rusa.
Rumania no suele ser un pa¨ªs de destino, sino sobre todo de tr¨¢nsito. Quienes atraviesan Siret parecen dividirse en tres grupos, a tenor de sus testimonios: los extranjeros evacuados por sus pa¨ªses; los ucranios para los que Moldavia y Rumania eran simplemente la v¨ªa m¨¢s r¨¢pida para huir de la guerra, porque resid¨ªan en el sur del pa¨ªs; y, un fen¨®meno m¨¢s reciente, los habitantes de la bombardeada capital de Kiev que buscan un plan B a los atascos interminables en las salidas hacia el oeste. Son aquellos vecinos de Kiev que ¨D¡±de momento¡±, suelen matizar¨D se dirigen a Polonia porque tienen all¨ª familiares y amigos (los ucranios suponen un mill¨®n de los 38 millones de habitantes de Polonia, atra¨ªdos por una generosa pol¨ªtica de visados y sueldos m¨¢s altos), pero han preferido dar un gran rodeo, ya dentro de la UE, a cambio de abandonar Ucrania cuanto antes. Desde Kiev hay m¨¢s o menos la misma distancia al cruce fronterizo rumano de Siret que al polaco de Dorohusk, entre 500 y 600 kil¨®metros.
A este ¨²ltimo grupo pertenece Oksana Boiko, de 36 a?os, que acaba de entrar en Rumania con su hijo de 15 a?os. Su marido, cuenta, se ha quedado a ¡°ayudar a mantener el control¡± de la ciudad de Ivano-Frankivsk (230.000 habitantes), en el suroeste de Ucrania, aunque no combate directamente contra las fuerzas rusas. ¡°Nuestra primera parada ser¨¢ aqu¨ª, luego quiz¨¢s Polonia... y luego, ya lo pensaremos¡±, afirma mientras espera la luz verde del polic¨ªa para continuar su trayecto.
En Siret, algunas im¨¢genes se repiten cada poco: las madres cargando paquetes de pa?ales, los ni?os aferrados a su peluche favorito para la traves¨ªa, los coches donde se juntan tres generaciones, las ojeras y miradas perdidas como tratando de asimilar algo que est¨¢ pasando demasiado r¨¢pido. Unos pocos coches de gama media-alta y el elegante atuendo con el que algunas ucranias llegan a Rumania recuerda que la fina l¨ªnea entre una vida desahogada y convertirse en refugiado en un pa¨ªs desconocido es, a veces, una mera cuesti¨®n de d¨ªas.
Muchas llegan al paso fronterizo en sus veh¨ªculos. A otras los acercan lo m¨¢s posible (bastantes optan por andar los ¨²ltimos kil¨®metros en paralelo al atasco) hombres que luego tienen que dar media vuelta. Es lo que le sucedi¨® al novio de Galyna (prefiere no dar su apellido). Trataron de cruzar juntos, aun a sabiendas de que era casi imposible porque ¨¦l, con 30 a?os, es carne de reclutamiento. ¡°Ahora ¨¦l est¨¢ all¨¢, yo aqu¨ª... y no s¨¦ lo que hacer¡±, dice con los ojos vidriosos. ¡°He pasado los ¨²ltimos d¨ªas en el refugio que tiene el s¨®tano de mi edificio. Ves y ves las noticias tratando de entender c¨®mo actuar¡±, relata. Al final, la empresa de tecnolog¨ªas de la informaci¨®n en la que trabaja la ha evacuado en autob¨²s desde Kiev con otras empleadas. De momento, van a seguir operando desde la sede que tiene en Rumania.
Envuelto en una manta, Darpan Vemra, de 20 a?os, hace cola de madrugada frente a un hotel llamado Frontera, en el que un letrero luminoso sigue dando la bienvenida a los visitantes, como congelado en el tiempo (hace apenas una semana) en el que el trasiego no era solo en uno de los sentidos. Vemra es uno de los alrededor de 20.000 j¨®venes indios que estudian en Ucrania, m¨¢s asequible que otros pa¨ªses europeos. Los indios conforman el mayor grupo de estudiantes extranjeros en la exrep¨²blica sovi¨¦tica (un cuarto del total). Uno de los 16.000 que quedaban por evacuar muri¨® este martes en un bombardeo en J¨¢rkov.
¡°La ¨²ltima noche ya dormimos en un refugio en Ucrania. Ahora iremos a Bucarest para volar de vuelta a India. Las clases van a seguir en internet, lo que es un problema porque en nuestros estudios [Medicina] las pr¨¢cticas son muy importantes. Esperaremos un mes, dos... y luego quiz¨¢s volveremos¡±, declara con resignaci¨®n Vemra, que cursa estudios en la Universidad Estatal de Medicina de Bukovina, en Chernivtsi. Un coordinador los organiza de 15 en 15 a toda prisa en furgonetas que salen seg¨²n se llenan. ¡°Ya he perdido la cuenta de cu¨¢ntos han salido hoy¡±, admite. Frente al hotel, las mantas, abrigos, mochilas y maletas no dejan ver el suelo de una enorme tienda de campa?a naranja de emergencias.
Otro estudiante extranjero evacuado es Islam Touimi, que a sus 18 a?os escogi¨® un centro educativo de Dnipr¨® ¡ªciudad ucrania que las tropas rusas tratan de cercar¡ª para especializarse en Aduanas y Finanzas. En unos d¨ªas, volar¨¢ de vuelta a Sa?da, su ciudad natal en Argelia. ¡°Estos d¨ªas mi madre me llamaba preocupada unas cinco veces al d¨ªa¡±, cuenta. Ha salido en un convoy de cinco autobuses con otros 250 magreb¨ªes.
Entre tenderetes de ayuda, mantas tiradas por el suelo y coches aparcados en los arcenes, tambi¨¦n forman parte del agitado paisaje de Siret los rumanos que han venido a ayudar. Por un lado, los que van por libre, como la joven en un cruce que sostiene bajo la nieve un cart¨®n en el que ha escrito en ucranio e ingl¨¦s que ofrece alojamiento gratis hasta a cinco personas. O Dana Miron, la vecina de la cercana ciudad de Suceava que llevaba cinco horas en el coche esperando a una familia ucrania para llevarla a dormir a casa de su hermana. Tiene 23 a?os y coordina las recogidas a trav¨¦s de una p¨¢gina de Facebook que surgi¨® a ra¨ªz de la guerra. Desde entonces, ha venido todas las noches.
Por otro, est¨¢n los que forman parte de un esfuerzo coordinado. Marius Dan es voluntario de ADRA, la organizaci¨®n humanitaria de la Iglesia Adventista del S¨¦ptimo D¨ªa, y conduce cada noche los 100 kil¨®metros que separan su casa del puesto fronterizo. ¡°Me llevar¨ªa alguna familia a mi casa, pero es muy lejos y todos quieren, si es posible, quedarse por aqu¨ª. Como vienen cansados, no pueden conducir 100 kil¨®metros m¨¢s¡±, asegura. Daniel Criham, de 23 a?os, ayuda a las ucranias a cargar las maletas y plegar los carritos mientras Bogdan Oprea ¨D16 a?os mayor y voluntario con los bomberos¨D est¨¢ apostado frente a una mesa con productos b¨¢sicos gratuitos que tomar a voluntad, sin preguntas. ¡°Lo que m¨¢s piden son medicamentos. Principalmente, paracetamol. Agua menos porque suelen llevar suficiente¡±, explica a escasos metros del puesto fronterizo. Hay tambi¨¦n pa?ales, tampones y gel hidroalcoh¨®lico, comprados con donaciones de particulares. ¡°Una mujer que acababa de cruzar me pregunt¨®: ?Esto viene de la gente de Rumania? Le respond¨ª que s¨ª y se ech¨® a llorar¡±, recuerda.
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