Un perd¨®n a medias tras 37 a?os de espera: el entierro de las v¨ªctimas de Accomarca
Despu¨¦s de casi cuatro d¨¦cadas exigiendo justicia, familiares de campesinos sepultan a sus seres queridos en un acto hist¨®rico para las v¨ªctimas de la matanza en Per¨²
¡°?Agust¨ªn Ch¨¢vez, presente!, ?Agust¨ªn Ch¨¢vez, presente!¡±, grita un ni?o de 12 a?os recordando a su abuelo hom¨®nimo durante el cortejo f¨²nebre de m¨¢s de 70 v¨ªctimas de la masacre de Accomarca, en la regi¨®n andina de Ayacucho, cometida por el Ej¨¦rcito en agosto de 1985. En ese tiempo, los militares peruanos aplicaban la estrategia de tierra arrasada contra el grupo terrorista Sendero Luminoso: mataban a sospechosos e inocentes en comunidades de poblaci¨®n ind¨ªgena. Los deudos, campesinos que se desplazaron a las ciudades debido a la violencia, han lidiado casi 37 a?os con el Estado para obtener justicia y la han obtenido ¡°a medias¡±, lamentan.
El magistrado de mayor jerarqu¨ªa en las tareas de restituci¨®n de restos de los masacrados a los familiares se sincer¨® acerca de la decepci¨®n de los accomarquinos. ¡°No podemos identificar a todos, lo decimos con total transparencia: eso nos genera desaz¨®n y pena; pero esperamos que esta ceremonia pueda resarcir en algo lo que padecieron desde ese fat¨ªdico d¨ªa¡±, dijo el fiscal superior Daniel Jara en la plaza de armas del distrito el viernes ¨²ltimo, antes del entierro.
La Fiscal¨ªa ha identificado restos de unos 50 asesinados, pero en otras decenas de casos no fue posible porque con el paso del tiempo se degradaron biol¨®gicamente o est¨¢n casi calcinados. Ello se debe a que los militares encerraron en una choza a m¨¢s de 70 personas -asumiendo que eran subversivos- los ametrallaron, y prendieron fuego al lugar.
La entrega en Accomarca estaba prevista para marzo de 2020, pero la pandemia paraliz¨® las diligencias fiscales hasta estos d¨ªas. El distrito est¨¢ ubicado a una hora de vuelo desde Lima y tres horas y media adicionales por carretera asfaltada y una trocha. El transporte hacia el lugar es escaso, y costoso para quienes cayeron un pelda?o m¨¢s abajo de la pobreza cuando dejaron su tierra y migraron a las ciudades para escapar de la violencia de las fuerzas del orden y de los terroristas.
Los familiares de las v¨ªctimas construyeron hace a?os un sitio de memoria para sepultar juntos a sus muertos, en el lugar donde estuvo la base del Ej¨¦rcito que se instal¨® en Accomarca tras la matanza de 1985. Las v¨ªctimas y las autoridades del distrito crear¨¢n all¨ª un espacio museogr¨¢fico para que los visitantes y las nuevas generaciones sepan qu¨¦ ocurri¨®.
El viernes, cientos de deudos y los miembros de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas de Accomarca llegaron al distrito para el funeral: viajaron desde Lima y desde otras ciudades en las que se instalaron para preservar su vida en el per¨ªodo de la violencia 1980-2000, cuando los subversivos mao¨ªstas pretend¨ªan capturar el Estado, mientras las fuerzas del orden desataban una represi¨®n descontrolada en los Andes, donde surgi¨® y se expandi¨® la organizaci¨®n mao¨ªsta Sendero Luminoso.
El conflicto armado interno dej¨® unos 70.000 muertos -de los cuales el 70% hablaba quechua, de acuerdo a la Comisi¨®n de la Verdad- y 21.000 desaparecidos, seg¨²n la Direcci¨®n de B¨²squeda de Personas Desaparecidas, una dependencia del Ministerio de Justicia. En Accomarca, son 116 las personas cuyo paradero es desconocido. La Fiscal¨ªa entreg¨® el viernes los restos mortales y certificados, pero previamente realiz¨® diligencias con las familias para que verificaran que los restos exhumados desde 2006 por el Equipo Forense Especializado eran colocados en osarios etiquetados con los nombres de las v¨ªctimas.
En esa tarea, colaboraron profesionales de la Direcci¨®n de B¨²squeda de Personas Desaparecidas y siete psic¨®logos del centro de salud mental comunitario de Los Morochucos, distrito ubicado a dos horas de Accomarca. En los actos previos a un entierro digno -como a?adir una pollera limpia guardada por 36 a?os o decirle al muerto una frase de cari?o que qued¨® pendiente- el llanto y la pena de los deudos estallaban. Por ello, era necesario el acompa?amiento de especialistas, con agua, una palabra, o un abrazo, o ayudando a llevar los cajones de madera a la iglesia para el velorio.
¡±Desde que el equipo forense del Ministerio P¨²blico empez¨® su trabajo (en 2003), los muertos ten¨ªan que tratarse con dignidad humana y los parientes de las v¨ªctimas, con mucho respeto. Eso vi en las exhumaciones de 2006 y 2007¡å, cuenta en Accomarca a EL PA?S el antrop¨®logo Isa¨ªas Rojas-P¨¦rez, autor del libro Mourning remains: State Atrocity, Exhumations, and Governing the Disappeared in Peru¡¯s Postwar Andes (De luto por los restos: atrocidad del Estado, exhumaciones y la administraci¨®n de los desaparecidos en los Andes peruanos de la posguerra).
Rojas-P¨¦rez destaca en su obra que los forenses ¡°tratan a los huesos como un ser humano: dicen su rodilla, su costilla, por ejemplo¡±. El mi¨¦rcoles y jueves, cuando los forenses pasaban los restos -de bolsas de papel a los osarios- usaban gasas y otros tejidos para acomodarlos cuidadosamente en los cajones de madera.
Un hecho hist¨®rico
Para el antrop¨®logo, el entierro del viernes ¨²ltimo es de importancia hist¨®rica porque muestra la constituci¨®n de un actor, la Asociaci¨®n de V¨ªctimas de Accomarca, que pelea por sus derechos y no se conforma con lo poco que venga del Estado. ¡±Cada grito que hab¨ªa que proferir lo han proferido; cada oficio que hab¨ªa que escribir, lo escribieron. Ese elemento es hist¨®rico porque estas fuerzas sanas del pa¨ªs que luchan por justicia tratan de construir una mejor sociedad, m¨¢s equitativa, m¨¢s respetuosa de los otros¡±, a?ade el catedr¨¢tico refiri¨¦ndose a la agrupaci¨®n y a su presidente, Celestino Balde¨®n, quien no pudo viajar desde Lima por problemas de salud.
El fiscal superior Jara y otros servidores p¨²blicos que trabajaron a?os para hacer posible el entierro digno, tambi¨¦n encomiaron la firmeza y perseverancia de los sobrevivientes y deudos. ¡°Este es un hecho trascendental en su historia comunal; esperemos que nos sigan exigiendo como hasta ahora lo han hecho¡±, afirm¨® el magistrado que coordina la Fiscal¨ªa Superior Penal Nacional.
¡±Es el resultado de la fuerza que han tenido los familiares para sacar adelante la primera sentencia contra militares (en 2016), y ahora esta cadena de instituciones que han actuado como un engranaje para enfocarse en sus necesidades¡±, coment¨® durante el entierro Katherine Valenzuela, secretaria ejecutiva de la dependencia del Ministerio de Justicia que coordina las reparaciones a las v¨ªctimas de violencia del per¨ªodo 1980-2000.
Parte de la ¡°justicia a medias¡± que perciben los accomarquinos y sus descendientes es que la sentencia de 2016 contra los militares casi no se ha cumplido: de diez condenados solo cinco est¨¢n presos, y ni el Estado ni los victimarios han pagado la reparaci¨®n.
Testigos en el sitio de la masacre
El 15 de agosto de 1985, cuatro patrullas del Ej¨¦rcito ejecutaron un plan que consist¨ªa en asesinar a campesinos en la quebrada de Llocllapampa -un valle al pie de la monta?a donde se encuentra Accomarca- pues cre¨ªan que en ese lugar Sendero Luminoso adoctrinaba a la comunidad. Los militares sacaron de sus chozas a las personas, golpearon y torturaron a los varones, violaron a las mujeres, y luego los encerraron en una casa para dispararles. El subteniente Telmo Hurtado, que conduc¨ªa la operaci¨®n, lanz¨® una granada e incendi¨® todo.
¡±En este lugar no hab¨ªa gente con arma, ni con palos¡±, explic¨® el jueves en el lugar de los hechos la sobreviviente Te¨®fila Ochoa Lizarbe, quien ten¨ªa 11 a?os cuando ocurri¨® la masacre. Rechaz¨® la versi¨®n que los soldados del Ej¨¦rcito dieron en el juicio, de que exist¨ªa una ¡®escuela popular¡¯ de los terroristas en esa quebrada. ¡±Arrastraban a las mujeres embarazadas de los pies, violaron a las mujeres. Se fueron saqueando las casas hasta llegar a Accomarca¡±, recuerda Ochoa llorando, pues perdi¨® a su madre y cinco hermanos.
Ella pudo escapar de los disparos de los militares y se ocult¨® detr¨¢s de una piedra, relat¨® a la prensa al pie de las paredes de la casa que el Ej¨¦rcito incendi¨®. La ni?a encontr¨® a su padre horas despu¨¦s y durmieron en la intemperie: ¡°Sin zapato, sin sombrero, llorando¡±, a?ade.
Cuando el Ej¨¦rcito se fue, volvieron a la quebrada para enterrar apurados a sus familiares. ¡°Antes de eso todo era felicidad, era bonito. Nuestros t¨ªos y abuelos denunciaron, y en nuestra pobreza, ten¨ªamos que gastar dinero para el oficio. Algunos encontramos a nuestros familiares, pero no ha salido el ADN de 20 personas. Ese dolor nunca va a cerrar¡±, asegura. Ochoa cree que si ellos hubieran sido personas ricas, la justicia no habr¨ªa tardado, ni los habr¨ªan maltratado en el juicio, cuando los militares los tildaban de terroristas y mentirosos.
Otra sobreviviente que ten¨ªa 12 a?os en el momento, Cirila Pulido Balde¨®n, cont¨® que cada a?o, cuando terminaba el tiempo de la cosecha, las familias de Accomarca bajaban a ese valle con hatos de ganado y se quedaban en sus estancias y chozas. El d¨ªa que los militares atacaron, ella no entend¨ªa qu¨¦ estaba pasando. ¡°No sab¨ªa qu¨¦ era una bomba, no exist¨ªa televisi¨®n para nosotros. La bala ha pasado por ac¨¢, por all¨¢, pero no me ha hecho llegar¡±, describi¨® rememorando su miedo.
Seg¨²n el informe de la Comisi¨®n de la Verdad y Reconciliaci¨®n (de 2003), el Ej¨¦rcito hab¨ªa recibido informaci¨®n en agosto de 1985 de que comuneros de Accomarca atacar¨ªan a autodefensas de localidades vecinas que causaron bajas a Sendero Luminoso.
Violencia y pobreza
Pulido dijo que luego de la matanza, el Ej¨¦rcito se qued¨® en Accomarca y tuvieron que vivir al mando de ellos, sin poder denunciar que ellos les robaban sus animales y pertenencias. ¡°Desde que pusieron la base militar en nuestro pueblo no hab¨ªa para comer, no quedaron ni una puerta ni ventana en las casas. M¨¢s nos han empobrecido y Accomarca no mejora¡±, denuncia.
El alcalde distrital, Fernando Ochoa, tambi¨¦n clama al Gobierno que dote al distrito de servicios en salud y educaci¨®n para evitar que los j¨®venes sigan migrando por falta de oportunidades. Anota que la vida para los migrantes rurales en las ciudades ha sido dura, y han tenido que postergar sus sue?os para dedicarse a sobrevivir.
Pese a la escasez de recursos, la organizaci¨®n que han logrado las v¨ªctimas de Accomarca en tres d¨¦cadas de caminar por justicia se reactiva ante cada necesidad. La Municipalidad no tiene fondos para construir un cerco en el lugar de la masacre y protegerlo de invasores. Por ello, el jueves ¨²ltimo, durante una romer¨ªa, familiares de v¨ªctimas -como Guillermo Palacios, Eliodor Teccsi y C¨¦sar Quispichahuis- donaron dinero en efectivo para el cerco y para abrir un camino al espacio de memoria llamado, desde 2017, Santuario ecol¨®gico de Llocllapampa.
Para el vicepresidente de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas, Flori¨¢n Palacios, la violencia impidi¨® que su distrito se desarrollara normalmente. Durante la romer¨ªa, hizo notar que la mayor¨ªa de los habitantes no ha accedido a educaci¨®n superior y en las ciudades eran discriminados por su forma de hablar espa?ol. ¡°En dos d¨¦cadas nos han robado la educaci¨®n a nuestros hijos, no tenemos ni una carretera que nos conecte con la provincia vecina, nos han truncado un proyecto de vida¡±, anota.
El primer ministro An¨ªbal Torres lleg¨® al final del acto del viernes en el distrito: su asiento estuvo vac¨ªo mientras los oradores principales tomaban la palabra. ¡°Pedimos perd¨®n por los da?os sufridos, por las p¨¦rdidas irreparables y por el olvido y postergaci¨®n en el que se encontraron por muchos a?os¡±, manifest¨®.
De los m¨¢s de 70 osarios enterrados, 38 corresponden a personas identificadas, seis contienen prendas de las v¨ªctimas, y 26 fueron restituciones ¡°simb¨®licas¡± organizadas por la Direcci¨®n de B¨²squeda de Personas Desaparecidas: en estos casos, pidieron a los familiares que coloquen objetos vinculados con los asesinados -como ropas, cartas o dibujos- para sepultarlos.
Agust¨ªn, el escolar lime?o de 12 a?os que viaj¨® a Accomarca para estar en el entierro de su abuelo hom¨®nimo, pas¨® varias horas en el comedor popular del distrito ayudando a servir tres comidas gratuitas al d¨ªa para los forenses, los fiscales, los psic¨®logos, los abogados, los familiares y los periodistas. ¡°Yo no conoc¨ª a mi papito ni a mi t¨ªo Marcial Ch¨¢vez Castillo. He ido varias veces a cementerios en Lima, pero el entierro me pareci¨® lo m¨¢s importante de estos d¨ªas¡±, responde para este reportaje.
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